Los méritos de los editores, publishers, quizá sólo sean equiparables a los del mesero atento que lleva el manjar exquisito. Lo importante son los autores, todos los demás, editor, traductor, editor de mesa, corrrector, lector de pruebas, impresor, y etcéteras varios, parásitos de él. Claro, después los lectores... Pero hay que matizar, lo importante, incluso por encima de los autores, es la obra, el objetivo fundamental de la edición es publicar obras para sus lectores, para que esas obras logren encontrar en el espacio y el tiempo sus lectores y engendren lo que deban engendrar... Ni siquiera, pienso hoy, los autores son tan importantes, importantes en cuanto a vehículos, quizá, como medio para la obra. Así es, los editores somos quienes ponemos los manjares a disposición de los lectores, los comensales, los grafófagos, y en ese gesto radica nuestra grandeza y nuestra miseria. Porque hay épocas cuando editar ciertas obras no gusta a quienes tienen el poder, otras donde la sociedad casi toda está en desacuerdo y unas cuántas otras cuando es casi un acto de santidad llevar ciertos manjares a lugares donde muy pocos están en condiciones o en libertad de paladearlos.
Pero en la sociedad abierta, o más o menos abierta, editar no tiene ese aire de gloria y riesgo, y debemos intentar desarrollar nuevos gustos y llevar las conversaciones a ciertas obras o rescatar otras del olvido.Cuánto más abierta la sociedad, menos uniformidad debiera haber.
Y, claro, vivimos una época donde la repetición manda y el consumo reina, por lo cual se busca volver repetible, mensurable y dosificable la producción y reproducción de las obras, por mor de las ganancias. Pero no logran, como en mucho otras áreas, acabar con los pequeños. En la comida han intentado, pero perviven los buenos restaurantes pequeños. En la venta al menudeo lo han logrado con creces, los grandes almacenes han logrado quebrar a muchísimas tienditas y lo seguirán haciendo. En ropa, en calzado, en decoración, en fármacos, en muchos y variados menesteres han logrado crear un modo y una manera en que la utilidad aumenta y la diversidad dismunuye. No así en la gastronimía, no así en la edición. En el palcer y la fantasía mucho han logrado, y mucho más lograran. Claro, bien dice Hans Magnus Enzensberger, la industria editorial es la única en donde un filete mignon cuesta lo mismo que una hamburguesa. Hay que buscar caminos para llevar las obras a sus lectores, pero no como la parte fundamental, no como si la edición debiera sobrevivir pese a la extinción de las obras, todo lo contrario... Y debemos encontrar manera de llevar las obras a los lectores. Nuevas maneras, en las cuales, incluso, parezca que no existimos, maneras transparentes...
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