lunes, febrero 13, 2006

Autores, autoras y otros bichos (como los editores)

La fidelidad entre autores y editores es letra muerta, desde luego, y ambos bien que tenemos la culpa. James Laughlin, el grande fundador de New Directions, inició la editorial con el único propósito de que Ezra Pound tuviera un lugar donde publicar siempre. Hemingway publicó desde su primero hasta su último libro con el mismo editor. Las cosas han cambiado, algunas para bien, como siempre, y otroas para mal.

Para bien, porque algunos pocos autores, igual que antes, reciben la mayor parte del dinero. Homeóstasis le llaman al asunto, entre más dinero, más ganan, entre menos, menos. Dinero llama dinero, decía mi abuela. Y nació una nueva profesión, la del agente, cuyo propósito es cobrar mejor para el autor a cambio del 10 al 20 por ciento de cada cobro. Y los editores no apuestan tanto por autores, sino por libros, y entonces quieren que todos los libros generen dinero, lo que estadísticamente (dada la dispersión y la manía browniana de los lectores) es imposible, pues entra Pareto a escena, el 80 por ciento de los ingresos lo producen el 20 por ciento de los títulos. Y entonces los grandes grupos han intentado uniformar la producción, crear una fábrica de las editoriales, cuando deben tratarse, las buenas, como taller.

Para mal, el sueño frustrado de tantos autores para quienes es punto menos que injusto el trato que la vida les da, pues tienen muy pocos lectores...

Digámoslo, antes los escritores anhelaban la página perfecta, ahora anhela el contrato jugoso, me quedo con la editorial como taller, pequeña, disfrutable y plena, que otros sean quien se obsesionen por el dinero, yo sigo obsesionado con los libros, sus hechuras y sus dichos.

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