miércoles, diciembre 27, 2006

Escribir el silencio

Rompo al silencio al escribir sobre él líneas sucesivas en Libro de notas...

martes, diciembre 19, 2006

Le hicieron al ventrílocuo

Recordé a Fidel Velázquez enfrentado a una grabación con sus declaraciones acabadas de negar por él: ¡le hicieron al ventrílocuo!

viernes, diciembre 15, 2006

El médico del temor

Su abogado Marco Rocchini dijo que demandará judicialmente a La Scala por dañar la reputación de Alagna y agregó tener un certificado del médico del temor que confirma la hipoglucemia sufrida el domingo por la noche. [completo]

* * *

Agradezcamos a Roberto Alagna el mal canto, de otro modo ¿cómo hubiésemos nunca reparado mientes en el médico del temor? Bravo, maestro...

martes, diciembre 12, 2006

Filosofía del tedio

Aparece por fin en español Filosofía del tedio, libro por demás atendible, editado por Tusquets. Leí la versión inglesa, publicaba en Londres, ¿Reaktion Books? Lars Svensen reflexiona sobre el tedio, ese lugar común donde se desarrolla el mundo actual, ¿esfera? Buscaré la edición en español para leerlo de otra manera.

Le respondo a Tomoo sobre Garro.

¿Alguien sabe por qué los hospitales son tan poco hospitalarios?

En algún lugar leí un comentario sobre el libro de Winchester El profesor y el loco donde afirmaba la inexistencia de versión en español. Nada más falso, Debate la publicó hace algunos abriles y, en México, la reseñó David Huerta en El universal.

Reinició, espero que con regularidad, mi colaboración en Libro de notas.

Y agradezco a Roger Colom el enlace.

domingo, diciembre 10, 2006

¡Mejoró el mundo!

No sé a ustedes, pero a mí me parece que el mundo mejoró un mucho: ¡murió Pinochet! Lo que nunca he terminado de comprender es ¿por qué casi todos los dictadores son longevos?

Es lástima que no exista el infierno...

sábado, diciembre 09, 2006

Dislates

No deja de ser preocupante recibir un correo que dice, más o menos: me llegó un correo de alter.com con una muestra de disparates y pensé inmediatamente en ti. Sea y agradezco a AHP (¿si tenemos siglas iguales somos tocayos o siglayos? Como el diptongo de consoantes de Les Luthiers: ¿diptongonante o consonantongo?). Transcribo:

América latina es fértil en mandatarios que hablan curiosamente.

Del Cono Sur bajo las dictaduras de los ’70 y ’80 se recuerdan todavía frases de militares en el poder que cosquillean en la mente: “El país vivía una situación desastrosa y le imprimimos un giro de 360”, dijo uno.

Y otro: “Estábamos frente al abismo y dimos un paso adelante”.

O la muy notable de Pinochet: “Antes de hablar, voy a decir algunas palabras”.

Los civiles no escapan a esta norma, que el ex presidente argentino Carlos Menem cumplió con brillantez: “Mi libro de cabecera son las obras completas de Sócrates”, afirmó. Un maligno comentó que así era porque Menem nunca leía.

viernes, diciembre 08, 2006

El cártel de la Yucca

Parece nacer el cártel de la Yucca. Será harto interesante. Me la he pasado entre ires, venires, dimes y diretes el día de hoy. Recibí envíos interesantes, llegaron dos libros nuevos, sólo menté tres veces a mi abuela (quien afirmaba, dubitativa, incluso, haber sido feliz una vez en toda su vida, y cuando niña), me decido a comisionar mi ex libris, después de mucho pensarlo, inicio un proyecto de ex libris para los libros nuestros y medito sobre el cártel de la Yucca. Me imagino en esos videos cuando entran a los penales de alta seguridad llamados de nueva manera siempre: ¿nombre? Alfredo. ¿Actividad? Editor. ¿Cuál era su participación en el cártel? Hacer engrudo. ¿Para que utilizaban el engrudo? Para hacer guardas. ¿Guardas de qué? De papel, para los libros. ¿A qué se dedicaban sus cómplices? A encuadernar. ¿Dónde se reunían? En el Jekemir. ¿Cuál era su alias? Alfonso...

jueves, diciembre 07, 2006

Cara de Alfonso

Por alguna razón, que imagino, desde luego, pues hubo Alfonso Herrera famoso y callejuelo ahora, me han nombrado y me mientan como Alfonso, pese a Alfredo. Lo primero que en mi vida publiqué, hace muchos abriles, en la Gaceta del Fondo de Cultura Económica, otrora casa muy otra de la edición exacta y parsimonioso, pusiéronme, como sino, Alfonso. Ricardo Ortega, el muy diestro según deja ver su blog A caballo artes del libro, me nombra Alfonso, pero en su caso ¿cuál cara sino la tipográfica? Sea, tengo cara y alma de Alfonso, nombrado Alfredo, consejero de los duendes desde siempre.

Conocer a alguien diestro e inteligente, incluso en estas virtualidades, siempre es un acontecimiento. Miles de gracias y sin número de parabienes don Ricardo.

martes, diciembre 05, 2006

¿Abundancia?

La idea de encontrar cualquier libro en cualquier momento tiene mucho de seductor, y es casi posible, siempre y cuando se tengan los conocimientos y los recursos económicos. ¿Podrá hacerse de manera gratuita en algún momento en las bibliotecas públicas? Quizá, en cuanto a los recursos económicos, no me queda tan claro en cuanto al conocimiento. Hace poco, por ejemplo, alguien puso a la venta una caja llena de timbres mexicanos. La foto mostraba con claridad meridiana la caja, pero no el contenido. Alguien que, de seguro, la encontró en el cuarto de los tiliches o en el armario de la abuela. La compré a un precio que podía ser irrisorio o altísimo, pues en la caja podría haber basura. Me sorprendió la gran cantidad de timbres valiosos. O, por el contrario, puede uno resultar tan conocedor como Homero Simpson en el mercado de pulgas y comprar lo único que no tiene valor. ¿Será en verdad que pasamos de la economía de la escasez a la eonomía de la abundancia? ¿O más bien habrá una parte del mundo, lo más probable, con economía de abundancia y la otra con economía de escasez? ¿Así con los libros?

domingo, diciembre 03, 2006

Basurero para reciclar sobrantes

En México somos reactivos. Más que eso, sólo somos reactivos. Todos las naciones lo son, desde luego, pero exageramos. Y monolíticos. El sector ilustrado, digamos, debe apoyar la ley del libro, traducida como debe estar a favor del precio único. Estoy a favor del precio único (aclaro, no me avayan a mal ver), pero no creo que sólo exista el precio único como salida. El apoyo para la creación de librerías tendría un efecto igual de benéfico, así como la creación de becas para estudio y de becas de profesionalización, digamos que alguna dependencia, por concurso sería mucho mejor, pague a un cierto número de personas para que elijan dedicarse a vender libros. Desde luego, becar a los libreros existentes para que mejores y se capaciten, pero esa parte es la obvia. Lo interesante es que egresados de maestrías y doctorados tengan, digamos, cinco años asegurados de un sueldo equivalente al que ganarían en otras partes para dedicarse sea a poner una librería sea a trabajar en una o varias y llevar el oficio al dignísimo nivel que tenía. Lo mismo para encuadernadores, para impresores, y tantos etcéteras. Pero se vuelve, con demasiada cotidianidad, asunto de todo o nada. No hay librerías en México, lo que significa que hay muy pocas y las pocas se están convirtiendo en ningunas. Apoyemos la creación de librerías y que los grandes grupos editoriales apoyen la creación de liberías con capacitación, buen servicio, crédito y consignaciones. Los grandes grupos consideran adecuado tardarse 15 días en entregar los pedidos, y no creen tener nada que ver con el problema de la falta de librerías, además de que no surten pedidos pequeños. Recuerdo hace años una llamada a Planeta sobre una colección de autores jóvenes españoles. Después de varios días de llamadas donde nadie sabía nada, logré hablar con un editor quien, como toda respuesta a mis preguntas terminó preguntándome: ¿cómo se enteró que existe esa colección?, pues él debió investigarlo: lo leí en el periódico, le respondí y supe que nunca vería ningún ejemplar de esos libros (y así fue, nunca los he visto). Nosotros mismos, en la editorial, luego somos guandajones, jenízaros, grávidos y poco gentiles, aunque intentamos no serlo. Mi pregunta es por demás sencilla: si el sector completo está de acuerdo, ¿para qué hace falta la ley?

La razón me llegó con esta feria tapatía de vanidades: quieren bajar precios para crear un mercado rentable de libros de bolsillo. ¿Les interesan las librerías? No. ¿Les interesa la diversidad? Mucho menos. ¿Les interesa la edición? Como medio.

Lo de siempre, los grupos editoriales españoles quieren un basurero para reciclar sus sobrantes. ¿Quienes resultaron fundamentales para el precio único? Random House Mondadori, Planeta y Alfaguara.

sábado, diciembre 02, 2006

Faraday

Lo dicho, el comercio cambia. Compré ya una edición, bastante interesante, de la Chemical History.

Nunca la había buscado pues tenía copia de una buena versión. Lo interesante es, insisto, el proceso mismo. Se la compré a un lector, no a una librería ni a un profesional del libro. Pronto habrá editores y libreros por doquier. Ya los hay en el mundo anglosajón, ya hay indicios en el medio francés. En español estamos en pañales. Pronto la profesión de librero, la tradicional, ganará prestigio, pues se volverán expertos, los únicos expertos, en esa monstruosidad de catálogo global. Algunos, pocos, lo entienden y están dispuestos a cambiar. Los más, nunca se enterarán, como los ferrocarrileros, quienes pensaron que su negocio era tener los rieles, no transportar, y prácticamente desaparecieron...

viernes, diciembre 01, 2006

El FCE salda deuda con Garro

Publican, por fin, las obras de Elena Garro. El FCE mucho se había tardado con varias escritoras. Subrayo, escritoras. Curioso, la deuda era con sus lectores, pues Garro, hasta donde sabemos, a no ser que aparezca de pronto algún documento en el CISEN, está muerta y, hasta donde sabemos, también, a no ser que la corrección política se imponga y los muertos sean ahora vivos en suspenso, al estar muerta no está viva, y ni le va ni le viene.

Excelente decisión. Como la de Vicens. Me parece un disparate editar ahora la obra de Poniatowska, no lo necesita ni ella ni el fondo. ¿Recordarán en el fondo que editaron a Luisa Josefina Hernández? ¿A Sara García? ¿A Angelina Muñiz Huberman?

Por no hablar de otros escritores, ¿recuerdan en el fondo a Sergio Galindo? Nunca lograron hacerle justicia a Garibay, o a Inés Arredondo o a Jesús Gardea.

Algunos de los mejores libros mexicanos del siglo XX los editó el FCE. Algunos. La gran mayoría, no. Y se les olvida tan rápido...

Los agentes literarios

Argumento a favor de los agentes, de un agente:

En entrevista con EL UNIVERSAL, Ray Güden-Mertin, de la Agencia Literaria del mismo nombre, señala que si no hiciera falta, el agente literario no existiría: "Muchos autores al hablar de contratos lo hacen con editores que son profesionales, en un ámbito muy complicado; se trata de contratos que tienen cuatro o cinco páginas con muchísimas cláusulas que si no conocen bien, no saben lo que están firmando.

"No estamos hablando sólo del anticipo, también de derechos secundarios, de cómo hay que cuidar el contrato, de cuáles son los derechos del autor y las obligaciones de éste y el editor. Hay muchos editores muy buenos, pero existen otros que se aprovechan de la ingenuidad del autor, y no porque sean malos, simplemente están defendiendo sus propios intereses". Para la agente alemana, es mejor que haya dos profesionales entendiéndose sobre la contratación, sin que necesariamente sean antagonistas: "La relación editor-escritor debería ser más neutra, menos emocional al hacer los contratos


Mala cosa cuando la única razón de la existencia de un intermediario es la ignorancia. Y si los escritores aprendieran un poco de leyes y contabilidad, ¿no existirían? Propongamos cursos...

Si no me quieres comprar, y yo no quiero vender... ¿o cómo?

Mucho hablamos sobre el cambio que significa, significó y significará (¿no es hermosa la obsesión de la lengua española, y por ellos de todos nosotros sus escribientes y malhablantes, por el tiempo? No conozco referencia alguna a ningún idioma, digo, porque decir que no conozco idioma ciñe todo a mi memez, donde la obsesión por la sucesión exacta de los sucesos: ¿sucedió antes de algo que ya había sucedido, o sucedió y dejó de suceder cuando algo antes también lo había dejado, o sucedió pero dejó de suceder después de que ese algo antes dejara también de hacerlo o, por el contrario, sucedió y sigue sucediendo aun cuando aquello antes de lo cual había iniciado dejó de suceder? sea tan sistemática y haya sido elevada a norma del lenguaje). Pues hablamos del cambio en el comercio de los libros propiciado por la red. Y es un cambio mayor. Pero hay otro, muchísimo más amplio, en sus efectos, pero muchísimo menos difundido: la filatelia. Relato los sucesos tal cual sucedieron, no añado ni elimino nada, al menos no lo hago por mor de exactitud ni embellecimiento. Ayer noche, mientras esperaba el cambio de poderes en México, se me ocurrió buscar los tesoros que señala Tusitala Philatelica, todos los timbres sobre don Roberto Stevenson. Algo tuvo que ver, de cierto, pero sólo los dioses lo saben, que el taxista de ayer mañana se llamara Rubén Agonizante, imagino. Había preguntado en las únicas dos tiendas filatélicas de la ciudad de México, las únicas dos con local, digamos, y ninguna de las dos tenía timbre alguno. Y pensé en la red y en uno otro de sus ensayos: ebay. Pues antes de que el nuevo presidente fuera presidente a secas y el anterior se volviera lo que ahora es, anterior, había conseguido el 80% de los timbres señalados por los amigos de la tusitala filatélica. A buen precio. Claro, no a precio de Catálogo, sea Scott o cualquier otro (el equivalente filatélico del precio único) dedicados, los catálogos, a reunir toda la información sucesiva sobre los timbres. La filatelia clásica, la dedicada a reunir todos los timbres de un país, o de un grupo de países o de un lapso determinados, se ha vuelto cada día menos interesante. ¿La razón? Que todo el siglo XX filatélico es punto menos que sencillo encontrarlo, más con internet. Pero nacen nuevas filatelias, las temáticas. Las aviares, las caninas, las filosóficas, las músicas, las núdicas y las erráticas. Claro, defiendo la temática pues es la que ensayo, y ensayo sobre ciertos pintores, por ejemplo, o sobre escritores, o sobre músicos. Y hay pocos catálogos que indiquen todos los timbres sobre Van Gogh, por ejemplo, aunque nacen ya de caninos, o flores y circula un album de Picasso. Y el cambio es radical. Primero, porque es prácticamente imposible no encontrar un timbre, caso contrario al de la distribución tradicional donde las probabilidades indican que es mucho más factible no encontrar algo que encontrarlo. Explicado por el segundo aspecto, donde la cantidad de ofertantes crece exponencialmente, desde luego, pero también la cantidad de ofertantes pertinentes, digamos, los que comparten los intereses de uno. Algo parecido sucederá con los libros. Hay cada día mayores ofertantes, aunque todavía no suficientes compradores. Es más fácil desear que me lean a desear leer al de junto. Pero ya sucede en cuanto a libros. Si no considero el precio, no hay libro que no haya encontrado. (Excepto uno, pero harto raro: la conferencia de Christiano Wolfio sobre Cunfucio, que le costó el puesto. Encontré la facsimilar de la traducción inglesa, pero agotada.) Hasta los originales de Mateo Ricci, por ejemplo, o faccimilares de sus traducciones al Chino o de su diccionario chino-portugués, por mencionar rarezas. Pero, digamos, conseguir la colección completa del anuario New Directions no es complicado ni tampoco caro. Claro, conseguir, por ejemplo, las ediciones de alguna universidad del norte del país me es posible, porque conozco a la directora de publicaciones, de otro modo sería imposible. Casi nadie, ni autores, ni editores, ni traductores, ni distribuidores ni libreros nos hemos enterado de la existencia de internet. Sólo, nosotros mismos todos, quizás, en tanto lectores. Pues encontrar un timbre de Samoa de los años treinta era difícil, ahora es sencillo. Lo complicado es el propio correo, al menos en México, asunto fundamental, desde luego, para esa oferta pertinente. Recibí, en la semana, pese al atropellamiento del cartero de la colonia, sin graves consecuencias pero de hospital, las obras completas de Swift en edición del XIX, una obrilla de Andrew Lang y las cartas de Stevenson hecha en su vida. Me pareció harto curioso que el último libro lo conocía bien, visualmente, valga decir, pues por medio de Gallica, de la Bibliboteca Nacional de Francia, había bajado ese libro, esa misma edición, en formato digital y era, de hecho, la que había leído y ahora quiero editar. Sea, pues. Busquemos refugio en internet ahora que la FIL es tan parecida a un festival con luminarias y alfombras rojas y donde los libros dejan de tener importancia alguna. Sencillo, busquemos ese nuevo espacio que nos permitirá crear no sólo nuevos caminos para comercializar, que no lo son, sino nuevas maneras y nuevas formas de hacerlo, muy distintas a las anteriores y, por ello, harto interesantes. Busco también, recuerdo ahora, la Historia química de una vela del grande Faraday. ¿Dónde buscarla?

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