jueves, enero 19, 2006

Elogio de Jantipa, la peor señora del mundo

Es fama la miseria de Jantipa, su positiva maldad, su incierta sonrisa, su ira fácil al ver a Sócrates, su esposo, causa y razón de todos sus males. Cuando Jantipa truena, dijo Sócrates tras recibir el golpe de un balde lleno de agua, el mundo llueve, al menos así rumora Diógenes Laercio. Casi todos los comentadores han hecho la condena fácil de Jantipa, y por lo bajo y entre líneas se han felicitado de su malignidad, pues obligó a Sócrates a salir de casa e ir a la plaza pública a buscar la paz y el diálogo.
A mí, lejos de esos afanes, me intrigó siempre la figura de Jantipa, nunca logré imaginarla humana, cotidiana, reclamona. Su figura física me era más incierta que la de quienes hemos de imaginarnos por su lejanía temporal. Todo eso me asombraba y me inquietaba hasta hace algunos años que se publicó La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa con ilustraciones de El Fisgón. De pronto el misterio, para mí, quedó aclarado. Jantipa era, sin duda alguna, la peor señora del mundo. Me impuse, desde entonces, la obligación de su elogio. Cumplo ahora.


1. La peor señora del mundo es cifra de la mayor maldad. Les echa limón en los ojos a sus hijos, les da comida para perros, les da patadas con sus botas picudas. Mala, terrible, espantosa, malvadísima. La peor de las peores señoras del mundo. No bastarían todas las generaciones para listar su acciones malas, es tan mala como la más mala, pero ante todo es mala a los ojos infantiles. No es carne de psicoanálisis ni de psiquiatras, es cifra de maldad ingenua, es mala gratuitamente, sin orden ni concierto. Mala ante lo malo y mala ante lo bueno. Mala cuya maldad no tiene origen, mala por la sola razón de que la maldad es aquello que la constituye. De ahí su encanto primero. Es mala porque le hace cosas malas a los niños y a los grandes, pero es mala porque a los ojos de los niños (rezumantes de limón) sólo alguien mala sería capaz de hacer lo que hace.
El origen de la peor señora del mundo es incierto, pero podemos escuchar ecos sonoros en los gritos graves de Tronchatoro, ogro otoñal de Matilda, de Roald Dahl. Tronchatoro resume la maldad en la directora de un colegio, mala por maldad certera, pero tiene desde luego la contraparte de la señorita Miel, que es buena. Matilda no tiene padres comprensivos, son distraídos y despreocupados, malos por omisión. Y entonces quizás en ese punto esté la clave. Aquí se cifra el momento de la primera revelación. No hay mayor maldad que la maldad de la madre. Sólo la maldad absoluta es la de la madre. Tronchatoro sería Jantipa, sería la peor señora del mundo, al ser madre. Y esa fantasía permea el cuento de Hinojosa. Nuestras madres son las peores señoras del mundo pues nos obligan a hacer todo lo que es horrendo, hórrido, molesto, terrible. Lo hacen independientemente de lo que nosotros hagamos. Nunca podemos ni podremos darles gusto. Y se da ante la ausencia cierta del padre, pues si la desdicha viene en gotas pequeñas con la madre como la peor señora del mundo, sería el infierno bajo la pasiva potestad del padre. De donde la peor señora del mundo, la Jantipa universal, no tenga esposo, marido, concubino, amante o amigo cercano. Sus hijos son hijos de quién sabe quién, pues no podría haber un padre para semejantes tormentos. Así, la madre se place en darnos comida para perros, en obligarnos a las mayores ignominias, a trapear los pisos con la lengua, en compelirnos a levantar con la boca la basura y a recoger las inmundicias de los perros, en fin, en hacernos limpiar lo que no deseamos limpiar y comer lo que no deseamos comer. Y hemos de hacerlo sin justificación alguna, esa es la fantasía más clara, la enunciación de una verdad prohibida. La peor señora del mundo, nuestra madre, es ante nuestros ojos niños de maldad gratuita pero no altruista, nada lo hace por nuestro bien, ni siquiera la maldad, todo, absolutamente todo lo hace para nuestro mal. Verdad, de dicha, liberadora en su fantasía. Y sus castigos son indignos, nunca son correspondientes a la falta. La cólera hace presencia y da patadas con sus botas, pega, golpea, da cachetadas, lanza sus dardos venenosos para hacernos ver que hemos hecho mal, para hacernos ver que no merecemos nada, absolutamente nada.
La primera fantasía se cumple al reconocer la maldad de la madre. La madre es la peor señora del mundo, no hay pues ejercicio de maldad mayor ni mujer capaz de ensañarse más que en nosotros, sus hijos indefensos. Al cumplir esa maldad total en nuestra fantasía, la peor señora del mundo se torna universal, parece mito.

2. La fantasía segunda, más fina y detallada, pero no menos infantil, es que el castigo sea un premio. Nada mejoraría nuestro mundo más que nos castigaran con aquello que nos gusta e, iluminación perversa, por haber hecho aquello que deseamos. Que la falta sea lo que me gusta hacer y me castiguen por haber cometido esa falta con aquello que me gusta. Ese es el paraíso de la bondad ante la maldad más cierta. Esa es la solución radical de todo el pueblo contra la madre, la peor señora del mundo. Se le obliga a castigar con premios, lo más cercano al paraíso. E, insisto, es una solución infantil. Que la peor señora del mundo me imponga por castigo lo que más me guste.
Después de la primera fantasía llega la solución perfecta. Que ella sea feliz al castigarme siempre y cuando a mi me gusten los castigos. Simbiosis de exquisitez extrema, la madre mala podrá cumplir con su oficio desgarrador para nosotros siempre y cuando lo cumpla haciéndonos un bien, el bien que nosotros deseamos.

3. La solución intermedia permite el giro total. Hemos de alejarnos, irnos, con infantil simpleza, que ya nos extrañarán. Pero la peor señora del mundo será capaz de engañarnos con tal de que regresemos y logre encerrarnos dentro de una ciudad amurallada mientras dormimos. Cuán infantil la magia de la madre mientras dormimos. No sabemos cómo, no sabemos dónde, no sabemos de qué forma, pero la madre mientras dormimos es capaz de engendrar, de cambiar, de transformarse e, incluso, de construir una muralla en una sola noche sin que tengamos noticia de que alguien antes lo hubiera hecho. El misterio de la madre es nocturno, la peor señora del mundo se complace en utilizarlo.

4. Pero examinemos con cuidado el desenlace. Hijos amorosos como son todos los hijos, no podemos dejar que la peor señora del mundo sufra. La peor señora del mundo es nuestra peor señora del mundo y la fantasía se cumple para el bien de todos y nos deja catárticos, tranquilos. Nos instalamos en el paraíso sin que se entere el monstruo jantipesco, al instalarnos en él cumplimos las exigencias de ella, pues ella cree que lo que hace, hacernos un bien, en realidad nos causa un daño. Ella no cambió y sigue siendo quien es, sigue disfrutando de su absoluta maldad a cambio de hacernos maravillas. En esta ingenuidad mayor se cifra la bondad de la historia, su carácter infantil y liberador. La gracia del guiño de ojo.

5. La peor señora del mundo representa mucho de lo mejor de la literatura infantil, que las épocas de corrección piden llamar literatura escrita para niños. Pero nada más falso, el libro no está escrito para niños, está escrito como si se fuera un niño, sus imágenes, sus problemas, sus soluciones son las de los niños. Ese es el valor mayor de La peor señora del mundo. Escritores infantiles hay que debieran ser denunciados ante el Ministerio Público por maltrato infantil, los más por estupidez extrema. Otros yerran de época, no han logrado salir del siglo diecinueve.
Ni diminutivos, ni glosas, ni enseñanzas, ni amenazas, La peor señora del mundo es el puro goce de la fantasía, de una fantasía liberadora, llevada al extremo. Esa, creemos, es la función de la literatura. Llevar al extremo las opiniones, creencias, temores, obsesiones, miedos, fantasías y horrores de una época. Pocos se atreven a intentarlo desde la perspectiva infantil y de quienes lo intentan pocos logran estar a la altura de su reto. El libro es, ante todo, expresión de una fantasía que debe acallarse. Y de ahí tan liberadora. El gozo de leer el libro radica en reír, en poder enfrentar a la peor señora del mundo ya sin miedo, en su absoluta y total humanidad.


6. Termino el elogio agradecido, sobre todo, por la libertad creadora y la infantil literatura encarnada en el libro. Otros maldigan a Jantipa, yo la quiero por ser La peor señora del mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

alfredo que bueno que ya reinstalaste la pagina de blogs. Me gusto mucho este asunto de la peor mujer del mundo. No es increíble que estas mujeres nos hagan sufrir, pero lo que si es increible es que a pesar de lo "malo o buenas" que han sido, les tenemos un nicho con flores y las tomamos como heroínas de las historias de nuestras vidas. Tengo algo pequeño y quiero compartirlo contigo, espero que te guste, lo envie a tu correo.

Ana del CArmen de Tabasco

Anónimo dijo...

Me contó un oráculo de cuyo nombre no puedo acordarme, que Sócrates como una prueba a su condición humana desposó a Jantipa.
Pero ¿Debió ser fácil casarse con un Sócrates?
De otra parte, esa escena conmovedora cuando con un hijo en brazos llora a su esposo que ha tomado cicuta y Critón la hace salir sin más para que no importune. ¿Eh?

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