viernes, febrero 17, 2006

El maestro y el general

[Carta enviada para aclarar ciertos malos entendidos, y me he divertido, lo confieso]

Estimado xxxx:

Acuso recibo de tu amable carta y de tu no menos amable solicitud de cumplir acuerdos, compromisos y pactos realizados entre el maestro y tu servidor con respecto a su libro. Como garante de sus derechos de autor, más patrimoniales que morales, según deja ver la voluntad del maestro, te haré las siguientes precisiones y me veré compelido a relatar incidentes menores de las conversaciones, encuentros y desencuentros con el maestro.
Mi cierta indiferencia a las diversas vertientes de la debilidad y el descuido ajenos me impidieron ver desde un inicio la naturaleza, si no dual, al menos horaria de nuestro poeta. Por las mañanas hablaba el maestro, lúcido y sonriente, amable y de imaginación volcánica, con quien podíamos, como editorial, sostener conversaciones constructivas y llegar a los acuerdos necesarios para la publicación del libro. Por la tarde, posterior a la médica y sistemática ingesta de lo que imaginamos ciertos efluvios espirituosos, el maestro se torna general y desdice lo dicho por el maestro y lo dicho por el general para desdecir al maestro en un giro eterno y, las más de las veces, incoherente.
Sé bien, por razones personales que nunca vendr· al caso relatar, que las neuropatías son lentas y, desde luego, inexorables. Por todo ello hemos atendido lo mejor que hemos podido, dadas las incoherencias y confusiones propias del caso, los más requerimientos del maestro, de acuerdo a lo que nos permite entender el general. De un tiempo a la fecha el general ha monopolizado la conversación y hace meses que no tenemos noticia del maestro. El día xx de xxxxx el señor xxxxx, empleado diligente, amable y confiable, en cumplimiento al acuerdo de enviarle los primeros ejemplares que tuviéramos, se presentó en su casa y lo encontró en clásica estampa del juego de Lotería, al menos del que yo jugaba en la infancia. Después de algunos improperios (la riqueza verbal del maestro es tan admirable como envidiable, la del general raya en la oligofrenia y la estulticia) el señor xxxxx dejó los ejemplares, no sin insultos de parte del general.
Acepto, con gusto, retomar la conversación contigo como interlocutor.
Yo puedo aceptar los insultos gustoso, como lo he hecho, seguramente porque mi masa corporal es amplia y mi paciencia abarca más metros cuadrados que la de los demás, masa a la que el general ha tomado, parece, cierto gusto. La obsesión, por demás feudiana, del general por las inclinaciones, manutenciones, capacidades, desviaciones, inflexiones y genuflexiones de mi humana genitalidad la he recibido con la cortesía propia del caso. Los duelos a los que he sido retado y convocado he preferido posponerlos debido, sobre todo, a mi cierta incapacidad mental para la agresión física.
El general y el maestro, en esto sí coinciden, han prometido en ya demasiadas ocasiones no sólo la certeza de su muerte, que todos poseemos, sino la fecha exacta de la misma. La última, según me dijo, era el xx de xxxx. Habrá decido posponerla, para bien suyo sobre todo.

No tenemos otro interés que publicar el libro bajo acuerdo expreso con el maestro. La paciencia casi se me ha terminado, casi, digo, por la estima de la obra y la persona del maestro, no del general.

No me resta sino agradecer tu intermediación.


Un abrazo

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