sábado, junio 10, 2006

Las manos encuadernadoras

El Zhuangzi nos cuenta del cocinero Ding y su notable habilidad para separar las carnes del buey. De como su cuchillo no había sido menester afilarl en muchos años, pues su filo seguía tan precisa y ordenadamente la senda de los músculos, que casi no precisaba esfuerzo. Los guerreros, a falta de batallas cotidianas, iniciaron sus prácticas con el arco y la flecha y, algunos otros, con las madera cotidiana. Capaces de crear pisos y muebles sin metal alguno. Lejos de tamañas pretensiones, desde luego, pero he debido faenoso dedicarme a encuadernar humildes 45 ejemplares de un libro para entregarlos en prenda para su compra posible, generosa. Y lo disfruto. Imprimirlos todos pacientes por medios digitales, es cierto, pero puestos en papel, sus frentes y sus vueltas, sus anversos y reversos, crear lentos los pliegos y pasar, después, a la costura y al pegado de sus lomos. Y extraño muchas veces las veces dedicadas a las humildes tareas de nuestras manos. Lo mejor, debo decir, es que sus forros utilizan papel hecho a mano, artesanal, de mi propio esfuerzo. Hacer papel es una delicia y mucho más sencillo de lo que imaginaba. Quisiera, pues, dedicarme a crear alguna colección tan artesanal que cada libro llevara nombre y apellido, por decir así.

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