sábado, enero 21, 2006

De cabeza

En diciembre de 1961, Genevieve Habert, corredera de bolsa, fue por tercera vez a la exposición de Henry Matisse en el Museo Metropolitano del Arte de Nueva York. Algo la molestaba en el dibujo Le Bateau. No tenía sentido, pensaba, que el reflejo en el agua fuera más detallado que el objeto que reflejaba. Consultó el catálogo y le dijo al guardia: ese cuadro está de cabeza, señalando en sendos tiempos el original y la fotografía en el catálogo. Luego, el curador del museo, incrédulo, se molestó. Señora, el catálogo está mal, no somos responsables de los errores de la imprenta. El propio hijo del pintor había supervisado la exposición y no había notado nada. Decepcionada por la terquedad del museo, llamó por teléfono al New York Times. Al día siguiente, el museo echó otro vistazo y balbucieron algo sobre un error en la orientación de las etiquetas. El cuadro fue puesto en pie, y el museo le otorgó la razón a Genevieve Habert. Henry Matisse ironizó: deberían darle una medalla. Más de dieciséis mil personas desfilaron frente al cuadro de cabeza sin notar nada, sin verlo.

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