Las publicaciones académicas fueron pioneras de la edición digital. Las importantes, las de mayor peso. Eliminaron costos y aumentaron precios, así de sencillo. Es el paraíso para sus dueños. El contenido lo generan los investigadores, pagados por sus universidades e institutos, ayudados con becas y fondos especiales. Lo evalúan otros investigadores pagados de la misma manera. Y, en el colmo, el proceso editorial, con una que otra ganancia, es pagado en muchos casos por los propios investigadores o sus instituciones. En ciertas disciplinas realizan el trabajo los propios investigadores por medio de TEX y pagan a la editorial pese a no hacer nada. Hasta ahora la editorial no ha gastado un centavo. Luego, venden suscripciones en grupo, caras hasta lo indecible. Lo mismo suceden con los libros académicos, en mayor o menor medida. Libros caros, por arriba de 100 dólares para las ciencias sociales y caros al extremo (varios miles de dólares) para las ciencias exactas.
Su contrapeso es el acceso abierto, pero enfrenta un problema sensible. La forma de conseguir dinero para la investigación depende del número de publicaciones y citas en las revistas académicas de mayor jerarquía, la cual, en general, no permite el acceso abierto. Luego entonces publicar en revistas de acceso abierto lleva a no ser leído por casi nadie lo que significa no recibir apoyo.
Curioso, las ediciones así hechas siguen la dinámica del papel, porque la nervadura dependía del correo y lograron algo cercano a la teletransportación, cuando todavía imprimían en papel. Dan acceso por medios digitales y el investigador imprime para leer y anotar.
Todo para hablar de los libros escolares. Ese saber es sancionado en los libros académicos por medio de pares y tiene controles bastante confiables, aunque no perfectos. En el caso de los libros escolares la sanción proviene en general de algún ministerio o secretaría. En México la propia secretaría sanciona, elabora y produce los libros de texto gratuito para primaria y licita los libros para secundaria.
La enciclopedia representaba de la mejor manera la sanción del conocimiento. El libro, como tal y con toda su estructura de papel encuadernado, representa el conocimiento y el acceso a ese conocimiento a lo largo de todos los ciclos escolares, desde el inicio hasta la universidad. Lo que hacía que la calidad de una universidad pudiera medirse por medio de su biblioteca.
La sanción, desde luego, es fundamental, porque lo es la ciencia y los libros escolares son un puente a esa ciencia. Pero esa sanción se ha desplazado de la ciencia misma al comercio y es, entonces, cuando peligra la ciencia misma. Desde quién pagó una investigación hasta quién pagó los libros de texto. ¿Por qué no podemos, ni debemos, enseñar que la tierra es plana?
Bordo sobre la dignidad y el precio. Sostengo pues que quienes atribuyen dignidad a los libros en papel contra el carácter material de los libros electrónicos incurren en paradoja. Tienen dignidad porque tienen precio y tienen precio porque tienen dignidad. Intento, por medio de esos apuntes, destrabar la paradoja y buscar una salida.
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