jueves, mayo 31, 2012

1. ¿Los libros no pueden ser tan baratos?

Quienes defienden el precio (alto, en general) de los libros defienden, es obvio, una tecnología y, al defenderla, defienden la nervadura de esa tecnología. Los libros (deben) costar lo que cuestan porque su hechura y dispersión cuesta. Mucho, nos dicen. Esa nervadura, con todo, hacía difícil y costoso leer. Pasaban años, a veces, antes de poder leer cierto libro. Se dependía de ciertas revistas, de ciertos amigos, de inciertos enemigos y de la pura y llana suerte.

Todo es distinto. Ahora puedo saber cuándo aparecerá o aparece cierto libro que me interesa y puedo comprarlo. Siempre ha sido sencillo enviar físicamente los libros, pero nunca ha sido barato. Los libros electrónicos permiten hacerlo más sencillo y mucho menos costoso en muchos casos (no en todos, Amazon cobra para México 2 dólares completos por descarga de casi todos los libros digitales).

El costo de hacer el libro dependía, entonces, de conseguir derechos (adelantos, dicho con claridad), editar (traducir o corregir o ambos) y hacer (diseño, tipografía, lecturas, negativos, offset, encuadernación, papel…) todo calculado sobre el tiraje ideal para tener utilidades al venderlo por medio de la nervadura tradicional (distribuidoras regionales, nacionales, internacionales, canales de venta, librerías, escuelas, ferias, etc.).

El telégrafo desapareció (¿quién en su sano juicio manda ahora un telegrama?), las máquinas de escribir desaparecieron (o están a punto de hacerlo donde no lo han hecho), el linotipo es pieza de museo, en el mejor de los casos. La nervadura del libro en papel se transformará (Wenster Union transfiere dinero, Olivetti vende productos para oficina, Monotype ahora vende tipografía digital) o desaparecerá (Borders cerró, en México cierran librerías cada vez con más frecuencia).

No es la mejor estrategia de negocio vender caro para defender una nervadura que se tornó obsoleta.

No es que los libros ahora sean parte del entretenimiento. Tampoco que se precisen mayores cantidades. No. El problema es que la nervadura tuvo sentido cuando los posibles lectores de un libro eran, en general, pocos. No precisaba, como dice Zaid, públicos cinematográficos. Ahora sí, se volvió masivo, cinematográfico. Exige mucha mercadotecnia, lanzamientos, ruido. Unos cuantos pocos mínimos títulos venderán cantidades obscenas de ejemplares o tendrán números aterradores de descargas. Cada día los muy muy grandes serán más grandes y pensarán en términos cinematográficos. Los demás libros, los de siempre,  deberán ser gratuitos o pagaderos en cantidades mínimas por medio de suscripciones.

Los libros dejarán de poder venderse, así de sencillo. La nervadura se volverá digital por completo y los libros serán un servicio añadido, una ventaja de la nervadura, no la razón de la nervadura misma.

No es sorprendente, los libros han sido desplazados del espacio público desde hace mucho tiempo. Las librerías están siendo desplazadas del espacio comercial (centro de las ciudades, colonias o barrios en ascenso, plazas tradicionales) y el futuro es comprar por medio digital. Todo.

¿Los libros no pueden ser tan baratos? Es cierto. No pueden, van a ser gratuitos, siguen siendo caros cuando son baratos. Como si el precio les restara su dignidad. Defender que los libros electrónicos tengan un precio igual o poco menor que los libros en papel es despojarlos de su dignidad y convertirlos en pura mercancía y, al hacerlo, la convierten en mercancía imposible. Ese precio alto en realidad intenta sostener la antigua nervadura, la cual desaparecerá. No será rápido, pero tampoco tan lento. La disminución de los precios de los libros electrónicos será constante y nunca se detendrá. No se editarán, se liberarán libros. ¿De dónde saldrán los gastos? Es lo que todos los editores intentamos imaginar. ¡A experimentar se ha dicho!



Claro, la mala noticia es que los libros, que tan bien habían resistido a la publicidad, han perdido su dignidad. Para que los libros sean gratuitos, como los canales abiertos de la televisión, deben poder vendernos otra cosa. El consuelo será, quizá, que los libros poco cinematográficos no son buenos para vender nada, cuantimenos a sus lectores.

miércoles, mayo 30, 2012

¿La superioridad moral del papel?


En el reino de los fines, decía el buen Kant, todo tiene un precio o una dignidad. Precio, si es intercambiable. Dignidad, si no. Hay quien sostiene que el papel celuloso de los libros tiene dignidad, no precio. Valga, que es un fin en sí mismo. Entiende, pues, el libro electrónico como una cosa material, asunto de mundanidades, estofa de comercio, ágora de los poco iluminados: cosa para ganar dinero.

La dignidad, la muy alta misión de los libros, está en el papel. Superior moral del libro intangible. 

Como siempre el problema es que la dignidad supuesta la venden cara. My cara a veces. Quiere decir:

1. Los libros no pueden ser tan baratos.

2. No cualquiera debiera estar en posibilidad de publicar un libro.

3. No cualquiera debiera estar en posibilidad de vender un libro.

4. Los libros escolares deben estar sancionados.

5. La educación a partir de los libros de texto es la única posible.

6. Deben existir fronteras para los libros.

7. La rentabilidad es fundamental para los libros.

8. El acceso absoluto elimina el valor.

9. El cobro de regalías debe establecerse para todo libro publicado.

10. La gratuidad mata la creatividad.


La dignidad, pues, tiene precio. Ensayaré sobre cada punto en el futuro por la sola razón de que hay demasiado ruido que no me deja entender. No creo en superioridad moral alguna del papel. No creo, tampoco, en la superioridad moral de la lectura. Así como lo que representaba el libro dejó de morar en los libros impresos en papel (e incluso en los electrónicos) lo que representa la lectura dejó de estar en la lectura misma: no todo debe leerse…

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