Sobre el arte de editar e incurrir dichoso en las erratas, entre otros menesteres de los libros, su gozo, su hechura y algunos ensayos sobre variopintos temas.
martes, febrero 28, 2006
Fe y religión de erratas
lunes, febrero 27, 2006
Milagros lectores
El cocinero Ding
-Es admirable, exclamó el príncipe, Nunca había imaginado una técnica así.
El cocinero dejó su cuchillo y contestó:
-Lo que interesa a vuestro servidor es el funcionamiento de las cosas, no la simple técnica. Cuando empecé a practicar mi oficio, veía todo el buey ante mí. Tres años después, ya sólo veía partes del animal. Hoy lo encuentro con el espíritu, sin verlo ya con los ojos. Mis sentidos ya no intervienen, mi espíritu actúa como le parece y sigue por sí solo los lineamientos del buey. Cuando la hoja corta y separa, sigue las fallas y hendeduras que se le ofrecen. No toca ni las venas ni los tendones, ni la envoltura de los huesos ni, por supuesto, los huesos mismos.
Zhuangzi
domingo, febrero 26, 2006
David Irving, la libertad de expresión y el Holocausto
La mejor opinión sobre David Irving sería el silencio, pues bajo cualquier punto de vista es sencilla y llanamente un imbécil. Utiliza fuentes tendenciosas, evita las que lo contradicen y, en definitiva, no hace historia en el pleno sentido de la palabra sino historia ficción. Si David Irving dijera que La Tierra es plana o que La Luna es de queso, oraciones con el mismo valor de verdad que El Holocausto no existió, moveríamos la cabeza mientras en nuestro rostro aparece una sonrisa. Tonto. Quizá, más de uno, como la gente de mi pueblo, levantaría los ojos al cielo y diría: Ah!, que pendejo. Pero nadie lo metería a la carcel por decir que La Tierra es plana, se le argumentaría y, sobre todo, se le ofrecerían pruebas. No es una cuestión de opinión o fe.
Las oraciones, o los enunciados falsos, se rebaten por medio de argumentos llenos de hechos probados.
Redactar una ley donde se impone pena de cárcel a quien niega un hecho es punto menos que extraño. Encarcelarlo por publicar un libro idiota, es preocupante. Ahora, cierto historiador chino intenta demostrar que los chinos llegaron a estas tierras americanas antes que Colón, por medios harto sospechosos y con datos, digamos, interpretados con demasiada generosidad para su parte, pero nadie cree ni siquiera necesario encarcelarlo, allá él por decir tonterías.
Hay quienes creen que los mayas eran extraterrestres, o que en otra vida fueron un marrano, y no falta quien dice ser invencible, pero si serios, se les refuta, si enfermos, se les ayuda, si charlatanes, se les desenmascara.
Gravísimo que David Irving sea, desde cualquier punto de vista, un preso de conciencia. Gravísimo porque le hace un flaco favor a la democracia y a los derechos humanos. Nadie debe ir a la cárcel por sus opiniones, parece que ese derecho fundamental, cada día se nos olvida más.
Desde luego que los neonazis y sus revisionismos son preocupantes y hay que combatirlos, pero por medio de la razón, aunque suene tan démodé. Todas las discriminaciones y todos los abusos hacia minorías deben combatirse de muchas maneras, pero en las prácticas sociales. La legislación obliga a no discriminar, precisamente a quienes tienen la opinión de que cierta minoría o quienes tienen ciertas preferencias no merecen realizar tales o cuales actividades o labores, pues quienes no tienen esas opiniones, prejuicios, no precisan que la ley los obligue. Pero reciben pena por discriminar, es decir, por realizar una acción, no por sostener tal o cual opinión.
Las sociedades abiertas, democráticas, deben garantizar la libertad de opinión y circulación de las ideas de todos, no sólo de aquello con lo cual estemos de acuerdo. Debemos defender la libertad de hacer caricaturas sobre Mahoma, es decir, de expresar y sostener una opinión, como deberíamos defender la libertad de opinar que el Holocausto no existió. Ese es el precio. Y debemos rebatir a quienes sostienen opiniones tendencionas, o peregrinas, o agresivas.
En occidente es el Holocausto, en oriente Mahoma, en los dos hemisferios se les juzga y encarcela. ¿Cuál es la diferencia?
No he leído ninguna opinión de ningún editor occidental, vamos, ni siquiera del editor estadounidense sobre el caso de David Irving. Grave que esté en la cárcel. Desde luego que es legal, como legales son las fatuas. El problema en este caso no es la legalidad, el problema es su condena y encarcelamiento por tener una opinión.
A veces me parece que perdemos la brújula gravemente...
Para ser del todo claro, las opiniones de David Irving son ridículas, como ridícula es también la pretensión de que Mahoma es terrorista, pero eso no significa que no pueda alguien tener esas opiniones. Cuando los periódicos ponen como cabeza: Las caricaturas desatan una ola de violencia, están dándo la razón a los violentos, quienes desatan la ola de violencia no son las caricaturas, son quienes se indignan por las caricaturas...
En México el escritor Witz enfrenta un juicio por publicar un poema pésimo donde imagina a la patria entre mierda. Y esa imaginación ha sido catalogada, con el aval de la suprema corte, como injuria a la bandera.
Y casi todos los comentarios que escucho sobre el tema dicen, primero, que Witz es pésimo poeta, y segundo, que no es un ataque a la libertad de expresión. Que es pésimo, todo parece indicarlo, y de cierto el poema motivo del litigio es punto menos que horrendo, pero la libertad de expresión debe ser universal. Que se lo merece, no podemos estar de acuerdo bajo ninguna circunstancia.
Son tan ridículas las pretenciones de purezas y caminamos tan rápido hacia el autoritarismo en el mundo que a veces, en verdad, a veces siento que el futuro cada día se pone más obscuro...
sábado, febrero 25, 2006
Grafófagos
Pero en la sociedad abierta, o más o menos abierta, editar no tiene ese aire de gloria y riesgo, y debemos intentar desarrollar nuevos gustos y llevar las conversaciones a ciertas obras o rescatar otras del olvido.Cuánto más abierta la sociedad, menos uniformidad debiera haber.
Y, claro, vivimos una época donde la repetición manda y el consumo reina, por lo cual se busca volver repetible, mensurable y dosificable la producción y reproducción de las obras, por mor de las ganancias. Pero no logran, como en mucho otras áreas, acabar con los pequeños. En la comida han intentado, pero perviven los buenos restaurantes pequeños. En la venta al menudeo lo han logrado con creces, los grandes almacenes han logrado quebrar a muchísimas tienditas y lo seguirán haciendo. En ropa, en calzado, en decoración, en fármacos, en muchos y variados menesteres han logrado crear un modo y una manera en que la utilidad aumenta y la diversidad dismunuye. No así en la gastronimía, no así en la edición. En el palcer y la fantasía mucho han logrado, y mucho más lograran. Claro, bien dice Hans Magnus Enzensberger, la industria editorial es la única en donde un filete mignon cuesta lo mismo que una hamburguesa. Hay que buscar caminos para llevar las obras a sus lectores, pero no como la parte fundamental, no como si la edición debiera sobrevivir pese a la extinción de las obras, todo lo contrario... Y debemos encontrar manera de llevar las obras a los lectores. Nuevas maneras, en las cuales, incluso, parezca que no existimos, maneras transparentes...
jueves, febrero 23, 2006
La toma de la Pastilla, de nuevo
Editores...
Lo que no debemos nunca olvidar es cuán poco pesa quién los haya editado, lo clave es su obra. En la edición, lo fundamental es la obra, incluso por encima del propio autor, pero eso no significa nada importante, como tampoco dónde compramos un libro para evaluar su calidad.
Lo grave es cuando no hay suficientes editores ni suficientes librerías. Grave para la cultura, desde luego.
Seamos honesto, dentro de 200 años no se recordará a ningún editor actual, como no recordamos ahora a ninguno de hace 200 años, y se recordarán a muy pocos, pero realmente a muy pocos autores. Las obras fundamentales son unas cuantas cada siglo y, al parecer, hay siglos hueros. Hace falta recordarlo ahora que tantos autores se sienten fundamentales y hay editores que creen estar escribiendo una novela con su catálogo...
miércoles, febrero 22, 2006
Llégame al precio
El santo papa
Santa madre de las apariciones misteriosas...
martes, febrero 21, 2006
El arte tampoco te salvará
Cuán perverso el mito de la caída, cuán permeable y difícil de extirpar, como cualquier cáncer...
Y... ¿qué es al final de cuentas un libro?
Me pasé el día pensando en algunas notas distintivas del libro, y no he llegado a ninguna conclusión, sino a muchas dudas e, incluso, alguna que otra angustia, pero al menos puedo anotar lo siguiente:
1. Ventana al conocimiento. Es decir, en cuanto extensión de la memoria, nos permite tener a la mano la mayor parte del conocimiento producido por la humanidad. Claro, en este caso comienza a asomar la nariz la computadora en contraposición al mundo impreso.
2. Medio de entretenimiento. Cada vez pierde más ese carácter, pues existen desde la televisión y el cine hasta los videojuegos y la pornografía, que para todos los gustos hay. No es momento de hacer confesiones, pero en algún momento de mi vida traductora terminé haciendo pruebas para Barbara Carland, la editorial, desde luego, y me encantaba el asunto muy kitch de las series de amor: médicos y enfermeras, pilotos y azafatas, etc., pues vendían, como en el cine, fantasías generales. Prometo no contarles mi vida, pero también hice pruebas para escribir guiones para Y el chofer y sus algo que no me acuerdo, pero otro título de la serie era El maestro y sus chalanas, digamos, versiones nacionales de esas fantasías. Luego, medio de entretenimiento por medio de las fantasías, cuya mayor proporción corresponde al cine y la televisión.
3. Alimento espiritual, no se me ocurre otro nombre, desde la Biblia hasta el New age, pasando por el budismo, la aromaterapia, y muchos etcéteras de distintos niveles y rigores, como en todas las categorías.
4. Instrumento de placer. Y aquí es donde me gustó alojarme, me dedico a los libros, como editor, como lector y como coleccionista, no acaparador, por el placer que me deparan. Claro, son una ventana al conocimiento, pero cada día prefiero Internet para obtenerlo, son medio de entretenimiento, pero prefiero el cine, y son alimento espiritual, desde luego, pero muy poco en mi caso. Ante todo, instrumento de placer. Y ahí, me parece, radica el problema de la decadencia, si queremos decirlo grandielocuentemente, de la letra impresa. Hemos dejado de obtener, socialmente, placer de la letra impresa, o de la letra en general, de la palabra, pues, y cada día nos interesa más, o estamos más condenados, a obtener placer visual, momentáneo y transitorio. La palabra requiere paciencia y tranquilidad.
¿Y si los nacidos a fines del siglo XX son la última generación de la letra impresa?
lunes, febrero 20, 2006
Automágicamente
Todos los vínculos utilizarán automágicamente el código...
domingo, febrero 19, 2006
Erratas morrocotudas
...fruncido el coño
...la toma de la Pastilla.
...la literatura de micción.
...las primeras erecciones públicas.
El féretro de nuestro escritor universal iba cubierto por una Señora.
...el ciudadano relató que había sido atracado y golpeado con un falo.
para conducirse correctamente en esta vida bastaba con tener unas pocas putas, pero muy claras.
El tiempo todo lo cura ¿o todo locura?
¿Se imaginan a los herederos de Van Gogh ahora que se pide pago proporcional cada vez que la obra es revendida?
Los derechos de autor nacieron para que el creador de la obra fuera remunerado por todas las copias vendidas, no para controlar la edición y mucho menos las opiniones que sobre la obra se tienen. No olvidemos que lo indignante para la familia Rulfo es la opinión de ciertas personas sobre la persona de Juan Rulfo. Lo cual no tiene ya nada que ver ni con derechos de autor ni con marcas registradas, tiene que ver con vanidades, berrinches y autoritarismo: censura. Si pudieran, prohibirían toda opinión que no les agradara.
Lo mismo podrían hacer los herederos de Cervantes con Toy Story o con El hombre de la mancha o con cualquier otra cosa, o los de Shakespeare, si estuvieran vigentes los derechos patrimoniales, la ventaja es que no lo están.
Lo curioso es que las nuevas legislaciones de derechos de autor no cuidan a los creadores sino a quienes viven de ellos, es decir, agentes, publicistas, medios, editores y, desde luego, herederos. Y el miedo nació de la facilidad actual de reproducción. Esperemos que pronto la legislación regrese a la cordura, privilegiar al autor y luego al lector, en el caso de los libros, las dos partes fundamentales, y no a quienes intermediamos, agentes, editores, distribuidores, librerías, y un largo etcétera. En México, curioso, no privilegia a nadie, ni siquiera a los intermediarios, sólo complica.
sábado, febrero 18, 2006
Herederos de Cervantes demandan a Walt Disney
19 de febrero.
De forma por demás inesperada, los herederos de Cervantes, después de años de litigio para acreditar que los señores Sinataro Mokihona y Manitori Sonitora son los reales herederos de los derechos de Miguel de Cervantes Saavedra, han demandado a la compañía Pixar, ahora parte de Walt Disney, por plagio, habida cuenta, según ellos, del claro robo de la historia de su antecesor en la película Toy Story. En sus alegatos, sobresale el peritaje del doctor Bruce R. Burningham de la University of Southern California, que señala sin lugar a dudas que, de acuerdo al estudio dactiloscópico y logográfico de la tal película, quedan claras las huellas de la obra del escritor con capacidades diferentes de un brazo (aka, el manco). El peritaje está disponible para consulta a quien quiera verlo, lo cual también ha dado lugar a varias acres discusiones en torno a la secresía de las opiniones de los peritos. El juez ha dictaminado, sin embargo, que es del todo admisible un peritaje como el del señor Burningham, independientemente de que lo haya publicado en la sociedad de estudios sobre la obra del ancestro de los demandantes, pues no hay prueba alguna de que ellos sean quienes financian esa sociedad, aunque ya se ha pedido informe de los estados financieros de la sociedad, de la Universidad y del propio Burningham. Extrañamente, el juez no ha pedido los estados financieros de los señores Mokihona y Sonitora. A esta hora ni los directivos de Walt Disney ni los de Pixar han fijado su postura sobre el tema.
Pero no sólo termina ahí el litigio, Mokihona y Sonitora prometen poner de cabeza la industria editorial y de comunicaciones mundial, pues aseguran ser herederos mismos de Adán y Eva y, como representantes de la divinidad en la tierra, preparan una enorme demanda por regalías no liquidadas en contra de todas las ediciones de la Biblia, desde la primera de Gutenberg. Los ejecutivos de Hollywoood ya preparan las contrademandas a la espera de la batalla que vendrá por todas las películas sobre el tema. En México resaltó la noticia, dada por algunos empleados del Fondo de Cultura Económica que prefieren el anonimato, no por temor a represalías, sino por puro gusto personal, que hace más de veinte años el señor Sonitora se presentó a la caja a cobrar las regalías de todas las citas de la Biblia hechas por la editorial. Nadie lo tomó en serio, por política de la empresa, de no tomar en serio a nadie que vaya a cobrar, y el incidente quedó en el olvido, hasta ahora.
Corre el rumor de que han iniciado también trámites para registrar como marca comercial no sólo Cervantes, Manco, Lepanto, Quijote, Sancho y Dulcinea, sino Biblia, Andán y Eva, y un larguísimo etcétera. Al parecer Onán, Onanismo, Sodoma, sodomita y María Magdalena no les interesan. Ya han tenido acercamientos con Jean Claude Sanè sobre una demanda nueva en torno a William Shakespeare.
El experto en derechos de autor, en este caso mujer, la licenciada Patricia Spiridónila, ha dicho que se ven tiempos difíciles, pero no especificó la razón. (Esperamos que no sea por llamarla experto).
viernes, febrero 17, 2006
El maestro y el general
Estimado xxxx:
Acuso recibo de tu amable carta y de tu no menos amable solicitud de cumplir acuerdos, compromisos y pactos realizados entre el maestro y tu servidor con respecto a su libro. Como garante de sus derechos de autor, más patrimoniales que morales, según deja ver la voluntad del maestro, te haré las siguientes precisiones y me veré compelido a relatar incidentes menores de las conversaciones, encuentros y desencuentros con el maestro.
Mi cierta indiferencia a las diversas vertientes de la debilidad y el descuido ajenos me impidieron ver desde un inicio la naturaleza, si no dual, al menos horaria de nuestro poeta. Por las mañanas hablaba el maestro, lúcido y sonriente, amable y de imaginación volcánica, con quien podíamos, como editorial, sostener conversaciones constructivas y llegar a los acuerdos necesarios para la publicación del libro. Por la tarde, posterior a la médica y sistemática ingesta de lo que imaginamos ciertos efluvios espirituosos, el maestro se torna general y desdice lo dicho por el maestro y lo dicho por el general para desdecir al maestro en un giro eterno y, las más de las veces, incoherente.
Sé bien, por razones personales que nunca vendr· al caso relatar, que las neuropatías son lentas y, desde luego, inexorables. Por todo ello hemos atendido lo mejor que hemos podido, dadas las incoherencias y confusiones propias del caso, los más requerimientos del maestro, de acuerdo a lo que nos permite entender el general. De un tiempo a la fecha el general ha monopolizado la conversación y hace meses que no tenemos noticia del maestro. El día xx de xxxxx el señor xxxxx, empleado diligente, amable y confiable, en cumplimiento al acuerdo de enviarle los primeros ejemplares que tuviéramos, se presentó en su casa y lo encontró en clásica estampa del juego de Lotería, al menos del que yo jugaba en la infancia. Después de algunos improperios (la riqueza verbal del maestro es tan admirable como envidiable, la del general raya en la oligofrenia y la estulticia) el señor xxxxx dejó los ejemplares, no sin insultos de parte del general.
Acepto, con gusto, retomar la conversación contigo como interlocutor.
Yo puedo aceptar los insultos gustoso, como lo he hecho, seguramente porque mi masa corporal es amplia y mi paciencia abarca más metros cuadrados que la de los demás, masa a la que el general ha tomado, parece, cierto gusto. La obsesión, por demás feudiana, del general por las inclinaciones, manutenciones, capacidades, desviaciones, inflexiones y genuflexiones de mi humana genitalidad la he recibido con la cortesía propia del caso. Los duelos a los que he sido retado y convocado he preferido posponerlos debido, sobre todo, a mi cierta incapacidad mental para la agresión física.
El general y el maestro, en esto sí coinciden, han prometido en ya demasiadas ocasiones no sólo la certeza de su muerte, que todos poseemos, sino la fecha exacta de la misma. La última, según me dijo, era el xx de xxxx. Habrá decido posponerla, para bien suyo sobre todo.
No tenemos otro interés que publicar el libro bajo acuerdo expreso con el maestro. La paciencia casi se me ha terminado, casi, digo, por la estima de la obra y la persona del maestro, no del general.
No me resta sino agradecer tu intermediación.
Un abrazo
La caja de la bahía
dice el hermoso verso de Carlos Pellicer. Y, lo confieso, no he podido resistir a intentar de nuevo la creación automática y aleatoria de sinsentidos, a clara imitación del comentario de La imagen social del bibliotecario (ver enlaces).
Pues en ires y venires en Google (reverso prometía, pero me limitó a punto de lograr una frase interesante) llegó de regreso lo siguiente:
Tiene el color azul, la caja de la bahía del bozal
no tengo la menor idea de por dónde transitaron los sentidos. La caja de la bahía del bozal. La bahía del bozal... hay nombres peores y mejores, pero ¿la caja?, ¿y el morado?
jueves, febrero 16, 2006
Cartas seleccionadas
En vez de ...su nombre surgió, dice su nombre rugió.
Claro, en vez de Libros Condensados dice Libros Condenados, aunque puede sólo ser confesión de culpa...
Juan Rulfo™
Expediente: | 754163 | Denominación: | JUAN RULFO | ||
Registro: |
Folio: | 193175 | Serie: |
Trámite: | SOLICITUD DE REGISTRO | Status: |
Fecha Inicio: | 02/12/2005 | Fecha Termino: |
Detalle de los movimientos
Fecha | Cve | Tipo Movimiento | Folio Salida |
---|---|---|---|
19/12/2005 | 52 | EN ESPERA DE VO. BO. FORMA | 20050515324 |
19/12/2005 | 58 | REVISADO POR LA COORDINACION FORMA | 20050518900 |
19/12/2005 | 53 | EN ESPERA DE VO. BO. | 20050519706 |
20/12/2005 | 51 | REVISADO POR LA SUBDIRECCION DE EXAMEN. | 20050520894 |
31/01/2006 | 109 | QUE EN SU OPORTUNIDAD SE ACORDARA LO PROCEDENTE | 20060038680 |
09/02/2006 | 46 | SE LE COMUNICA IMPEDIMENTO LEGAL PARA EL REGISTRO | 20060050730 |
Folio | Serie | Fecha | Folio Salida | Descripción |
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Esta tabla muestra la información relativa al expediente y trámite seleccionado, los movimientos corresponden a los acciones que el IMPI ha realizado sobre el trámite y las promociones son los escritos presentados por el interesado en relación a este trámite.
miércoles, febrero 15, 2006
Cervantes, artista conceptual...
–Aquí puede vuestra merced, señor don Álvaro Tarfe, pasar hoy la siesta: la posada parece limpia y fresca.
Oyendo esto don Quijote, le dijo a Sancho:
–Mira, Sancho: cuando yo hojeé aquel libro de la segunda parte de mi historia, me parece que de pasada topé allí este nombre de don Álvaro Tarfe.
–Bien podrá ser -respondió Sancho-. Dejémosle apear, que después se lo preguntaremos.
–Sin duda alguna pienso que vuestra merced debe de ser aquel don Álvaro Tarfe que anda impreso en la Segunda parte de la historia de don Quijote de la Mancha, recién impresa y dada a la luz del mundo por un autor moderno.
–El mismo soy -respondió el caballero-, y el tal don Quijote, sujeto principal de la tal historia, fue grandísimo amigo mío, y yo fui el que le sacó de su tierra, o, a lo menos, le moví a que viniese a unas justas que se hacían en Zaragoza, adonde yo iba; y, en verdad en verdad que le hice muchas amistades, y que le quité de que no le palmease las espaldas el verdugo, por ser demasiadamente atrevido.
–Y, dígame vuestra merced, señor don Álvaro, ¿parezco yo en algo a ese tal don Quijote que vuestra merced dice?
–No, por cierto -respondió el huésped-: en ninguna manera.
–Y ese don Quijote -dijo el nuestro-, ¿traía consigo a un escudero llamado Sancho Panza?
–Sí traía -respondió don Álvaro-; y, aunque tenía fama de muy gracioso, nunca le oí decir gracia que la tuviese.
–Eso creo yo muy bien -dijo a esta sazón Sancho-, porque el decir gracias no es para todos, y ese Sancho que vuestra merced dice, señor gentilhombre, debe de ser algún grandísimo bellaco, frión y ladrón juntamente, que el verdadero Sancho Panza soy yo, que tengo más gracias que llovidas…
–…Finalmente, señor don Álvaro Tarfe, yo soy don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama, y no ese desventurado que ha querido usurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos. A vuestra merced suplico, por lo que debe a ser caballero, sea servido de hacer una declaración ante el alcalde deste lugar, de que vuestra merced no me ha visto en todos los días de su vida hasta agora, y de que yo no soy el don Quijote impreso en la segunda parte, ni este Sancho Panza mi escudero es aquél que vuestra merced conoció.
–Eso haré yo de muy buena gana -respondió don Álvaro-, puesto que cause admiración ver dos don Quijotes y dos Sanchos a un mismo tiempo, tan conformes en los nombres como diferentes en las acciones; y vuelvo a decir y me afirmo que no he visto lo que he visto, ni ha pasado por mí lo que ha pasado"
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha.
Barataria
Si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y, conforme a la ley, debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y, habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre.”
¿No es realmente hermosa la paradoja? No hay manera de cumplir la ley, por lo cual Sancho termina por elegir la clemencia. Cada vez que se acercan elecciones me siento gobernador de Barataria, pero sin posibilidad de clemencia.
martes, febrero 14, 2006
Eternidad de los necios
Robert Burton, Anatomía de la melancolía, 1621.
Juan Rulfo será marca registrada
Una marca comercial está hecha para comerciar, ¿beberemos pronto un tequila Juan Rulfo™?...
Lástima, en verdad, lástima
lunes, febrero 13, 2006
Autores, autoras y otros bichos (como los editores)
Para bien, porque algunos pocos autores, igual que antes, reciben la mayor parte del dinero. Homeóstasis le llaman al asunto, entre más dinero, más ganan, entre menos, menos. Dinero llama dinero, decía mi abuela. Y nació una nueva profesión, la del agente, cuyo propósito es cobrar mejor para el autor a cambio del 10 al 20 por ciento de cada cobro. Y los editores no apuestan tanto por autores, sino por libros, y entonces quieren que todos los libros generen dinero, lo que estadísticamente (dada la dispersión y la manía browniana de los lectores) es imposible, pues entra Pareto a escena, el 80 por ciento de los ingresos lo producen el 20 por ciento de los títulos. Y entonces los grandes grupos han intentado uniformar la producción, crear una fábrica de las editoriales, cuando deben tratarse, las buenas, como taller.
Para mal, el sueño frustrado de tantos autores para quienes es punto menos que injusto el trato que la vida les da, pues tienen muy pocos lectores...
Digámoslo, antes los escritores anhelaban la página perfecta, ahora anhela el contrato jugoso, me quedo con la editorial como taller, pequeña, disfrutable y plena, que otros sean quien se obsesionen por el dinero, yo sigo obsesionado con los libros, sus hechuras y sus dichos.
domingo, febrero 12, 2006
Libros, palabras, digitales
Vaya cosa, somos lectores digitales desde hace tiempo, pero nos hemos negado a verlo.
sábado, febrero 11, 2006
Manifiesto
David Eggers
Excelente manifiesto encontrado en el cuento, breve
La música de las palabras
Así pensaba Jlébnikov.
Mirad, el sol obedece mi sintaxis
Mirad, el sol obedece mi sintaxis
verso de sus Decretos al planeta, donde expresa con claridad su deseo de salirse del dominio de esos dioses. Sería interesante fabular sobre la posibilidad misma de que un hecho del mundo, el verso citado, en cuanto parte del mundo, influya sobre otro hecho del mundo y lo gobierne. Pero, para ello, tendríamos que seguir la senda del Tractatus de Wittgenstein e ir a la ninguna parte a donde llegó. Desde luego, se tornaría en una novela interesante, emparentada con Corrección, de Bernhart. O por decirlo como lo hubiese planteado Jlébnikov (o, al menos, como me hubiera gustado a mí que lo plantease): ¿si el destino está escrito, al escribir lo que escribo, escribo lo que me dicta el destino o, al saber que ya estaba escrito, le dicto al destino lo que debió haber escrito y, por ese mismo acto, lo modifico, al disolverlo? Como dice otro de sus versos:
las palabras son los ojos del secreto...
viernes, febrero 10, 2006
¿Por qué editar poesía?
He aquí la razón única de editar poesía: crear otro sentido. Mejor, la razón única de escribirla y leerla. Porque si para algo sirve el oficio de editor es para contribuir, aun cuando sea mínimamente, a esa gran conversación que es la cultura, y hacerlo ofreciendo sentidos, o sin-sentidos, o in-significancias. Y por ello no dejo de pensar en la pregunta inicial. Porque la pregunta, al final de cuentas, no es la correcta ni la importante. Hemos de preguntarnos, y tratar de responder en verdad a la interrogante más definitiva, no ¿para qué editar poesía?, sino algo más directo y urgente: ¿para qué la poesía? Y editarla es, al menos, tratar de poner sobre la mesa esa pregunta y esperar muchas y múltiples respuestas.
Texto leído hace algunos varios años en el día internacional de la poesía en la ciudad de México.
jueves, febrero 09, 2006
El arte de vender versos
Pero eso es falso. La poesía no se vende como libro en la misma y exacta proporción que otros. Eso es cierto y evidente, y ante la fuerza de las novedades y los títulos de amplio desplazamiento, la poesía pierde cada vez más centímetros de estantería y olvidada ha quedado en las mesas de novedades. Es falso también que no tenga venta como proyecto institucional. Se conocen fundaciones, gobiernos municipales, locales o federales que tienen programas de apoyo a traducciones y a ediciones de todo tipo. Y precisamente por la evidente imposibilidad comercial de la poesía parece justo y necesario apoyar su edición, pues nadie la compra para leerla. Así, es posible obtener apoyos para editar libros de poesía y la edición pública gasta dinero público para editar libros de poesía. Pero ese apoyo genera inercias. Editamos entonces lo vendible como proyecto, sin importar el destino de esos libros. Pero publicar es hacer público, lo demás es imprimir libros. Y hacer público un libro de poesía significa intentar llevarlo a sus posibles lectores. Éste es el arte imposible de vender versos.
De las diversas obligaciones del editor, la de calcular los posibles compradores es la más difícil. ¿Cuántos libros podrán venderse? Y tenemos en ese cálculo evidencia de otro de nuestros problemas. En la era del linotipo la segunda edición implicaba hacer negativos, por ello era lógico hacer 2000 o 3000 ejemplares aunque se tardaran más de veinte años en venderse. Actualmente, dada la nueva velocidad de venta, la rotación negativa de inventarios, como ideal regulativo de tiendas, nadie puede no digamos aguantar 20 años, ni siquiera tres. Pero el problema es que editar cada día es más barato y más fácil, por ello la tentación de editar de más es común y perniciosa. Libros hay, confesémoslo, que no podrán vender en 5 años más de 200 ejemplares. ¿Qué necesidad hay de imprimir más? El ideal del editor ha de ser imprimir lo que puede venderse, con la ilusión, falsa desde luego, que la venta representa la lectura. Nunca ha sido rentable editar nuevos autores, tal vez nunca lo será. Por ello hay que editar pocos ejemplares. La venta de poesía requiere tratamientos homeopáticos, infinitesimales. Hace años don Joaquín Díez Canedo apoyaba a los jóvenes editores de la revista El Zaguán. Un buen día le pidieron al maestro que su editorial Joaquín Mortiz distribuyera la revista, pues imaginaban que la distribución, y por ello las ventas, alcanzarían niveles envidiables. Preguntó entonces Díez Canedo: ¿cuántos ejemplares venden? Y a la respuesta fue 300 revistas, con una sonrisa preocupada les pidió a su vez: ¿Podrían venderme ustedes mis ediciones de poesía? Yo no vendo ni 100 ejemplares.
Hay librerías que sostienen secciones de poesía, curiosamente cada día más difíciles de llenar. No hay distribuidora de mediano tamaño dispuesta a tomar títulos de poesía bajo su cuidadoso descuido. La estructura misma de la venta de poesía habla de la salud cultural de un país. La red y complicidad de editores, distribuidores y librerías es el sistema nervioso, la nervadura, de la cultura de un país, la parte sustantiva pero no visible de la reflexión y el diálogo que es cada cultura. Y en su diversidad y fortaleza radica la diversidad y fortaleza de una cultura. La poesía es, ante todo, gozo y enjuiciamiento del lenguaje y la decadencia es, ante todo, desgaste y aburrimiento del lenguaje. El lenguaje aletargado de la política, de la economía, del comercio. Quien comercia con palabras termina por venderlas y empobrecerlas, pero para ello comerciamos con nuevas palabras. Y si nos asomamos a ver la cantidad de poesía puesta a disposición de los lectores en las bibliotecas y librerías, atestiguaremos las sutilezas de esa cultura. El número de traducciones, los clásicos imprescindibles, las apuestas nuevas, hablan de la exquisitez de la cultura.
En México los libreros le llaman clavo a esos libros que no se venden de ninguna manera. Pareciera pues que publicamos puros clavos. A veces en las librerías vemos ese libro que nos compraron y lleva ya algunos años sin venderse. Lo único que nos detiene a comprarlo y resarcir al librero es que seguramente pedirá una reposición y lo tiene etiquetado al precio antiguo. Claro, en los casos honorables de esos libreros preocupados por sus lectores.
Y esa preocupación mejora la cultura. Pues hemos condenado a la cultura a ser subterránea. Vivimos al inicio de una época donde la cultura es, por necesidad, subcultura. Leer, reflexionar, gozar con las palabras es una asunto subterráneo, propio de minorías. Fundamental intentar buscar caminos alternativos y novedosos.
Dana Giogia publicó hace algunos años una crítica pertinente al sistema de apoyos a la poesía norteamericana, culpándolo de la mediocridad imperante. A fines del año anterior se hizo cargo del Fondo Nacional para las Artes, culpable y cabeza del sistema que criticaba. Al volverse juez, imaginamos que aspira a mejorar la calidad, pero sabemos que fracasará.
La preocupación, más allá de las anécdotas y dificultades propias de intentar vender poesía, es que el futuro mismo de la poesía y, el futuro mismo de la cultura, está en buscar alternativas que sostengan la diversidad. De seguir su cursos las tendencias de fusiones y adquisiciones, nos vemos condenados a escuchar la misma música, a ver las misma películas, a ver los mismos programas de televisión y a tener las mismas opiniones sobre exactamente los mismos problemas. Terminaremos por hablar el mismo idioma y llegaremos, horror imposible, a reírnos de los mismos chistes y bromas. Hace poco por azar y curiosidad sintonizamos en internet una estación italiana para descubrir, con horror, que programaban lo mismo que en México. Los viajes, ahora, no ilustrarán sino desorientarán.
Y apostar por la diversidad es apostar por la vida de las editoriales independientes. Lejos estamos de la época donde editar era asunto de caballeros y damas ocupados en darle voz y vida a las expresiones más diversas. Las fusiones son cada día más preocupantes, pues dejan sin alternativas. Nuestros sellos pueden estar tranquilos, de cierto no por un compromiso férreo en mantenernos independientes, sino porque no hay posibilidad alguna que alguien tenga intención de comprar un sello de poesía. Y de ese desinterés hay que obtener fortaleza. Virtud del mercado mexicano es que los editores pequeños podemos pelear la mesa de novedades y acaparar mucho de las secciones especiales, siempre y cuando dispongamos de una estrategia de venta.
Regresamos al punto de partida. La poesía no tiene demasiado mercado, si podemos decirlo de ese modo, pero hay que crearle mercados posibles. Ceñir la cantidad de ejemplares a lo real e intentar hacer rentable esa edición. Utilizar pues los apoyos como fortaleza y no como alternativa de manutención.
Pero hay otro problema no menos preocupante. Ahora, en nuestras tierras, ser poeta es una profesión respetable. Tan respetable que muchos son quienes se cuidan del estro e intentan nunca ceder a sus urgencias. Hay también apoyos, becas, residencias, intercambios, encuentros, lecturas, memorias y tertulias financiadas por gobiernos estatales, municipales, federales, nacionales y mundiales. Y llegamos a las urgencias editoriales. Se edita más de lo que se escribe, y entonces se publica un primer libro y a éste se le añaden algunos otros poemas y tenemos uno nuevo, y aparece otro y otro más que reúne los dos anteriores, y un tercero, nuevo, que es el quinto ya y se está listo para solicitar la beca para escribir un sexto y hasta un noveno y recopilar todos en las primeras obras reunidas para después publicar una antología de todo ello y una antología para jóvenes de lo mismo y una reunión de lo mejor en otro lado. Pero, si nos permiten la obviedad, la culpa de que se editen malos libros de poesía es de los editores de poesía. Y regresamos al asunto de los subastadores. Asoma entonces la terrible pregunta. ¿Para qué tanta poesía? ¿En verdad hemos vivido una multiplicación tan escandalosa de la buena poesía? ¿La humanidad ha alcanzado su etapa superior donde todos los poetas son excelsos? Lo dudamos. ¿Cómo llegó a sobrar tanta poesía? ¿De dónde entonces la necesidad de editar tanta poesía? No es, pues, su alta rentabilidad, el problema era su casi imposibilidad de venta. ¿Para qué tantos y tantos libros de poemas?
Terminemos ensayando algunas respuestas. No es del todo inatendible la hipótesis de la profesión poética. Que si ser poeta es profesión, entonces hay regulaciones. Y todo poeta debe demostrar serlo por medio de sus libros. Entonces hay una presión cada vez mayor por publicar para obtener apoyos y por publicar para demostrar el buen uso del apoyo recibido. Pero no sólo es esa parte el problema. Hay premios, demasiados premios. Si pensamos que en México existen al menos entre 40 y 50 premios de poesía al año, eso nos da la horrenda cantidad de 500 premios en diez años. Y hay ya premios cuyo único monto es la publicación del libro. Entonces, pese al aumento de buenos poetas, no hay posibilidad alguna de tanta buena poesía. Debemos, pues, retraernos. Si hemos de intentar crear un sistema de distribución capaz de llegar a la mayor cantidad de lectores, hemos de hacer crítica de lo publicado. Falta, desde luego, ediciones de muchos poetas. En librerías no hay títulos que debieran ser de uso común. No hay buenas ediciones de buenos poetas. Faltan demasiados clásicos y, sobre todo, casi no hay libros didácticos sobre el tema. Al ver la necesidad de la poesía infantil los grandes grupos editoriales han apostado por llenar ese vacío para los mercados escolares. Más allá de distracciones, no hay propuesta de los editores independientes.
No editar lo que se vende sino vender lo que se edita y, para ello, ahora se inició una distribuidora. Las sendas que llevan del almacén al librero pasan por los melancólicos vendedores de poesía. La venta institucional no durará para siempre, hemos de lograr independencia antes de que nos convierta la realidad en quimera. Y la unión en diversos frentes y en diversos proyectos, la apuesta por intentar vivir con nuestros propios medios es más que urgente.
Curiosa conclusión a la que hemos llegado, aquello que nos reúne, el tamaño y la independencia, cuya cifra mayor es el insuficiente mercado, es sin duda, la cifra también de la solución. Hemos de conservar la independencia a fuerza de conseguir una cuota de mercado. De otra manera desaparecerá nuestra independencia y, con ella, la razón misma de nuestros afanes: la edición de poesía.
miércoles, febrero 08, 2006
El Coco de todos olvidado
Erratas momentáneas
martes, febrero 07, 2006
El prójimo en dosis homeopáticas
Otro día, infausto, tocan a mi puerta a las nueve exactas de la noche. Buenas noches vecino, me dice una sonrisa enorme de dientes caramelos. Tenemos junta. ¿Junta? De condóminos. No soy condómino, le digo. Le rento a la condómina. Pero igual puede venir a la junta. Le agradezco, vecina, pero no tengo voz, ni voto, ni opinión, que si deciden poner en la entrada una réplica exacta de las rejas de Chapultepec a mí me da igual, pues no pondré dinero alguno y si me parece un adefesio lo más que haré es rentar en otra parte. Pero vamos a partir la rosca. ¿De quién, le digo? De Reyes. ¿Alfonso? No, vecino, de Gaspar, Melchor y Baltasar. No puedo comer rosca. ¿Por qué?, me pregunta con ojos hororrizados. Motivos médicos, le digo. Eso sí, la misma vecina amartillada, a los pocos días de nuestro desencuentro, al verme venir cargado de bolsas, me saluda atenta pero cierra la puerta de entrada el edificio. Gracias, le digo a mi vecina, deseándole ...
¿Y el prójimo médico de los remedios? Hace tiempo un médico después de sacarme muestras de saliva, sangre, meados, mierdas, suspiros y ventosidades terminó por darme su diagnóstico terrible: tiene usted alergia. Doctor mío, le digo, ¿se dedicó usted seis años a la carrera, tres a su residencia y otros tres a su especialización, para decirme lo que sabe cualquier hijo de vecino con sólo verme la pierna? Eso se lo dije yo mismo en el momento primero, lejano y placentero, cuando no lo conocía en persona y le dije por teléfono mi problema. Tengo una alergia, es cierto, ¿por qué? No tengo idea, lo mando con un dermatólogo, ay, prójimo descendiente de las doctas ignorancias.
Hace poco, en una parada de autobús, llegó un hombre mayor, canoso, obeso, sonriente y oloroso a los muchos días de intemperie. Buscó el monto exacto para su camión y, de pronto, con una sonrisa enorme, se dirige a mí y me dice ostensivamente: mira, mi bastón. Ha sido el comentario más cálido hecho por prójimo mío en los últimos tiempos. O el niño comino y vecino que, al verme en la escalera y aquilatar mi humanidad barbada me dice, serio como sólo son serios los niños: barba.
Pero no es sólo confesión de mi cierta comezón. De mi rasquiña. Que el prójimo cercano, ese que a diario vemos en nuestros deambulares, no deja nunca de sorprendernos. Cuando se estudia la fuerza del tercer Reich, su amplia influencia, su destructora delación, su clara aceptación activa, descubrimos, horrorizados, que el prójimo, ese que de pronto y de vez en vez vemos al bajar una escalera de donde habitamos, ese prójimo silente y meticuloso, ese mismo prójimo al que de vez y en vez saludamos, fue quien delató a los extraños, a los diferentes, a los delatables. Y al paso de los años, ese prójimo es el mismo que teme la llegada de tantos extranjeros, de tantos extraños. ¿Qué precisaría mi vecina de pijamas espantapájaras para decir que mis costumbres son extrañas, que realizo actos extravagantes y que más valdría tenerme a buen resguardo? Un poco de confianza. Sólo eso. Sentir la fuerza de alguien, un punto de apoyo, un respaldo. Que el germen está dado, que nos tenemos la más pura desconfianza y hemos llegado ya a sentirnos derrotados. Que la ira cotidiana nos embarga y terminamos por reclamar lo irreclamable, que ceder a la idea de orden no es tan lejano ya para poder cobrar ciertas e inciertas fechorías. Que el prójimo cede a la estupidez con cierta valentía: la del prejuicio. Plegue a los dioses otro sea nuestro destino.
lunes, febrero 06, 2006
Gordo confeso
Tampoco poseemos una opinión desarrollada de los lugares donde las sensaciones, los sentimientos y los pensamientos moran en su corpórea existencia, manifestación o cubierta. Nos ha tocado vivir en una época de cuerpos superficiales y terrenos. La piel, esa superficie profunda de nosotros y los otros, es una apariencia. Preferimos los emplastes, los correctores, vamos, cualquier cosa que la oculte y permita verla de otra manera. Y ya no sólo lo que el mismo cuerpo es, sino lo que puede ser. Nos prometen quitar arrugas, agrandar senos, redondear nalgas, aplanar abdómenes, eliminar lastres, desaparecer venas hórridas de piernas o dolorosas del ano, aclarar pieles, borrar ojeras, embellecer patas, perder peso, por cuyo medio lograremos aumentar la autoestima, henchir la autofelicidad, vernos autodelgados y, esperamos, evitar autosuicidarnos. Y, mansos y coloridos, creemos en cualquier otro remedio que no sea el canónico, científico o tradicional. Y hay quienes incluso permiten inyecciones de aceite de dudosa procedencia, en nalgas, piernas o senos, para ser más bella o bello. Porque la felicidad, el gozo, consiste para estas almas simples, en parecer bello, no en sentirse bello o gozar su cuerpo, sino en ser objeto de envidia, cuchicheo y comentario de los demás. Pero nada como las promesas de eliminar la grasa cotidiana de tantos gordos y gordas anónimos. Coma todo lo que quiera y baje de peso. Con todo, la gordura, paradoja curiosa, es algo oculto, soterrado. He decidido por ello ser un gordo confeso, gordo a cuya gordura no hay que llegar por medio de interpretaciones psicoanalíticas y las libidos sublimadas, las interpretaciones new age del abrazo continuo y sosegado, las arquetípicas del vientre materno, las conductuales cognitivas del cerco de Numancia, las conductistas de las madres alimentadoras, las peregrinas de la envidia materna, las neurofisiológicas de los desajustes de la norepinefrina y la serotonina, y las sabias, vanas y dolientes que faltan. Gordo confeso y simple, en cuya gordura no hay más que alimentos terrestres paladeados y degustados en demasía, en cuya demasía misma habita y por cuyo camino se llega al palacio de la sabiduría. Gordo confeso, puedo dejar de ocultar mi gordura a los ojos inquisitivos de los otros todos y de mi propio espejo. Porque nuestra época resiste poco a quienes no cargan con su gordura alguna culpa y muestran y pasean su exceso a los ojos sorprendidos de la gente.
El despierto, el iluminado, quien alcanzó a develar ciertos secretos, posee varias imágenes meritorias, no la menos, donde se muestra feliz, gordo, ombligudo y sonriente, pues, a veces es bueno recordarlo, el Buda fue un gordo confeso.
viernes, febrero 03, 2006
Cambiar de aires
Viajo, pues, para estar en el lugar al que voy y no creo, por ello, en las lejanías o cercanías, creo en el ritual del viaje. En mudarse para encontrarse otro en quien es uno siempre uno.
Apenas hace unos meses, al caer en cuenta de que no había tenido tiempo de irme a descansar, de tomarme un par de días para no hacer nada y reencontrarme de nuevo en el cauce de lo que hago, pues todo volvía a la normalidad una tanto vacua y pedagógica y no había modo de viajar con quien, queridísimo, reiniciaba sus donaires educados, decidimos, mutuos, ensayar una variante. Pasar nuestras vacaciones en nuestra ciudad misma, y partir al Zócalo con la intención de no hacer nada en su veranda. Lo curioso de tal viaje, dada su inmensa cercanía, fue encontrarnos uno con el otro en una situación dichosa y novedosa, juntos por el mor de estarnos juntos, disfrutándonos haciendo nada para seguir sin plan fijo, haciendo nada. Y fue un viaje único y memorable, por su cercanía clara y su compañía dichosa, pues de cierto viajar es también, y a veces, viajar con alguien.
Las anécdotas, desde luego, dan color no tanto al viaje como a su relato. Baste decir en este caso, que a falta de previsión no encontramos habitación en ningún hotel del Zócalo y los aires aventureros nos llevaron a otros lados, donde recorrimos otra parte de la ciudad con la mirada curiosa y atenta de quien pisa esas calles por vez primera, pese a circular por ellas en más de una ocasión. Pues viajar es, cuánto se nos olvida, asombrase.
jueves, febrero 02, 2006
Miedo a volar
1. La novela nos cuenta las dudas y problemas en el descubrimiento de la sexualidad de las mujeres de esa generación, las nacidas en los cuarenta, las protagonistas de los sesenta. Y al llegar al tema de los orgasmos hace un descubrimiento aleccionador. De pronto, se percata de que no logra sentir aquello que la literatura describe como el momento mayor, la cima de placer, el orgasmo mayor de la mujeres. Descubre, para sorpresa de todos, que esos orgasmos no fueron sentidos nunca por mujer alguna, que en El amante de Lady Chaterly, a guisa de ejemplo, no se venía Emma, sino Lawrence disfrazado de Emma. Que el buen D.H. Lawrence no describía, imaginaba, no imaginaba, legislaba el orgasmo femenino sin haber nunca tenido ocasión alguna de experimentarlo, pues se venía como lo que era, un hombre. Y describía lo que imaginaba o pensaba que era o debía ser el orgasmo femenino. Así pues, Isadora y Erica deciden venirse a su real placer y entender y describirlo como se les da la gana. Y lo hacen no para tratar de calentar a nadie, tan sólo por el disfrute de hacerlo, por la necesidad de hacerlo. Lo hacen porque escriben. Y escriben de sus orgasmos como ellas experimentan o no experimentan sus orgasmos. Y escriben sobre lo que les gusta o no.
2. Cuando Virginia Woolf pidió una habitación propia la elección de actividades para las mujeres eran del todo antinaturales. Cuando Erica e Isadora deciden dedicarse a ser quienes son, el mundo cambia. Isadora busca volverse escritora y lo busca de la manera más natural posible: se pone a escribir. No es, pues, el deseo de lograr hacerlo, intenta y logra volverse escritora. Pero no cuenta toda la verdad, pues nada como eso existe en una novela, la novela es una mentira, pues es ficción y, en tanto ficción, debe decir otras cosas, no la verdad simple y llana. Y, en ese instante, nace la escritora, cuando se da cuenta de que tiene algo que contar (que es su vida, su vida hecha ficción, no su vida trivializada), que sabe contarlo (y descubre el humor, la ironía y la burla, para su bien y el nuestro) y le interesa hacerlo, pues en ello, de hecho, le va la vida.
3. Isadora, casada en segundas nupcias con su séptimo psicoanalista, lo deja en un congreso de su especialidad y sale a un viaje sin plan premeditado, según cree ella, junto con Adrián Buenamor, psicoanalista impotente y redomado cabrón. El gran cambio es que Erica Jong nunca cede a la tentación de hacerle daño a su personaje. Nada de abortos, ni muertes ni tragedias. Que una mujer decida coger con quien le place, deje a su marido y elija al más cabrón de todos no le causa daño alguno, al contrario, la libera. Así pues, no paga la infidelidad ni termina destrozada. Termina metida en la tina, dando vueltas a la posibilidad de divorciarse de su esposo, quien la espera como todo buen caballero psicoanalista.
4. Cuando se enamora de Adrian Buenamor lo hace enloquecida, dejándose ir, a sabiendas de que no le importa si lo que hace está bien o mal, lo hace porque quiere hacerlo, pero lo hace porque siente un deseo enorme por Buenamor. Y ejerce sus poderes de seducción y deja que él ejerza los suyos. Y se burla de él y termina enamorándose de él. Y cuando se da cuenta de que su verda permanecerá flácida por mucho tiempo pues no tiene la fuerza ni la entereza para satisfacerla se enamora de él más cuando le dice: "Cuando escribas de mí no sabrás si soy un santo o un cabrón, no podrás ponerme etiquetas, no sabrás si soy un héroe o un antihéroe. Su verga flácida logró penetrarme mucho más profundo de lo que nadie nunca había hecho, entró en mí".
5. La fantasía de la cogida sin cierre, descremallerada, deszipperada, ha cifrado la fantasía del libro. Las mujeres, dicen Isadora y Erica tenemos deseos también de cuerpos sin compromiso, pero sabemos que no son importantes, que son fantasías y nos gusta tenerlas. El sexo no es el problema, no es un problema, el problema radica y se encuentra en otras partes y hemos de poder disfrutar del sexo como mejor nos convenga. En estos días del sida parece que hemos perdido esa noción fundamental, la solución no es negar la sexualidad, sino aceptarla y tomar las precauciones adecuadas. La revolución sexual fue profundamente superficial, y en su superficialidad no logró resolver ninguno de los problemas que intentaba solucionar.
6. Cuando se une sexo e inteligencia los bienpensantes parecen no aceptarlo muy bien. Si se añade humor, el desastre puede estar cerca. No es posible que una mujer inteligente, culta, buena escritora sea tan caliente, pues sólo alguien muy caliente se interesa por contar sus aventuras, reales o no. El sexo se empeña, pese a los bienpensantes, en llenar cada rincón de la vida, en estar presente en sus ausencias y en definir y definirse a partir de todas sus aventuras, fantasías, prácticas, deseos, carencias... Si ejerce su sexualidad y es lo único que le interesa parece que es comprensible, si se dedica a ejercer su inteligencia y no a tener una vida sexual, es comprensible, pero que quiera ejercer ambas pone nerviosos a todos. Recordemos que la novela se publicó hace treinta años...
7. Mofarse y retratar exactos a los hombres no es el menor mérito de la novela. El director de orquesta que esperaba que su madre todavía le limpiara el culo y dejaba unas manchas esparcidas por la cama, el buen doctor buenamor cuya impotencia explicaba porque no le apetecía nunca coger, su esposo loco que se creía el nuevo redentor e intentaba caminar por las aguas de nuevo, su esposo tan controlado y distante, que no tenía el menor respeto por las fantasías, pues eran sólo fantasías.
8. Erica Jong intentó retratar el pensamiento de la mujer de su momento. La obligación del escritor es decir la verdad, y trató de plasmar la verdad de las mujeres, su verdadero pensamiento, como lo habían hecho Phillipe Roth y John Updike con los hombres. La importancia de la obra está dicha en este punto. Erica Jong creó un personaje memorable de la literatura vigesímica, mujer pensante y sintiente, amante y amadora, culta y escritora. Casi nadie se lo ha perdonado.
9. Traducida a 27 idiomas, ha vendido más de 12 millones de ejemplares. Erica Jong lo explica magistralmente: "El libro se convirtió en un éxito por razones extraliterarias. Una desconocida salida de quién sabe dónde habla de sexo y, además, es rubia..." Su apuesta fue clara y sigue siéndolo "la vagina no es un obstáculo para la literatura".
10. "Los escritores son las únicas personas sobre la tierra cuyo trabajo principal es contar la verdad. Escribir es un llamado, no una profesión y todo lo que lo vuelva comercial debe anularse".
11. Que Miedo a volar vuelva a circular, siquiera porque se cumplieron 30 años de su primera publicación es motivo de alegría y festejo. Si se le leyere sería uno de los mejores elogios para la obra.
Soneto a la errata de Alfonso Sastre
Alfonso Sastre
Escritores dolientes, padecemos
esta grave epidemia de la errata.
La que no nos malhiere es que nos mata
y a veces lo que vemos no creemos.
Tontos del culo todos parecemos
ante el culto lector que nos maldice:
"Este escritor no sabe lo que dice",
y nos trata de gilis o de memos.
Los reyes de Rubén se hicieron rayos.
Subrayé, más no vino la cursiva.
Donde pido mejores van mujeres.
Padecemos, leyéndonos, desmayos.
El alma queda muerta, más que viva
pues de erratas te matan o te mueres.
Estrambote:
Con sólo cinco erratas y un desliz
en mi soneto, sería yo feliz.
miércoles, febrero 01, 2006
De cómo los poemas pésimos son, pese a todo, poemas
Un poema pésimo es un poema.
Cualquiera puede escribir poemas [pésimos].
Cualquiera puede publicar poemas [pésimos].
Nadie puede ser juzgado por sus poemas [pésimos] penalmente.
No defiendo a Witz en lo absoluto, mucho menos defiendo a su pésimo poema, defiendo su derecho a escribir y publicar poemas pésimos y a que se valoren sus poemas y su acto de publicarlos a nivel estético, no a nivel legal.
Mal anda el país cuando el ministro de la suprema corte califica, precisamente, de pésimo poema a un pésimo poema desde un punto de vista estético para, sobre ese juicio estético, establecer un juicio moral que convierte en juicio legal para negarle el amparo. José Emilio Pacheco dice: No amo a mi patria. Cierto que legalmente no hay obligación de amar a la patria, al menos por ahora, pero alguien podría demandar a Pacheco por injuriar a la patria y, lo que me parece muy grave, el juez tendría que aceptar la demanda y resolver sobre la misma, pues la suprema corte negó el amparo de que la ley sobre los símbolos patrios es menos importante que la constitución, pues ciñó la libertad de expresión a los límites de no crearle problemas a nadie en su moral, buena fama, moral pública y símbolos patrios. Porque una de las mayores estrategias en México para restringir la libertad de expresión es acusar a los periodistas de Difamación y daño moral. Recordemos el caso de Lydia Cacho. Y la difamación en gran parte del país es un delito penal por el cual puede cualqueira ser encarcelado. Y la suprema corte dijo, al final de cuentas, que esas leyes menores tienen más peso que la propia constitución, que establece la libertad de expresión, que viene junta a la libertad de pensamiento, de creencia y de información.
Esa parte es la que me parece grave. La imaginación de Witz es elemental y por demás escatológica, vamos, propia de un niño pequeño que juega apenas con palabras y conceptos y repite caca entre carcajadas. Pero nadie puede juzgarlo en tribunales por ello. Puede, podemos, evaluarlo estéticamente, y decir que es pésimo y, junto a ello, decir que tiene todo el derecho de publicar sus poemas.
PD. Vamos, podríamos reclamarle a los demandantes de Witz daño moral, pues de no haberlo demandado no hubiéramos tenido necesidad alguna de leer a Witz...