Algunos ejercemos atracción especial sobre las erratas de imprenta, el muñequito o el haba de la Rosca de Reyes y las espinas del pescado. Suerte que no comemos ballenas, porque nos tocaría Jonás. En otro siglo, pudimos sacarnos de la boca, al saborear un pescado, el anillo de algún Dux de Venecia o la esmeralda de Polícrates.
Claro, Alfonso Reyes
Disculparán lo monárquico, pero sus libros se me han ido pegando...
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