sábado, septiembre 29, 2007

Los libros interiores, revisitados

Tanto Roger Colom como Antonio Graell comentan sobre el fin de la bodega. Claro, lo mismo se aplica a la música y a las revistas, pero en otro sentido. La música ha sufrido una transformación que la industria editorial no ha podido sufrir, aunque quisiera. La música se independizó del sustrato material, así de sencillo. Antes, la música, debía ser en vivo, nada más. Luego, se volvió acetato. Llegó el CD y ahora es nada... múscia solo. Hay miles de maneras distintas de escuchar música ahora. Y los catálogos de quienes ofrecen música crecen exponencialmente. Porque tener en catálogo no cuesta, o cuesta casi nada. El costo de almacenar información (un catálogo) tiende a cero, si bien se le mira. Y entonces viene el asunto planteado por Roger. Casi todos bajamos de las alturas celestiales de los servidores la música. Soy un fan confeso de comprar tracks. Que ahora dispongo de una respetable antología de casi 150 versiones de Summertime, que me gusta. A esas locuras podemos llegar.

Pero a nadie le preocupa cómo se escuchará esa música. Si alguien la quiere en CD, pues alla él. Si alguien la quiere en ipod, allá él. Si alguien la quiere en su computadora y nada más, allá él. Los modos de reproducir y escuchar esa música se han vuelto asunto de gusto, no parte sustantiva, como antes, de su comercialización.

En el caso de los libros todos somos fetichistas extremos. Amamos insanamente el papel, acariciamos lascivamente sus pastas, (confieso que hay cierto libro encuadernado en piel de vaca nonata que me hirsuta, pese a adjetivo, pero otro día hablaré de mis perversiones), olisqueamos con carnal deleite sus tintas, gozamos las redondeces de sus letras, llegamos al dente ante sus cajas proporcionadas, pero todas esas perversiones mayores y menores, que también somos acumuladores obsesos, no son, ya lo habíamos descubierto como humanidad, sustantivas al contenido. Los libros manuscritos eran incluso más aquestos, digamos, pero tampoco sustantivos.

Lo importante, entonces, es el contenido. Y ese contenido es el que ofrece, ya sea quien lo produce (díganlo las bitácoras, blogs, paseadas por el mundo) o quien se especializa en seleccionarlo, los editores, en el caso de los libros y revistas. Roger menciona el New Yorker y tiene razón toda. Lo leo con placer en internet, aunque sería feliz de comprar alguna impresión decorosa. Pero también compré todo el New Yorker en DVD, hemeroteca total, y ha sido una felicidad extrema navegar (otros menos paganos decimos hojear) por su historia.

Y entramos a la diversidad. Precisamente porque seguimos presos del papel diseñamos todavía de modos extravagantes. No ha nacido el gran tipógrafo del siglo xxi. No ha nacido, tampoco, el gran diseñador. Pensamos, todos, bidimensionalmente y encerrados en la nada apetecible planaridad. Podría llegar el momento donde elijamos el tamaño, el tipo, los materiales, o simplemente compremos el modelo normal, común.

Lo interesante, desde luego, es poder ofrecer gran cantidad de libros distintos. Y de revistas, también. Sigamos con los 300 ejemplares, digamos, pero volvámoslos rentables. Cada día es más barato editar en papel. En internet cuesta el esfuerzo sólo de quien lo hace. Creo, Roger, que lo interesante no es, no me lo parece, que una revista de poesía hecha en Argentina tenga 300 lectores en Argentina y alcance 5000 en el mundo. Lo interesante, creo, es que alcance 300 en el mundo y pueda hacerse.

El comercio se fundaba en la escasez. Intercambiamos lo que nos hace falta. Pero ahora el comercio se funda en el exceso. Hay demasiado de todo. Claro, como siempre, el comercio es sólo para quienes tienen dinero, y por ello hay enormes partes desmonetarizadas en el mundo donde se vive en modos anteriores al xix. Migran para monetarizarse, para integrase al comercio, para entrar al mundo. Repito lo que otros muchos dicen. Nada me ha dejado más claro el asunto que la filatelia. Ahora es casi imposible no encontrar un timbre, lo que convierte a la filatelia en una entretención extrtaña. Debe plantear nuevo acertijos. Digamos, una colección de todos los timbres con errores conceptuales (la partitura no es del autor que homenajea, la máquina de impresión no es la primera del país, etc.), fetichismos, manos, pies, cabezas, digamos, o todos los mozarts del mundo. Pero es fácil conseguir casi cualquier timbre, por lo cual el modo y manera en que se comerciaba con los timbres dejó de ser rentable, por ello tantas filatélicas quebraron, pues no supieron enfrentar el cambio.

Lo mismo sucede con los libros. Las librerías funcionaban bajo la lógica de tengo lo que nadie más, pero ahora es imposible. De entrada, por la concentración distribuidora y productora. ¿Qué hacer? Apostar por la diversidad. ¿Para qué editar lo mismo que los demás editan? Basta repasar los catálogos de casi cualquier país para darse cuenta que los poetas publican en casi todas las editoriales que publican poesía. Digamos, que las editoriales independientes, culturales, diversas, pequeñas o distraídas publican a los mismos poetas. Casi nadie se arriesga. Y entonces tenemos la paradoja infame de que varias de esas editoriales tienen libros, a veces los mismos libros, publicados de, digamos, Mandelstam, pero ninguna Jlebnikov. Cuando el último es, quizás, el mayor del siglo recién muerto.

La diversidad debe utilizarse para crear espacios, pero no tiene sentido que todos los independientes, o etc., publiquemos el mismo universo de libros. No tiene ningún sentido. Pensemos en José Watanabe, grande poeta, muerto hace poco. De las oscuras ediciones peruanas de sus obras, de pronto Renacimiento lo edita y luego PreTextos. ¿Cambió en algo? No. Ninguno de sus libros se consigue en México, pues a las distribuidoras no les interesa ni las oscuras ediciones peruanas ni las nuevas de las editoriales españolas. No seguimos igual, en realidad estamos peor, porque de ese modo matan a la diversidad.

¿Quién edita ahora a Pablo Palacio?, digamos. Lo editan, desde luego, en Ecuador, pero igual de inconseguible el libro, es labor titánica.

Luego, es el primer paso. Lograr que se puedan imprimir pocos ejemplares de muchos varios. Los modelos son claros: Google y ebay. Lo preocupante es que, ambas, son muy jóvenes empresas (en cualquier chico rato quiebran) y son empresas, su interés es comercial, nada más. Pero nos ayudan a entender el modo y manera en que pueden suceder las cosas. Comercio entre pequeños por medio de grandes empresas. Distribución de contenido por medio de grandes empresas. Google no me plantea objeción para tener mis libros en su gran catálogo. Ebay no me plantea objeciones para vender lo que yo desee por su medio. Es una apuesta, habrá otras, desde luego. Pero como dato curioso, las librerías en México me plantean problemas para dar de alta mi catálogo, se llegan a tardar, algunas, tres meses en dar de alta en su base un libro, lo que es irracional y suicida, para ellas, no para mí, pues como editor hace mucho que no dependo de esas librerías para vender.

Mencionaba a Reyes por esa razón en la entrada anterior. Sólo aparece en Amazon.

En fin, sigamos en la reflexión y, mientras, les mando parabienes.

PD. Marcos, un saludo agradecido...

¿Quién hizo qué tan mal en los últimos 10 años?



¿Quién digitalizó las obras de Alfonso Reyes?: Google.

¿De los anaqueles de cuál institución o empresa?: la universidad de California.

¿Cuál librería las tiene en su base de datos?: Amazon.

¿Cuándo las digitalizó?: julio de 2006.

¿Cuántas bibliotecas en México tienen un ejemplar, según WorldCat?: Cuatro.

¿Cuántas en EUA?: 13

¿En GB?: 2

¿En Canada?: 2

¿Cuántas bibliotecas en México las tienen digitalizadas?: ninguna.

¿La editorial las ofrece en línea?: no.

¿La Biblioteca Nacional?: no.

¿La Biblioteca Vasconcelos?: no.

¿Quién hizo qué tan mal en los últimos 10 años?

viernes, septiembre 28, 2007

La rapidez editorial y los libros interiores

Rápido, en el mundo editorial, significa cinco años. Hay quien todavía delibera si pasar a los negativos digitales o seguir con los ópticos de toda la vida. La bodega es la pesadilla de algunos editores, a otros les tiene sin cuidado. Las bodegas de los muy grandes, digamos Random House, FCE, Alfaguara, deben tener, al menos, cinco millones de ejemplares sin movimiento, es decir, cinco millones de ejemplares que no se mueven de su estante en todo un año. Cinco millones de ejemplares cada uno de esos grandes (¿de dónde los saldos, si no?). A una editorial pequeña, risueña y distraída como la nuestra, el costo de bodega por ejemplar es de seis centavos mexicanos. Es decir, 80 000 ejemplares (que tenemos en bodega, santa madre de los libros guardados) nos cuestan $4,800.00 pesos al mes, unos 440 dólares. ¿Para qué guardar tantos libros que no vendo? Sentimentalismo puro, imagino. En parte hay ejemplares de otros fondos, que devolveré. Pero bien puedo tener 50 000 ejemplares, que no he vendido ninguno en dos años y que, de seguro, no venderé en los próximos 10, ¿qué hacer con los libros que no se venden? El único culpable soy yo, pues los he editado. ¿Destruirlos? Quizá termine por tomar esa decisión terrible. En tres años me han costado unos 15,000 dólares, y son un lastre financiero ya. Y no son cálculos sobre la base del costo del metro cuadrado o del personal contratado, nada de eso. Son el costo exacto que me cobra una empresa de logística por tenerlos en su almacén y conservarlos en buen estado. Así, migraremos a las ediciones mínimas o sobre pedido u on demand o al gusto, quizás fuese mejor decir. Ediciones al gusto. Mínimas, digo, porque podré publicar desde 20 ejemplares hasta 300, de acuerdo al tanteómetro de cuánto se venderá. Y en este caso menos es más. Si elimino el costo de la bodega y el costo de los negativos para al impresión en Offset, podríamos publicar un promedio de 10 novedades mensuales, pues el mercado solicita novedades. Y el catálogo lo mandaremos a internet.
Según los clásicos, desde Unwin hasta Enaudi, la fortaleza vivía en el catálogo, y bajo esa especie funcionamos desde nuestro inicios. Cuida el catálogo y agrándalo,aconsejaban, pero llegamos al límite. El catálogo nos hace ahora quebrar, desaparecer.
No se precisa la genialidad, pues, para darse cuenta de lo obvio. Cuidar el catálogo no significa, ahora, cuidar la bodega y cuidar el programa de reimpresiones. Cuidar el catálogo significa ampliarlo con tirajes mucho menores y tener disponible todo lo que se haya editado en cualquier momento en ediciones al gusto del lector. Porque, en estos momentos exponenciales, la demanda nunca tiende a cero, tiende a uno, y la oferta debe tener a crecer indefinidamente. No hay título, pues, que no venda al menos un ejemplar al año y, cuántos más títulos en catálogo, más venderás.
Las librerías, ¿en su estertor final?, apuestan por las novedades, pese a que las hunden cada día más.
Los grandes, los enormes, funcionan por mor de la exhibición, entonces ya son como revistas, editan el doble para que la mitad sirva como promoción para vender la otra mitad y destruirla, como se destruyen las revistas. No hay, en esos libros con fecha mortuoria, nada digno de elogio. Papeles malos, ediciones regulares, tipografía con índices rentables, no legibles, y portadas llamativas, pero no artísticas, necesariamente. Llegamos, entonces, como en tantas otras cosas, a la división estricta y clara entre cultura y entretenimiento. El libro fue cultura, ahora es, en cuanto venta, entretenimiento. Los libros interiores, por llamarlos así, los libros cuya importancia no es económica, no tienen mayor camino en el entretenimiento. Pero internet promete mucho, si aprendemos a utilizarlo.
Palinuro de México o Terra Nostra o Adán Buenosayres o La guaracha del macho camacho o Tres tistres tigres o... es punto menos que imposible cosneguirlos en las librerías del mundo. Cuestión de tiempo que dejé de suceder.
Nos volvemos etéreos, dejaremos de tener bodega y comenzaremos a imprimir sólo lo necesario. Curioso, en verdad curioso... ediciones inmateriales

domingo, septiembre 23, 2007

Google, ¿una errata?

Guglear es una palabra bastante nueva. Curioso que, en realidad, provenga de una errata. Googol. Vean el video de Hotwords.

Editores de quienes deben alejarse como de la peste

1. Los que piden dinero para leer la obra.

2. Los que piden dinero para publicar la obra.

3. Los que piden dinero para la promoción.

4. Los que piden dinero para la distribución.

5. Los que piden dinero...

Cinco consejos para no ser publicado.

1. Amenaza al editor con que tienes varias otras propuestas y que si no decide rápido, te vas.

2. Pídele un adelanto para mandarle la obra a dictamen.

3. Pídele a una tía del editor, a su mejor amiga o a ..., que te concerte una cita. Entre más cerano, más seguro que cumplido el compromiso con la otra persona no vuelve a pensar en tu obra (en ti, nunca llegará a pensar).

4. Retira la obra de la editorial diciendo que te la pidieron para dictamen en Anagrama, pero que si no les interesa se la devuelves...

5. Indígnate hasta la ignominia antes las sugerencias de cambios...

Decálogo de las conversaciones editoriales, para uso de autores.

Digo, a cuento de las respuestas un decálogo de las conversaciones editoriales, para uso de autores.

1. Empieza por el final.

2. El editor no es tu padre ni tu terapeuta.

3. El editor no te debe dinero por no publicar tu obra.

4. Si debes de explicar la obra, no está bien escrita.

5. Recuerda que le pides al editor que invierta dinero en tu obra. Dinero.

6. Por regla general, el editor conoce a más autores, a más editores y ha leído más libros que tú. Porque, si no es así, ¿para qué conversar con él?

7. No estás ofreciendo amistad, estás ofreciendo una obra.

8. La erudición está muerta, estamos ya varios años d.g. (después de google).

9. 100 a 1 a que no le interesa tu vida, debe ser como el 99% de las vidas, no de los autores, de todas las personas.

10. El único que tiene prisa eres tú. Nunca lo olvides.

Respuestas a Red de blogs y libros

URL

http://errataseminentes.blogspot.com/



- ¿Quién está detrás del mismo? (Voluntario)
¿La CIA?, porque el CISEN...

Alfredo Herrera Patiño
Editor, encuadernador diletante, escritor en ciernes, traductor ocioso, otrora impresor, diseñador lírico, distribuidor distraído, tránsfuga de la filosofía, gordo confeso y atropellado constante (llevo cuatro, dos de la especie salí volando y dos de me embarraron en el piso; sin consecuencias éticas para los perpetradores ni estéticas para quien esto escribe ni metafísicas para la marcha del mundo). Soy un enfermo muy sano, ya uso lentes multifocales y mi barba tiende a la blancura.
Añado, además de la nota anterior que aparece en el blog:
Director y cofundador de la editorial mexicana Verdehalago.
Colaboré por muchos años en el Fondo de Cultura Económica, donde traduje mucha filosofía y publiqué algunos textos en La Gaceta. Terminé una licenciatura en filosofía. Escribí para Posdata y para la revista Cambio. Colaboro (poco y mal) en Libro de notas. He publicado en Verdehalago cerca de 400 títulos, ninguno mío, al editor gracias. El más reciente Forma, tamaño y lugar de El infierno de Dante, de Galileo Galileo. Está en prensa Lo infraordinario de G. Perec.



- Por qué, cuándo y cómo surgió

Después de escribir hace algún tiempo un artículo titulado Erratas eminentes para Posdata, donde repasaba las erratas más gozosas, incurridas o topadas, de pronto me nació la idea de irlas reuniendo junto con reflexiones sobre el proceso de hechura, venta y desaparición del libro.



- La vida que ha tenido


Casi dos años. Cada día hay más quienes me comentan leer algo en el blog. Otro lo niegan. A todos les insisto que lo escribe un otro distinto con seudónimo igual.



- Qué creéis que aporta

Humor y reflexiones al vuelo de temas del libro y, a veces, del acceso a la información. No creo, como muchos, que ser editor nos vuelva especiales en ningún sentido importante. Nuestro catálogo no es como una novela que vayamos escribiendo, es un lista de precios para vender, nada más. Me encanta que la mayoría de los nuevos editores rechazan mi ayuda de manera sistemática, por la cual ya no la ofrezco. Por razones neuronales me es difícil planear con grado alto de certeza todo, y llegó a dejar sin cumplir o a cancelar sin mucha antelación más citas de las debidas, y muchos lo consideran una ofensa, pese a que me niego a concertar citas y lo hago sólo por la insistencia. Por razones que desconozco, muy poca gente del medio editorial confía en la letra impresa, en los mensajes telefónicos y en la letra digital. Siempre quieren ver físicamente a la gente y tienen cosas por decir imposibles de decir por teléfono o emilio.

He comparado el oficio del editor al de los meseros y las putas. A nadie le intereso el símil gastronómico (¿qué sería de la dicha de comer sin los meseros?), pero quizá el post, como dicen ahora los puristas, más citado y repuesto sea el de los editores y las putas. Ambos damos placer y ambos cobramos por darlo. ¿No es obvia la comparación? Entonces, me parece que llama la atención hacia lo cotidiano del oficio del editor, hacia su fragilidad y hacia su desaparición. Somos como aquellos copias cuando apareció Gutemberg, representamos una época, una manera, obsoleta y en desaparición. Los copistas podrían haber ayudad mucho al perfeccionamiento rápido de las artes de imprenta, pero la soberbia se los impidió. Pasa ahora un poco lo mismo. Pocos somos los editores realmente preocupados y ocupados en las nuevas tecnologías, de maneras creativas y novedosas. Al tiempo...

Sólo añado, bien decía un amigo psicoanalista retirado, pese a dedicarse 35 años a tratar con la parte más oscura del alma, no se dio cuenta de algo simple: hay mucha gente mezquina. La edición me lo ha enseñado, y con creces. Hay muchos autores, muchos editores y muchos libreros mezquinos y, hasta donde veo, en índice un poco mayor que en los demás mortales, donde los hay muchos.



- De qué escribes o escribís habitualmente

Me encanta incurrir y encontrar erratas. Son una máquina poética delirante (los cerditos hipotecarios, el tigre de agua, las erratas inminentes, el delito de la poesía...). No hay libro sin erratas, pues los libros son humanos. También, ahora, me dejo llevar un poco por la filatelia, donde la errata vuelve valioso lo que quizás no lo era.



- Ventajas que le veis al blog

A mí me divierte, a los demás quién sabe. Hay quienes me creen inteligente, lo cual es mucho. Si escribes con cierto humor, todo cabe. Puedes decir toda la verdad que nadie te creerá nunca. Siempre comentan la broma de los cuatro atropellamientos, pero es verdad... A los demás quizás les permita parar mientes en ciertos temas de la edición. A otros quizá logre enojarlos para que paren esas mismas mientes. A la mayoría, les importa un reverendo cacahuate.



- Cualquier otro tema o comentario que consideréis de interés.

En el mundo se publican 3000 títulos nuevos cada día. A principios del siglo 20 la industria editorial era la cuarta más grande del mundo. Todo cambió, no hace falta recordarlo. El siglo 20 transformó de modo radical la relación entre el individuo y la colectividad, el siglo 21 promete hacerlo de nuevo. ¿Qué es lo importante del libro? ¿Qué debe sobrevivir de los libros? No tengo duda, preferiría mil veces que en México se dejara de gastar en libros a nivel de gobierno y compraran las 32 millones de computadores de 100 dólares necesarias para darle una a cada uno de nuestros escolapios. México cambiaría. 3200 millones de dólares. Poco, si lo comparamos con los beneficios. Poco si lo comparamos con el PIB. Destinar, ahora, 3200 millones de dólares a la compra de libros para esos escolapios no significaría nada para nadie, excepto para las editoriales (ya sabemos cuales) que los venderían, pero para nadie más. El efecto sería mínimo. Destinarlos a computadores baratas y a conectar a todos los niños del país por medio de internet con bibliotecas virtuales, con tutores y con millones de otros niños en el mundo, cambiaría a México y al mundo.

Erratas inminentes

Salve, Juan Blanco amigo. Regalarle a un coleccionista de erratas una como: Erratas inminentes es uno de esos gozos gozosos, cejiseparados, cejilineales, cijicontentos, que la vida regala pocas veces y, siempre, inmerecida.

Soy un hombre feliz en día domingo. Mañana será lunes, pero no se puede pedirle demasiado a la vida...

miércoles, septiembre 19, 2007

Notas al pie, literalmente

Una estrella de la fama con erratas

La imagen de una espléndida Michelle Pfeiffer a punto de cumplir 50 años recibiendo por fin su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood dio la vuelta al mundo la pasada semana. Sus dos hijos, su marido y el productor de televisión David E. Kelley la acompañaron en este inolvidable momento, pero pocos se percataron de que ese instante que quedará siempre en la retina de la actriz no fue perfecto.

La culpa la tuvo un garrafal error de ortografía en el nombre que adornaba el centro de la estrella y que, en principio, pasó desapercibido para los cientos de fans que rodearon la ceremonia a los pies del Teatro Kodak y también para la buena de Michelle que, no sabemos si deliberadamente, ingnoró el fallo para no acabar con la magia del momento

Concretamente, el nombre que presidía la estrella número 2.395 del paseo de la fama de Hollywood, la que recibió la interprete estadounidense, era el de Michelle Pfieffer, una curiosa adaptación de su apellido real Pfeiffer, que alteró el orden de las vocales dejando así en evidencia a la organización de estos glamourosos fastos hollywoodienses.


Alguna vez en portada imprimí el nombre de José Kozer (ese don de la naturaleza hecho poema, como lo llamaba ese otro don de la naturaleza Joseph Ramón Bach) con S, y no de supermán. Como José es buena persona, ahíto mohíno, imagino, alma buena, me mandó una carta generosa, como todas las suyas. Son, creo, las peores erratas del mundo, las nominativas. De suyo, es la mía peor de todas.

Como tengo cara de Alfonso, me ha pasado en varias veces tornarme tal en portada y en interiores, en vez del germánico consejero de los duendes. Hace muchos marzos, no lo primero que publiqué en letra impresa, pues en secundaria, santa madre de las apariciones misteriosas, inicié mis afanes editores con una revista de tintes amarillistas, desde luego, donde casi todo estaba mal escrito, decía pues, no lo primero, pero sí lo primero bueno, digamos, en la Gaceta del FCE, benemérita como pocas, aparecí como Alfonso. Luego, como hacen todos los editores erráticos, me dieron una portada alfrédica. Victoria Camps y Juan Nuño, mis primeros entrevistados en el mundo (¡cuánto tamaño de escrúpulo el mío!) y Juan Nuño generosísimo (Esa es una pregunta muy inteligente, como todas las suyas), maestrísimo. Hace unos días, por cierto, regresé a sus Mitos filosóficos, libro motivo por el cual ensayamos una conversación. Perdimos ambos, Victoria Camps y yo nuestra virginidad periodística, pues nunca la habían entrevistado y nunca había entrevistado yo a nadie. Debería regresar, que es harto agradecible.

En fin, que las erratas onomásticas me ponen nostálgico.

martes, septiembre 18, 2007

Red de blogs y libros

Red de blogs y libros


El año pasado coincidiendo con el Liber en Madrid se llevó adelante un primer encuentro de Blogs y Libros . En este tiempo la blogosfera lectora-libresco-tecnológica, con todos los matices que se quiera, o personas que habitualmente hablan con cierta frecuencia bien individualmente o como editores, bibliotecarios, lectores, curiosos, críticos, libreros y un largo etcétera del libro, la lectura, los contenidos, la tecnología y su incidencia sobre el sector, las bibliotecas, etc, etc. ha ido aumentando. Así que este año en una pequeña nueva locura se nos ha ocurrido elaborar un recopilatorio lo más amplio posible, sabiendo que ya hubo intentos en su momento de los posibles blogs que pululan alrededor de este micro mundo.

Las referencias que vayamos recibiendo las iremos colgando en el blog de Trama y Texturas y, paralelamente, iremos elaborando un documento que incluya todas las respuestas.

Por nuestra parte haremos de acicate con algunos amigos y blogs que seguimos, pero todos estáis invitados a tejer la pequeña red.

Os planteamos un posible guión que si estáis interesad@s nos gustaría que en no más de dos folios (3.600 caracteres aproximádamente, sin contar espacios) nos contestaseis o contaseis:

- URL

- ¿Quién está detrás del mismo? (Voluntario)

- Por qué, cuándo y cómo surgió

- La vida que ha tenido

- Qué creéis que aporta

- De qué escribes o escribís habitualmente

- Ventajas que le veis al blog

- Cualquier otro tema o comentario que consideréis de interés.

- Para ir haciendo red: Enviarnos tres urls de blogs que aborden el “tema” para intentar contactar con ellos.

Las respuestas a (jm.barandiaran@convalor.biz)

¡Les pagan por enviar libros!

No sé ustedes, pero tenía harta gana de leer la antología y el esbozo biográfico de Lezama Lima hecha y hecho por Ana Nuño. Pero por estos lares mexicanos el libro de entre 35 y 40 euros, valía casi 80 dólares. Así, me abstuve por mucho tiempo. Hasta hace poco unas semanas que, gracias, imagino, a la generosidad del transportista transatlántico que debe haberle pagado a la editorial, a la librería o al distribuidor cantidades bastante porque enviaran por su medio este libro (y otros de la misma colección), he podido comprarlo al muy extraño y ridículo precio de 3.33 dólares. Porque la otra explicación es imposible, que los hayan vendido casi como basura. Eso, diría Socorro, sería ridículo. Cuantimás, contestaría Auxilio, en cubándose tratando. Demasiado cejijunto, por usar esta palabra tan cariña para LL, el asunto todo. Si hay exceso, ¿que hacer con el exceso de excedentes? A mí, al menos, me queda claro desde hace mucho. Yo leo barato, que los ensayos completos de don Lima los compré en 100 pesos en la edición muy trajeada de aguilar, vendida, por trajeada, en cantidades industriales a quienes compran todos esos muchos libros.

domingo, septiembre 16, 2007

Atracción por las erratas

Algunos ejercemos atracción especial sobre las erratas de imprenta, el muñequito o el haba de la Rosca de Reyes y las espinas del pescado. Suerte que no comemos ballenas, porque nos tocaría Jonás. En otro siglo, pudimos sacarnos de la boca, al saborear un pescado, el anillo de algún Dux de Venecia o la esmeralda de Polícrates.

Claro, Alfonso Reyes

Disculparán lo monárquico, pero sus libros se me han ido pegando...

sábado, septiembre 15, 2007

Lo que el tiempo encoge

Se va más de prisa conforme se va más lejos y en etapas cada vez mayores. Quiero decir que, al ensancharse el espacio humano mediante los nuevos recursos de comunicación y transporte, el tiempo humano se ha reducido en razón inversa. Y es perfectamente lícito hablar ya de “lo que el tiempo encoge”, como en nuestra frase casera.

Alfonso Reyes, marzo de 1955, primer ciento de las burlas veras.

Primera hipótesis de la desaparición del contenido en aras del mercado. El tiempo se encoge, y al encogerse, nos deja menos espacio, valga, para elegir, luego entonces la normalización: mucho todo de lo mismo. Otros, menos paganos, lo llamarán el imperio de la moda. Como quien sufre por la ombliguda BS o la muerte de Diana. Es mejor dejar en los otros la responsabilidad de uno mismo. Luego entonces, es mejor ver Technorati para elegir los blogs por leer, a guisa de ejemplo, o quejarse porque es imposible leer todos los blogs, o afirmar que el 99% de internet no sirve para nada, pues en estos lares y avatares el contenido debe buscarse, y si alguien sólo encuentra 99% de cosas sin importancia, pues será resultado de sus búsquedas o de su incapacidad, de nuevo, para buscar y dejar que otros le digan qué encontrar. Así pasa, pues, con los libros. El tiempo se encoge y los libros duran semanas en librerías. Si nos quedamos en esa queja, santas pascuas. Pero al tener semanas en librerías, pueden tener años en internet. ¿Qué hemos hecho los editores? Casi nada. Bueno, lo de siempre, quejarnos, maldecir a los comerciantes (como si no lo fuéramos nosotros), a los malos lectores (por definición los que no compran nuestros libros) y pedir apoyos fiscales y ayudas en efectivo para seguir editando. Lo mismo, pues, pedirle a alguien que lleve nuestras culpas a cuestas y nos solucione mientras el expediente de ser quien somos.

Comercio librero

Así, pues, de los libros nos quedó el comercio, y como en el caso de todos los otros comercios en este mundo propio y pequeño, el comercio se maneja por vía del exceso: grandes cadenas que venden lo mismo en muchos lugares distintos. Un Walmart es un Walmart es un Walmar. Un McDonalds es un McDonalds es un McDonalds.

La diversidad debe provenir de lo artesanal, de los pequeño, de lo minúsculo. El comercio como fin precisa y busca la uniformidad y la repetición, la expresión lo distinto y lo único, por ello se contraponen, pero no se aniquilan.

Debemos encontrar modos otros de llevar los contenidos a quienes les interesen. ¿Cómo? Lo pienso y lo pienso, y me es todo confuso. Pero quizás logre aclararme.

viernes, septiembre 14, 2007

Celebración de Palinuro de México

Me encanta esta novela porque da al traste con las formas ortodoxas de novelar, siguiendo modelos precisos como el Ulises o En busca del tiempo perdido o Rayuela; en Palinuro se desdibujan las voces narrativas y se hacen una y la misma: ¿quién cuenta tantas cosas?: nadie reconocible, ubicable, sino un coro compuesto por Palinuro, Molkas, Fabricio, el general que tiene cien ojos de vidrio, don Próspero, la tía Luisa, mamá Altagracia, el abuelo Francisco…: unos y otros se arrebatan la palabra y llevan el discurso por donde quieren hasta que otro se las quita y hace lo propio. Por lo mismo los protagonistas son también esquivos en el sentido deliberado del término, dejan de ser ellos mismos para metamorfosearse en otro, en otros: los linderos de la unicidad se diluyen a favor de lo múltiple: es, así, una novela polifónica, compuesta de muchas voces y de distintos caracteres. Y ojo, ese vaivén no la vuelve confusa, deshilachada, sino le da una fisonomía coherente y distinta a cuantas conocía en nuestro medio.

Ignacio Trejo Fuentes festeja Palinuro de México en Milenio. Ahora que recibirá Fernando del Paso el premio otrora llamado Juan Rulfo, es bueno recordar una de las mejores novelas del siglo pasado, secreto bien guardado también.

Quien no la haya leído nunca podrá conocer la felicidad, quien no la haya releído nunca, nunca podrá dejar de estar nunca.

sábado, septiembre 01, 2007

La conspiración

Leer los poemas de Homero es uno de los más puros e inagotables placeres que ofrece la vida. De algún modo, también, es uno de los secretos mejor guardados de nuestra época.
Eva Brann

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