Reproduzco un artículo de hace tres años, publicado en el suplemento cultural deEl Independiente, ya desaparecido, tanto el suplemento como el periódico, el cual pensé haber puesto pero, o lo borré o nunca lo puse. En fin... Claro, se dice en estos casos, matizaría mis opiniones, pero no vale matizar sin argumentos...
De las formas de censura, la vulgarización es la más feroz y certera. Transforma lo distinto en trivial, lo nuevo en antiguo, lo liberador en una glosa idiota, lo auténtico en mala copia permiten poner un velo sobre aquello que no es bueno ver. Convertir Miedo a volar en una clásico del erotismo, en un libro sobre las fantasías sexuales de las mujeres, en un libro caliente, lo ha vuelto invisible, presa de la deslectura, obra cómoda para la desmemoria. Pero nada más falso. Miedo a volar es, no debería caber duda, una obra importante de la narrativa del siglo anterior. Ensayaré las razones de su importancia.
1. La novela nos cuenta las dudas y problemas en el descubrimiento de la sexualidad de las mujeres de esa generación, las nacidas en los cuarenta, las protagonistas de los sesenta. Y al llegar al tema de los orgasmos hace un descubrimiento aleccionador. De pronto, se percata de que no logra sentir aquello que la literatura describe como el momento mayor, la cima de placer, el orgasmo mayor de la mujeres. Descubre, para sorpresa de todos, que esos orgasmos no fueron sentidos nunca por mujer alguna, que en El amante de Lady Chaterly, a guisa de ejemplo, no se venía Emma, sino Lawrence disfrazado de Emma. Que el buen D.H. Lawrence no describía, imaginaba, no imaginaba, legislaba el orgasmo femenino sin haber nunca tenido ocasión alguna de experimentarlo, pues se venía como lo que era, un hombre. Y describía lo que imaginaba o pensaba que era o debía ser el orgasmo femenino. Así pues, Isadora y Erica deciden venirse a su real placer y entender y describirlo como se les da la gana. Y lo hacen no para tratar de calentar a nadie, tan sólo por el disfrute de hacerlo, por la necesidad de hacerlo. Lo hacen porque escriben. Y escriben de sus orgasmos como ellas experimentan o no experimentan sus orgasmos. Y escriben sobre lo que les gusta o no.
2. Cuando Virginia Woolf pidió una habitación propia la elección de actividades para las mujeres eran del todo antinaturales. Cuando Erica e Isadora deciden dedicarse a ser quienes son, el mundo cambia. Isadora busca volverse escritora y lo busca de la manera más natural posible: se pone a escribir. No es, pues, el deseo de lograr hacerlo, intenta y logra volverse escritora. Pero no cuenta toda la verdad, pues nada como eso existe en una novela, la novela es una mentira, pues es ficción y, en tanto ficción, debe decir otras cosas, no la verdad simple y llana. Y, en ese instante, nace la escritora, cuando se da cuenta de que tiene algo que contar (que es su vida, su vida hecha ficción, no su vida banalizada), que sabe contarlo (y descubre el humor, la ironía y la burla, para su bien y el nuestro) y le interesa hacerlo, pues en ello, de hecho, le va la vida.
3. Isadora, casada en segundas nupcias con su séptimo psicoanalista, lo deja en un congreso de su especialidad y sale a un viaje sin plan premeditado, según cree ella, junto con Adrián Buenamor, psicoanalista impotente y redomado cabrón. El gran cambio es que Erica Jong nunca cede a la tentación de hacerle daño a su personaje. Nada de abortos, ni muertes ni tragedias. Que una mujer decida coger con quien le place, deje a su marido y elija al más cabrón de todos no le causa daño alguno, al contrario, la libera. Así pues, no paga la infidelidad ni termina destrozada. Termina metida en la tina, dando vueltas a la posibilidad de divorciarse de su esposo, quien la espera como todo buen caballero psicoanalista.
4. Cuando se enamora de Adrian Buenamor lo hace enloquecida, dejándose ir, a sabiendas de que no le importa si lo que hace está bien o mal, lo hace porque quiere hacerlo, pero lo hace porque siente un deseo enorme por Buenamor. Y ejerce sus poderes de seducción y deja que él ejerza los suyos. Y se burla de él y termina enamorándose de él. Y cuando se da cuenta de que su verda permanecerá flácida por mucho tiempo pues no tiene la fuerza ni la entereza para satisfacerla se enamora de él más cuando le dice: "Cuando escribas de mí no sabrás si soy un santo o un cabrón, no podrás ponerme etiquetas, no sabrás si soy un héroe o un antihéroe. Su verga flácida logró penetrarme mucho más profundo de lo que nadie nunca había hecho, entró en mi".
5. La fantasía de la cogida sin cierre, descremallerada, deszipperada, ha cifrado la fantasía del libro. Las mujeres, nos dicen Isadora y Erica tenemos deseos también de cuerpos sin compromiso, pero sabemos que no son importantes, que son fantasías y nos gusta tenerlas. El sexo no es el problema, no es un problema, el problema radica y se encuentra en otras partes y hemos de poder disfrutar del sexo como mejor nos convenga. En estos días del sida parece que hemos perdido esa noción fundamental, la solución no es negar la sexualidad, sino aceptarla y tomar las precauciones adecuadas. La revolución sexual fue profundamente superficial, y en su superficialidad no logró resolver ninguno de los problemas que intentaba solucionar.
6. Cuando se une sexo e inteligencia los bienpensantes parecen no aceptarlo muy bien. Si se añade humor, el desastre puede estar cerca. No es posible que una mujer inteligente, culta, buena escritora sea tan caliente, pues sólo alguien muy caliente se interesa por contar sus aventuras, reales o no. El sexo se empeña, pese a los bienpensantes, en llenar cada rincón de la vida, en estar presente en sus ausencias y en definir y definirse a partir de todas sus aventuras, fantasías, prácticas, deseos, carencias... Si ejerce su sexualidad y es lo único que le interesa parece que es comprensible, si se dedica a ejercer su inteligencia y no a tener una vida sexual, es comprensible, pero que quiera ejercer ambas pone nerviosos a todos. Recordemos que la novela se publicó hace treinta años...
7. Mofarse y retratar exactos a los hombres no es el menor mérito de la novela. El director de orquesta que esperaba que su madre todavía le limpiara el culo y dejaba unas manchas esparcidas por la cama, el buen doctor buenamor cuya impotencia explicaba porque no le apetecía nunca coger, su esposo loco que se creía el nuevo redentor e intentaba caminar por las aguas de nuevo, su esposo tan controlado y distante, que no tenía el menor respeto por las fantasías, pues era sólo fantasías.
8. Erica Jong intentó retratar el pensamiento de la mujer de su momento. La obligación del escritor es decir la verdad, y trató de plasmar la verdad de las mujeres, su verdadero pensamiento, como lo había hecho Phillipe Roth y John Updike con los hombres. La importancia de la obra está dicha en este punto. Erica Jong creó un personaje memorable de la literatura vigesímica, mujer pensante y sintiente, amante y amadora, culta y escritora. Casi nadie se lo ha perdonado. Después de varios libros de poesía Jong casi no ha sido ya aceptada por las revistas especializadas. El ninguneo no es asunto local, permea varios países. En las listas de las mejores novelas del siglo 20 no aparece. Se encuentra ahora en Punto de lectura en español, después de años de estar agotada la novela. Porque "pienso, luego existo" no es frase femenina según muchos parámetros.
9. Traducida a 27 idiomas, ha vendido más de 12 millones de ejemplares. Erica Jongo lo explica magistralmente: "El libro se convirtió en un éxito por razones extraliterarias. Una desconocida salida de quién sabe dónde habla de sexo y, además, es rubia..." Su apuesta fue clara y sigue siéndolo "la vagina no es un obstáculo para la literatura".
10. "Los escritores son las únicas personas sobre la tierra cuyo trabajo principal es contar la verdad. Escribir es un llamado, no una profesión y todo lo que lo vuelva comercial debe anularse".
11. Que Miedo a volar vuelva a circular, siquiera porque se cumplen 30 años de su primera publicación es motivo de alegría y festejo. Si se le leyere a la altura de su calidad sería uno de los mejores elogios para la propia obra.
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