Alfonso Reyes, marzo de 1955, primer ciento de las burlas veras.
Primera hipótesis de la desaparición del contenido en aras del mercado. El tiempo se encoge, y al encogerse, nos deja menos espacio, valga, para elegir, luego entonces la normalización: mucho todo de lo mismo. Otros, menos paganos, lo llamarán el imperio de la moda. Como quien sufre por la ombliguda BS o la muerte de Diana. Es mejor dejar en los otros la responsabilidad de uno mismo. Luego entonces, es mejor ver Technorati para elegir los blogs por leer, a guisa de ejemplo, o quejarse porque es imposible leer todos los blogs, o afirmar que el 99% de internet no sirve para nada, pues en estos lares y avatares el contenido debe buscarse, y si alguien sólo encuentra 99% de cosas sin importancia, pues será resultado de sus búsquedas o de su incapacidad, de nuevo, para buscar y dejar que otros le digan qué encontrar. Así pasa, pues, con los libros. El tiempo se encoge y los libros duran semanas en librerías. Si nos quedamos en esa queja, santas pascuas. Pero al tener semanas en librerías, pueden tener años en internet. ¿Qué hemos hecho los editores? Casi nada. Bueno, lo de siempre, quejarnos, maldecir a los comerciantes (como si no lo fuéramos nosotros), a los malos lectores (por definición los que no compran nuestros libros) y pedir apoyos fiscales y ayudas en efectivo para seguir editando. Lo mismo, pues, pedirle a alguien que lleve nuestras culpas a cuestas y nos solucione mientras el expediente de ser quien somos.
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