Sobre el arte de editar e incurrir dichoso en las erratas, entre otros menesteres de los libros, su gozo, su hechura y algunos ensayos sobre variopintos temas.
sábado, diciembre 24, 2011
miércoles, diciembre 21, 2011
martes, diciembre 06, 2011
lunes, noviembre 21, 2011
sábado, noviembre 12, 2011
Lectores
Desocupado lector. Amigo lector. Curioso lector. Amable lector. Distraído lector. Querido lector. Benévolo lector. Desconocido lector. Devoto lector. Benigno lector. Piadoso lector. Christiano lector. Atento lector. Dichoso lector. Dilecto lector. Caro lector. Cándido lector. Lego lector. Hipócrita lector.
viernes, noviembre 11, 2011
Anas
Ana Lógica.
Ana Grama.
Ana Coluto.
Ana Pesto.
Ana Fora.
Ana Diplosis.
Ana Logía.
Ana Crónica.
Ana Lisis.
Ana Grama.
Ana Coluto.
Ana Pesto.
Ana Fora.
Ana Diplosis.
Ana Logía.
Ana Crónica.
Ana Lisis.
lunes, octubre 31, 2011
Letras y lágrimas
Las letras tienen lágrimas y panzas, ataques y ganchos, fustes y óbitos. Ingenuo, deseaba que tuvieran lectores.
domingo, octubre 30, 2011
miércoles, octubre 26, 2011
Trabajar para vender
Trabajar para vender no es precisamente el buen camino, a mi entender,
sino más bien burlarse de los compradores.
Vincent Van Gogh
Vincent Van Gogh
domingo, octubre 23, 2011
La profundidad y la superficialidad digitales
Wittgenstein ponía el ejemplo de que, excepto en el caso de alguien con problemas mentales, no es necesario leer dos ejemplares del mismo periódico para saber que dicen lo mismo. El ejemplo era válido en tanto la producción fuese mecánica y fuese primigenia. Ahora, con la producción digital cambiante sabemos que nunca dicen lo mismo y, lo peor, la reproducción digital de obras de producción mecánica nos lleva a la locura de Witgenstein: hay que leer varias reproducciones para saber si dicen lo mismo.
En MDCLXX (1670) Antonio Bertier publicó en París La conquista de la China por el tártaro de Juan de Palafox y Mendoza, casi un divertimento, donde narra la entrada de los manchús a China. Nunca he sostenido en mis manos ejemplar alguno de la obra, aun cuando conozco ya cuatro de la misma.
El primero en la Biblioteca Nacional de Francia que, por medio de Gallica, es accesible a través de internet. La copia de la BNF es, parece, copia de una copia, pues su original se encuentra, al parecer, en Chile. Del microfilme se hizo copia digital (especulo).
El segundo es el digitalizado por google de una biblioteca alemana, aun cuando el sello aparece un tanto cuanto borroso. El sello nuevo dice, sin duda alguna, Staastsbibliothek. La sorpresa es el mapa. En la edición de la BNF no aparece el grabado principal donde se incluye un mapa de la región, seguro arrancado y vendido por algún tasajeador de libros, tan comunes. [Poseo una página de grabados de la Enciclopedia de Diderot, no queda clara la edición, pero por el papel y la técnica parece de las primeras. Comprada en ebay a un precio ridículo.]
El tercero es el que habita la Real academia de la historia, cuya copia digital es colorida. No posee mapa.
El cuarto es el de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, con mapa, pero sin color. La disposición de los dos ejemplares de la Biblioteca virtual del patrimonio bibliográfico es poco amigable. Se puede descargar las imágenes página a página, a diferencia de Google que permite la descarga total y de Gallica que permite la descarga más amigable, todo el libro o la creación de PDF de las páginas que uno quiera. ¿Qué teme la Biblioteca virtual del patrimonio bibliográfico, que alguien más ponga a disposición los libros? ¿No es la idea? ¿No son bibliotecas? Pidan crédito, pidan reconocimiento, pero no dificulten. Siguen con la misma costumbre de los fondos reservados. ¿Temen que se deterioren las copias digitales? Espero que no, en verdad.
Otra sorpresa nos la depara el final de la copia chilena. Maltratado el ejemplar, una mano generosa copió las última páginas y las añadió al ejemplar. Es hermoso ver tal celo bibliotecario de quien, de cierto, es muy difícil llegar a saber el nombre.
Lamentable, como siempre, la transcripción, tanto de Gallica como de Google. Cercana a lo ilegible. El final cuya página puede verse en los tres ejemplares anteriores lo transcribe Google así:
Pongo imagen porque la mala transcripción logra encerrar en símbolos marcadores que dan una segunda falsedad que transcribo, pues elimina todo lo que encuentra entre los símbolos < > al corresponder a una etiqueta de HTML:
Monarcalés, íégun el fentir y el decir de Gregorio X t V. Paftor fupremo de la Igleüa Catolica Apoftoüca Romana.
Los programas pueden mucho, pero no pueden todo. Los libros alguien debe leerlos y las máquina no leen, al menos hasta ahora. Bajar el libro electrónico [epub] de Google es punto menos que suicida. ¿Qué sentido tiene? La digitalización de los libros es un paso enorme, poder compulsar los cuatro ejemplares y notar omisiones, faltante y correspondencias es una maravilla que puede hacerse rápido y sencillo sin necesidad de moverse. Pero el hecho mismo de la compulsa y la lectura no puede obviarse.
Libros encarcelados, libros cuyo contenido no puede viajar. Son imágenes de las páginas de ejemplares de libros de los cuáles no sabemos su procedencia, su estado, sus posibles faltas.
Por desgracia Google parece estar solo en la ingente tarea de digitalizar nuestro pasado editorial y, también por desgracia, lo está haciendo mal por la sencilla razón que le deja a las máquinas todo el trabajo. No hay, por ahora, algoritmo editorial que valga. Alguien debe leer y entender y escuchar las resonancias de la forma de escribir y de editar y de prescribir lo bien dicho en el XVII y tomar decisiones significativas, profundas. La edición es humana, inteligente. Los programas, por desgracia, son superficiales. Su profundidad es más una metáfora que una realidad, su profundidad es más bien lejanía, relaciona datos lejanos como si ambos estuviesen en la misma superficie. No entienden ni siquiera, por ahora, algo tan sencillo como que la s tenía una grafía distinta en el XVII. Los proyectos como la Biblioteca virtual del patrimonio bibliográfico son peores, no saben, ni siquiera, que hay algo abajo de la superficie. No son por ello superficiales, son omisos. Buscan el control del acceso, no la liberación de los contenidos, que es su trabajo. Siguen atados al lugar que ocupa el libro en los estantes, atados a la propiedad bibliotecaria, a la custodio, cuando debieran liberar los libros, dejar que viajen fuera de los estantes y las bibliotecas.
Lo que importa de un libro es lo que dice. Y cada día dice más. Dice su contenido, desde luego, pero dice su hechura, su conservación, sus marginalia, sus faltantes y sus sobrantes. Herramientas hay, hace falta saber usarlas. Transcripción digital, revisión automática ortográfica, revisión asistida, lectura humana, compulsa humana, metadatos humanos. Tenemos todo para saber qué existía en una biblioteca en el momento en que la visitaba tal o cual pensador. Y podríamos rastrear su lectura. Tenemos la tecnología, pero parece que a casi nadie le importa. Y hablo del pasado, el futuro es igual de sombrío, seguimos haciendo libros mudos sin metadatos granulados y profundos.
Brillantes paradojas. Unos gastan en no hacer nada, otros en hacer mucho más o menos mal. Otros quisieran, mejor, no pensar siquiera en hacer nada. ¿En serio es tan difícil digitalizar? No lo creo, baste ver las páginas de libros libres, gratuitos y rápidos. Necesitamos colaborar, todos, globalmente. Se supone que es tarea de los gobiernos, de las universidades, de los gremios de autores, de las bibliotecas, de las secretarías de culturas. También es de las editoriales y de los lectores. Wikilibros, imagino. De otro modo la cultura será expropiada y pronto tendremos que pagar por usar palabras pues todas estarán registradas o patentadas. No está lejos el día en que Google nos cobre por ver los libros digitalizados. Pronto nos cobrarán, también, por quitar los correctores automáticos. Luchamos ya contra la corrección autómatica de nuestras máquinas, no faltan propuestas de multar o encarcelar a quien use ciertas palabras para ciertos propósitos. Al rato será un delito escribir distinto, leer distinto. Interpretar, burlar, ironizar, parafrasear, satirizar no son bien vistos. Primero la corrección política, luego el silencio, después el delito. ¿Cómo leen poesía quienes no saben escuchar resonancias, ver las muchas sendas y los muchos callejones y los incontables recovecos del sentido? Cierto, hace mucho que no se lee poesía. Porque editar significa leer. Leer. Y en la digitalización de muchos libros falta, precisamente, lectura.
Al final, queda claro que muchas página ya no digamos nadie las lee, nadie las ve. Editar es cada día más barato, pero más barato, parecen decir muchas páginas, es no editar. No leer, no mirar.
Páginas solitarias, mudas, digitalizadas y abandonadas.
En MDCLXX (1670) Antonio Bertier publicó en París La conquista de la China por el tártaro de Juan de Palafox y Mendoza, casi un divertimento, donde narra la entrada de los manchús a China. Nunca he sostenido en mis manos ejemplar alguno de la obra, aun cuando conozco ya cuatro de la misma.
El primero en la Biblioteca Nacional de Francia que, por medio de Gallica, es accesible a través de internet. La copia de la BNF es, parece, copia de una copia, pues su original se encuentra, al parecer, en Chile. Del microfilme se hizo copia digital (especulo).
El segundo es el digitalizado por google de una biblioteca alemana, aun cuando el sello aparece un tanto cuanto borroso. El sello nuevo dice, sin duda alguna, Staastsbibliothek. La sorpresa es el mapa. En la edición de la BNF no aparece el grabado principal donde se incluye un mapa de la región, seguro arrancado y vendido por algún tasajeador de libros, tan comunes. [Poseo una página de grabados de la Enciclopedia de Diderot, no queda clara la edición, pero por el papel y la técnica parece de las primeras. Comprada en ebay a un precio ridículo.]
[Ejemplar alemán, Google]
El cuarto es el de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, con mapa, pero sin color. La disposición de los dos ejemplares de la Biblioteca virtual del patrimonio bibliográfico es poco amigable. Se puede descargar las imágenes página a página, a diferencia de Google que permite la descarga total y de Gallica que permite la descarga más amigable, todo el libro o la creación de PDF de las páginas que uno quiera. ¿Qué teme la Biblioteca virtual del patrimonio bibliográfico, que alguien más ponga a disposición los libros? ¿No es la idea? ¿No son bibliotecas? Pidan crédito, pidan reconocimiento, pero no dificulten. Siguen con la misma costumbre de los fondos reservados. ¿Temen que se deterioren las copias digitales? Espero que no, en verdad.
Otra sorpresa nos la depara el final de la copia chilena. Maltratado el ejemplar, una mano generosa copió las última páginas y las añadió al ejemplar. Es hermoso ver tal celo bibliotecario de quien, de cierto, es muy difícil llegar a saber el nombre.
[Ejemplar chileno, BNF]
[Ejemplar chileno, BNF]
[Ejemplar español, RAH]
[Ejemplar español, BCLM]
Lamentable, como siempre, la transcripción, tanto de Gallica como de Google. Cercana a lo ilegible. El final cuya página puede verse en los tres ejemplares anteriores lo transcribe Google así:
Pongo imagen porque la mala transcripción logra encerrar en símbolos marcadores que dan una segunda falsedad que transcribo, pues elimina todo lo que encuentra entre los símbolos < > al corresponder a una etiqueta de HTML:
Monarca
Los programas pueden mucho, pero no pueden todo. Los libros alguien debe leerlos y las máquina no leen, al menos hasta ahora. Bajar el libro electrónico [epub] de Google es punto menos que suicida. ¿Qué sentido tiene? La digitalización de los libros es un paso enorme, poder compulsar los cuatro ejemplares y notar omisiones, faltante y correspondencias es una maravilla que puede hacerse rápido y sencillo sin necesidad de moverse. Pero el hecho mismo de la compulsa y la lectura no puede obviarse.
Libros encarcelados, libros cuyo contenido no puede viajar. Son imágenes de las páginas de ejemplares de libros de los cuáles no sabemos su procedencia, su estado, sus posibles faltas.
Por desgracia Google parece estar solo en la ingente tarea de digitalizar nuestro pasado editorial y, también por desgracia, lo está haciendo mal por la sencilla razón que le deja a las máquinas todo el trabajo. No hay, por ahora, algoritmo editorial que valga. Alguien debe leer y entender y escuchar las resonancias de la forma de escribir y de editar y de prescribir lo bien dicho en el XVII y tomar decisiones significativas, profundas. La edición es humana, inteligente. Los programas, por desgracia, son superficiales. Su profundidad es más una metáfora que una realidad, su profundidad es más bien lejanía, relaciona datos lejanos como si ambos estuviesen en la misma superficie. No entienden ni siquiera, por ahora, algo tan sencillo como que la s tenía una grafía distinta en el XVII. Los proyectos como la Biblioteca virtual del patrimonio bibliográfico son peores, no saben, ni siquiera, que hay algo abajo de la superficie. No son por ello superficiales, son omisos. Buscan el control del acceso, no la liberación de los contenidos, que es su trabajo. Siguen atados al lugar que ocupa el libro en los estantes, atados a la propiedad bibliotecaria, a la custodio, cuando debieran liberar los libros, dejar que viajen fuera de los estantes y las bibliotecas.
Lo que importa de un libro es lo que dice. Y cada día dice más. Dice su contenido, desde luego, pero dice su hechura, su conservación, sus marginalia, sus faltantes y sus sobrantes. Herramientas hay, hace falta saber usarlas. Transcripción digital, revisión automática ortográfica, revisión asistida, lectura humana, compulsa humana, metadatos humanos. Tenemos todo para saber qué existía en una biblioteca en el momento en que la visitaba tal o cual pensador. Y podríamos rastrear su lectura. Tenemos la tecnología, pero parece que a casi nadie le importa. Y hablo del pasado, el futuro es igual de sombrío, seguimos haciendo libros mudos sin metadatos granulados y profundos.
Brillantes paradojas. Unos gastan en no hacer nada, otros en hacer mucho más o menos mal. Otros quisieran, mejor, no pensar siquiera en hacer nada. ¿En serio es tan difícil digitalizar? No lo creo, baste ver las páginas de libros libres, gratuitos y rápidos. Necesitamos colaborar, todos, globalmente. Se supone que es tarea de los gobiernos, de las universidades, de los gremios de autores, de las bibliotecas, de las secretarías de culturas. También es de las editoriales y de los lectores. Wikilibros, imagino. De otro modo la cultura será expropiada y pronto tendremos que pagar por usar palabras pues todas estarán registradas o patentadas. No está lejos el día en que Google nos cobre por ver los libros digitalizados. Pronto nos cobrarán, también, por quitar los correctores automáticos. Luchamos ya contra la corrección autómatica de nuestras máquinas, no faltan propuestas de multar o encarcelar a quien use ciertas palabras para ciertos propósitos. Al rato será un delito escribir distinto, leer distinto. Interpretar, burlar, ironizar, parafrasear, satirizar no son bien vistos. Primero la corrección política, luego el silencio, después el delito. ¿Cómo leen poesía quienes no saben escuchar resonancias, ver las muchas sendas y los muchos callejones y los incontables recovecos del sentido? Cierto, hace mucho que no se lee poesía. Porque editar significa leer. Leer. Y en la digitalización de muchos libros falta, precisamente, lectura.
Al final, queda claro que muchas página ya no digamos nadie las lee, nadie las ve. Editar es cada día más barato, pero más barato, parecen decir muchas páginas, es no editar. No leer, no mirar.
Páginas solitarias, mudas, digitalizadas y abandonadas.
[Google]
lunes, octubre 17, 2011
El Génesis en binario.
El libro del Génesis en binario encuadernado artesanalmente en piel. Buena manera de promover la encuadernación en la era digital.
Vía Boingboing.
lunes, octubre 10, 2011
La siguiente demanda será contra los lectores
Dato mata opinión, pero no mata prejuicio y, mucho menos, mata interés. Los autores demandan ¡a las bibliotecas! por tener copias digitales de sus libros ¡y permitir su lectura!
El director de la World Intellectual Property Organization (WIPO) dice, en el colmo del autoengaño, had the world wide web been able to be patented, and I think that is a question in itself, perhaps the amount of investment that has gone into or would be able to go into basic science would be different.
Se habla de guerra, de lucha, de ataque. Se habla de recuperar la mediación, de recuperar el control del contenido, del diseño, de la distribución, de las regalías. En fin, de todo lo relacionado con los cambios tecnológicos. ¡Quieren algunos prohibir que el lector tenga control del tamaño de la letra en los lectores electrónicos!
El problema, entonces, es el control. El DRM castiga a quien compra, a quien tiene una copia de un libro o de una película o de una canción precisamente porque la ha comprado. Si se tiene copia pirata, por definición, no tiene DRM. Hace años alguien imaginaba imprimir los libros con cierto barniz transparente que, sin embargo, reflejara en extremo la luz de las fotocopiadorás, para evitar la piratería, desde luego. Nunca lo logró, afortunadamente.
Es distinta la copia entusiasta, producto del goce y de la pasión, de la copia indiferente, digamos. Quien copia porque sí, para tener, aunque nunca la vea, ni la escuche ni la lea. La copia por precio, donde se vende una copia, sobre todo de cine y música, mucho menos de libros, a un precio ridículo. No hay prueba alguna de que ninguna de esas copias disminuya las ventas. Ventas, problema que le interesa a quienes administran y sostienen el DRM y a la industria cultural centrada en el comercio. Ventas, no copias. Creen, torpemente, que el DRM mejora sus ventas o, en el mejor de los casos, evita su disminución.
En el caso de los libros las grandes editoriales siguen reflexionando y tratando de posponer la entrada del libro digital en el mercado iberoamericano. Intentan controlar el idioma, por medio de la gran apuesta del español como idioma universal siempre y cuando sea el que se sancione en España, vía RAE, vía Gobierno Español, vía Planeta. Intentan controlar el libro digital por medio de Libranda. Intentan controlar por medio del precio único, nunca tan apoyado y defendido en todos los países latinoamericanos. Todo lo cual, suponen, los protege en contra de empresas como Amazon y la brumosa, para ellos, Internet.
Olvidan, por una parte, que ya no se edita para un mercado local. La impresión digital permite editar a la vez en varios países el mismo libro con costo de impresión local. El libro electrónico puede venderse en cualquier página electrónica, hasta en la de Amazon, sin mayor problema. Hay métodos de pago mundiales, sencillos y baratos. Se ha vuelto muy sencillo vender libros. Los grandes intentarán detener los avances, cerrar los caminos.
Y cada día veo mayores posibilidades de colaboración, antes impensadas. Sigue existiendo la tontería, la envidia, la soberbia, pero se abren caminos de colaboración no centrados en la propia ciudad ni en el propio país, caminos amplios, con la brumosa internet como guía.
Los lectores no son, no somos, delincuentes. De seguir por ese camino la siguiente demanda será contra los lectores. Y ya la perdieron hace mucho...
El director de la World Intellectual Property Organization (WIPO) dice, en el colmo del autoengaño, had the world wide web been able to be patented, and I think that is a question in itself, perhaps the amount of investment that has gone into or would be able to go into basic science would be different.
Se habla de guerra, de lucha, de ataque. Se habla de recuperar la mediación, de recuperar el control del contenido, del diseño, de la distribución, de las regalías. En fin, de todo lo relacionado con los cambios tecnológicos. ¡Quieren algunos prohibir que el lector tenga control del tamaño de la letra en los lectores electrónicos!
El problema, entonces, es el control. El DRM castiga a quien compra, a quien tiene una copia de un libro o de una película o de una canción precisamente porque la ha comprado. Si se tiene copia pirata, por definición, no tiene DRM. Hace años alguien imaginaba imprimir los libros con cierto barniz transparente que, sin embargo, reflejara en extremo la luz de las fotocopiadorás, para evitar la piratería, desde luego. Nunca lo logró, afortunadamente.
Es distinta la copia entusiasta, producto del goce y de la pasión, de la copia indiferente, digamos. Quien copia porque sí, para tener, aunque nunca la vea, ni la escuche ni la lea. La copia por precio, donde se vende una copia, sobre todo de cine y música, mucho menos de libros, a un precio ridículo. No hay prueba alguna de que ninguna de esas copias disminuya las ventas. Ventas, problema que le interesa a quienes administran y sostienen el DRM y a la industria cultural centrada en el comercio. Ventas, no copias. Creen, torpemente, que el DRM mejora sus ventas o, en el mejor de los casos, evita su disminución.
En el caso de los libros las grandes editoriales siguen reflexionando y tratando de posponer la entrada del libro digital en el mercado iberoamericano. Intentan controlar el idioma, por medio de la gran apuesta del español como idioma universal siempre y cuando sea el que se sancione en España, vía RAE, vía Gobierno Español, vía Planeta. Intentan controlar el libro digital por medio de Libranda. Intentan controlar por medio del precio único, nunca tan apoyado y defendido en todos los países latinoamericanos. Todo lo cual, suponen, los protege en contra de empresas como Amazon y la brumosa, para ellos, Internet.
Olvidan, por una parte, que ya no se edita para un mercado local. La impresión digital permite editar a la vez en varios países el mismo libro con costo de impresión local. El libro electrónico puede venderse en cualquier página electrónica, hasta en la de Amazon, sin mayor problema. Hay métodos de pago mundiales, sencillos y baratos. Se ha vuelto muy sencillo vender libros. Los grandes intentarán detener los avances, cerrar los caminos.
Y cada día veo mayores posibilidades de colaboración, antes impensadas. Sigue existiendo la tontería, la envidia, la soberbia, pero se abren caminos de colaboración no centrados en la propia ciudad ni en el propio país, caminos amplios, con la brumosa internet como guía.
Los lectores no son, no somos, delincuentes. De seguir por ese camino la siguiente demanda será contra los lectores. Y ya la perdieron hace mucho...
sábado, octubre 08, 2011
viernes, octubre 07, 2011
lunes, octubre 03, 2011
¿Claro?
Quien escribe bien es quien escribe.
Quien edita bien es quien edita.
Quien diseña bien es quien diseña.
Quien lee bien es quien lee.
Quien edita bien es quien edita.
Quien diseña bien es quien diseña.
Quien lee bien es quien lee.
domingo, octubre 02, 2011
viernes, septiembre 30, 2011
El paraíso lector
Nunca había sido tan sencillo leer. Nunca. Poesía, matemáticas, física, novela, filosofía. Libros, periódicos, diarios, revistas, cartas. Palíndromos, haikús, teoremas, fórmulas. Nunca había sido tan sencillo recibir tantas y tan buenas recomendaciones. Nunca había sido tan sencillo adquirir un libro recién publicado en cualquier lugar del planeta casi en cualquier idioma. Nunca había sido tan sencillo leer los últimos artículos académicos de temas tan distantes y distintos como la psiquiatría molecular o la ingeniería genética o la física de partículas. Domina el inglés, es cierto, pero no se limita a él. Nunca había sido tan sencillo ser superficial o profundo, centrado o disperso, monotemático o abarcante. Podemos leer la primera edición del Quijote sin dejar en prenda ninguna falangeta. Las cartas de van Gogh sin perder fortuna alguna, del todo inexistente en la mayoría de lo casos. Quevedo, el grande y jocoso y venenoso Quevedo. O la primera reseña de Principia Mathematica. O las obras de Galileo. O al grande Swift. Los rollos del mar muerto, códices varios. Nunca habías sido tan sencillo leer.
¿Por qué entonces tantas y tan frecuentes quejas de los lectores? Nadie defiende la telefonía fija ni los teléfonos de disco y nadie lo hace por la sencilla razón que no hay nostalgia alguna. Nunca, tampoco, había sido tan sencillo realizar una llamada telefónica, de casi cualquier parte a casi cualquier otra. El teléfono fijo es un modo más, y no el mejor ahora, de estar conectado. Nadie defiende las máquinas de escribir o las plumas estilográficas. Es mucho más sencillo utilizar los teclados de todos nuestros aditamentos. Pero los lápices y las plumas y las libretas siguen existiendo y nadie teme su desaparición.
Nunca había sido tan sencillo editar. La tecnología ha hecho simple y barato hacer libros. Impresión offset con tecnología de placa directa, impresión digital para pequeños tirajes, impresión digital para impresión bajo pedido (POD), impresión digital de pliegos y encuadernaciones artesanales, ediciones cartoneras, ediciones artísticas con tipos móviles y muchas máquinas baratas. Libro electrónico, desde el ya viejo PDF, hasta libro web, epub o app, pasando por el inicial texto puro y duro del tipo del proyecto gutenberg. Nunca habíamos tenido tantos formatos por elegir.
Insisto, entonces, ¿por qué tantas y tantas quejas y lamentos? Ensayo las siguientes razones. Primera, si es asequible no es importante. Para muchos el esfuerzo por encontrar y llegar a ciertos libros o ciertos autores los hace más valiosos. Si se elimina la dificultad se elimina el valor. Segunda, populariza lo que debe ser elitista. Si cualquiera puede leer a Shakespeare, Shakespeare peligra. Hay un sentido de veneración. Tercera. No hay posibilidad de exquisitez si la copia es idéntica al original o, si se quiere, si todas las copias son originales, lo cual no sólo sucede con los libros electrónicos sino con la impresión digital. No hay libro raro cuando en cualquier momento puedo volver a realizar otro ejemplar idéntico e igual de raro o común. Cuarta. No hay permanencia. Los grandes libros son eternos y el sentido de eternidad con la reproducción digital se pierde. El pasado se vuelve tan incierto como el futuro, pues podemos tener, sin demasiado problema, copias de primeras ediciones que antes era imposible tener.
Profesan convicciones. Nunca leeré en pantalla. Nunca dejaré el papel. Siempre compraré libros, etcéteras y etcéteras. Y el olor, ¡ay!, cómo fascina el olor de los libros, como si tuvieran libros sólo para olerlos.
Los problemas no siguen siendo los mismos. Hay quienes no saben leer. Hay quienes no tienes acceso a ningún tipo de libros. Hay quienes no tienes acceso a la educación de calidad para poder leer libros. Problemas todos que ni dependen del olor ni de la consistencia de los libros sino de nuestros proyectos colectivos. Decía, no son los mismos, son más graves. Ahora, en el paraíso lector, las carencias son más inexplicables.
¿Por qué entonces tantas y tan frecuentes quejas de los lectores? Nadie defiende la telefonía fija ni los teléfonos de disco y nadie lo hace por la sencilla razón que no hay nostalgia alguna. Nunca, tampoco, había sido tan sencillo realizar una llamada telefónica, de casi cualquier parte a casi cualquier otra. El teléfono fijo es un modo más, y no el mejor ahora, de estar conectado. Nadie defiende las máquinas de escribir o las plumas estilográficas. Es mucho más sencillo utilizar los teclados de todos nuestros aditamentos. Pero los lápices y las plumas y las libretas siguen existiendo y nadie teme su desaparición.
Nunca había sido tan sencillo editar. La tecnología ha hecho simple y barato hacer libros. Impresión offset con tecnología de placa directa, impresión digital para pequeños tirajes, impresión digital para impresión bajo pedido (POD), impresión digital de pliegos y encuadernaciones artesanales, ediciones cartoneras, ediciones artísticas con tipos móviles y muchas máquinas baratas. Libro electrónico, desde el ya viejo PDF, hasta libro web, epub o app, pasando por el inicial texto puro y duro del tipo del proyecto gutenberg. Nunca habíamos tenido tantos formatos por elegir.
Insisto, entonces, ¿por qué tantas y tantas quejas y lamentos? Ensayo las siguientes razones. Primera, si es asequible no es importante. Para muchos el esfuerzo por encontrar y llegar a ciertos libros o ciertos autores los hace más valiosos. Si se elimina la dificultad se elimina el valor. Segunda, populariza lo que debe ser elitista. Si cualquiera puede leer a Shakespeare, Shakespeare peligra. Hay un sentido de veneración. Tercera. No hay posibilidad de exquisitez si la copia es idéntica al original o, si se quiere, si todas las copias son originales, lo cual no sólo sucede con los libros electrónicos sino con la impresión digital. No hay libro raro cuando en cualquier momento puedo volver a realizar otro ejemplar idéntico e igual de raro o común. Cuarta. No hay permanencia. Los grandes libros son eternos y el sentido de eternidad con la reproducción digital se pierde. El pasado se vuelve tan incierto como el futuro, pues podemos tener, sin demasiado problema, copias de primeras ediciones que antes era imposible tener.
Profesan convicciones. Nunca leeré en pantalla. Nunca dejaré el papel. Siempre compraré libros, etcéteras y etcéteras. Y el olor, ¡ay!, cómo fascina el olor de los libros, como si tuvieran libros sólo para olerlos.
Los problemas no siguen siendo los mismos. Hay quienes no saben leer. Hay quienes no tienes acceso a ningún tipo de libros. Hay quienes no tienes acceso a la educación de calidad para poder leer libros. Problemas todos que ni dependen del olor ni de la consistencia de los libros sino de nuestros proyectos colectivos. Decía, no son los mismos, son más graves. Ahora, en el paraíso lector, las carencias son más inexplicables.
miércoles, septiembre 28, 2011
domingo, septiembre 25, 2011
Corazón de piedra
Trabajando en una editorial se le vuelve a uno el corazón de piedra.
Italo Calvino
El complejo del hipo. Tres de Les Luthiers
—¿Yo le hice escuchar las cosas que compongo en mis ratos libres?
—Sí. Usted debería tratar de estar siempre ocupado.
No hay que confundir la libertad con el libertinaje. A mí me gusta más el libertinaje.
El complejo del hipo.
—Sí. Usted debería tratar de estar siempre ocupado.
No hay que confundir la libertad con el libertinaje. A mí me gusta más el libertinaje.
El complejo del hipo.
sábado, septiembre 24, 2011
Perlas electrónicas del mentado simposio
[Transcribo 15 perlas escuchadas en el simposio mencionado antes sobre el libro electrónico. Pueden tener errores de transcripción de los cuales sería total culpable.]
El apocalipsis ya pasó.
No le tengan miedo al PDF.
No confío mucho en la electrónica.
Los videojuegos son criminales.
No sé cómo deshacerme de dos tipógrafos.
Son minoría quienes quieren modificar los derechos de autor.
El libro no es para chatear, ni para jugar, ni para oír música.
Quiero creer que no me volveré prescindible.
El libro electrónico es una moda.
La brevedad no está hecha para cualquiera.
Facebook es un buscador.
Internet nos lleva a no sé dónde.
Los autores y los editores deben contratar abogados.
Nos hemos llenado de dispositivos pero no de voluntad de defender los derechos de autor.
La Ciudad Universitaria en el futuro será un lugar para ir de día de campo.
El apocalipsis ya pasó.
No le tengan miedo al PDF.
No confío mucho en la electrónica.
Los videojuegos son criminales.
No sé cómo deshacerme de dos tipógrafos.
Son minoría quienes quieren modificar los derechos de autor.
El libro no es para chatear, ni para jugar, ni para oír música.
Quiero creer que no me volveré prescindible.
El libro electrónico es una moda.
La brevedad no está hecha para cualquiera.
Facebook es un buscador.
Internet nos lleva a no sé dónde.
Los autores y los editores deben contratar abogados.
Nos hemos llenado de dispositivos pero no de voluntad de defender los derechos de autor.
La Ciudad Universitaria en el futuro será un lugar para ir de día de campo.
viernes, septiembre 23, 2011
Editor mexica
Cierto agente literario tiende a la impaciencia, por decir lo menos, con quien escribe estas líneas. Primero por mi reclamo, por demás airado, del envío de un correo mandado a él por un editor sobre un libro en los que teníamos ambos queveres. En el tal correo decía, refiriéndose a mi persona, editor mexica. Como hacen los agentes literarios, algunos o muchos, digamos, ante el reclamo, se lavó las manos. Él no dijo mexica. Mi reclamo era sencillo: no le pareció grave que el otro editor me llamara mexica.
Nunca me creyó que un contrato murió ahogado. Hace poco encontré pruebas. Cada varios años las aguas suben demasiado, sin metáfora alguna. Y los papeles muchos de nuestro decurso se mojan. Libros, hemos aprendido, casi ninguno con las útlimas aguas. Pero poner a secar es harto laborioso. La foto que pongo abajo es, literalmente, la terapia de luz de algunos papeles. Muchos murieron, los recordamos con cariño.
Nunca me creyó que un contrato murió ahogado. Hace poco encontré pruebas. Cada varios años las aguas suben demasiado, sin metáfora alguna. Y los papeles muchos de nuestro decurso se mojan. Libros, hemos aprendido, casi ninguno con las útlimas aguas. Pero poner a secar es harto laborioso. La foto que pongo abajo es, literalmente, la terapia de luz de algunos papeles. Muchos murieron, los recordamos con cariño.
Simposio internacional del pánico al libro electrónico
Conaculta (Consejo nacional para la cultura y las artes) organizó el Simposion internacional del libro electrónico. Mucho miedo, pánico, tecnofobia e irracionalidad. Hubo perlas memorables, extrañas de escuchar en quienes, uno supone, defienden la libertad de elección. Quejas de piratería, desde luego (debe existir la zanahoria y el palo), de la propia tecnología los videojuegos son criminales, de los libros líquidos libros normales en contraposición a los anormales electrónicos, imagino, loas al papel, loas a la intimidad de la página, loas al pasado y miedo, terror y pánico al futuro.
Un par que eran, de hecho, como presentaciones de tupperware: editores y editoras bonitos y bonitas, no se me apuren, nosotros podemos resolverles todo a un precio chulo, bonito y hasta en otro idioma. Hubo, también y desde luego, voces razonables y razonadas. Patricia Arancibia de Barnes & Noble, Alejandro Zenker, Tomás Granados Salinas del FCE, Néstor García Canclini, [Alberto Chimal, añado ahora, dos días después, que por burro se me quedó en el tintero] por señalar quienes me parecieron los mejores. Hubo otros, algunos extraños y otros desorganizados. Lo normal, pues, en estos encuentros. Ausencia. Dos ausencia presentes, digamos, pues aunque anunciadas una no terminó de poder hablar desde España (Arantxa Mellado de Ediciona) y Emilia Ferreiro.
Muchas otras ausencias. No hubo mención alguna a Biblits ni a Malaletra.
Al fin, con unos cuantos muchos años de retraso, comienza la discusión. El problema es que no existen libros líquidos, electrónicos, en México y no hay planeas. Llegaremos mal y tarde. Entusiasmo, reflexión y ánimo hay.
Qué extraña manía la nuestra la no discutir, como dice Zaid. Y la de no escuchar y la de no colaborar.
¿Por qué se molestan tanto, o nos molestamos, para el caso, por la manera en que los demás leen?
Les dejo varios comentarios:
Sobre las necedades y los temores en el Simposio Internacional del Libro Electrónico deVerónica Juárez.
El futuro del libro, ayer de Daniel Saldaña París
Entre visionarios y apocalípticos de René López Villamar
31 PUNTOS de José Luis Zárate
Apuntes finales del Simposio Internacional del Libro Electrónico de Antonio Ramos
Un par que eran, de hecho, como presentaciones de tupperware: editores y editoras bonitos y bonitas, no se me apuren, nosotros podemos resolverles todo a un precio chulo, bonito y hasta en otro idioma. Hubo, también y desde luego, voces razonables y razonadas. Patricia Arancibia de Barnes & Noble, Alejandro Zenker, Tomás Granados Salinas del FCE, Néstor García Canclini, [Alberto Chimal, añado ahora, dos días después, que por burro se me quedó en el tintero] por señalar quienes me parecieron los mejores. Hubo otros, algunos extraños y otros desorganizados. Lo normal, pues, en estos encuentros. Ausencia. Dos ausencia presentes, digamos, pues aunque anunciadas una no terminó de poder hablar desde España (Arantxa Mellado de Ediciona) y Emilia Ferreiro.
Muchas otras ausencias. No hubo mención alguna a Biblits ni a Malaletra.
Al fin, con unos cuantos muchos años de retraso, comienza la discusión. El problema es que no existen libros líquidos, electrónicos, en México y no hay planeas. Llegaremos mal y tarde. Entusiasmo, reflexión y ánimo hay.
Qué extraña manía la nuestra la no discutir, como dice Zaid. Y la de no escuchar y la de no colaborar.
¿Por qué se molestan tanto, o nos molestamos, para el caso, por la manera en que los demás leen?
Les dejo varios comentarios:
Sobre las necedades y los temores en el Simposio Internacional del Libro Electrónico deVerónica Juárez.
El futuro del libro, ayer de Daniel Saldaña París
Entre visionarios y apocalípticos de René López Villamar
31 PUNTOS de José Luis Zárate
Apuntes finales del Simposio Internacional del Libro Electrónico de Antonio Ramos
jueves, septiembre 22, 2011
domingo, septiembre 18, 2011
Palabras iluminadas
La universidad de Saint John comisionó lo impensable: crear una Biblia iluminada. No parece mucho, en principio. El día 15 de septiembre anunció haber acabado el proyecto. Lo interesante, en este caso, es la forma de producir la Biblia y la forma de producir las ilustraciones.
Producir es una palabra impropia. La Biblia ha sido escrita a mano, mejor, ha sido caligrafiada como quizá no se había hecho en más de 500 años. Es un ejemplar único hecho con paciencia, arte, limpieza y toda la ayuda tecnológica posible. Hojas de oro, pigmentos precisos, plumas recortadas. Línea a línea por un calígrafo a la altura del arte. Ayudado por una computadora para crear la ruta precisa. Debió, incluso, inventar formas de letras nuevas. únicas, para el proyecto. El sueño del calígrafo.
Las imágenes son el segundo paso a la espiritualidad del texto. No son ilustraciones en el sentido común del término, son meditaciones espirituales sobre el texto. La belleza es inevitable.
Trece años en producir el libro. Si alguien nos preguntara: ¿qué libro elegirías para hacer una edición caligrafiada e ilustrada?; la respuesta no sería, ni de lejos, sencilla. Es un gesto, curiosamente, muy contemporáneo. En la época de la reproducción digital la única forma de garantizar lo sagrado es por medios elementales, humanos hasta su última expresión. Escribir a mano permite recuperar lo sagrado. Es el mismo impulso con los libros objeto o con los libros alterados. Ante el evidente vacío de sacralidad, ante la más absoluta cosificación, objetivación, nadificación de los libros, intentamos transformarlos en otra cosa: arte, palabra sagrada, decoración en el caso mínimo. No queremos perder la veneración por lo libros. Al libro electrónico se le teme. Nos hablan de lo hermoso que es tocar los libros, de lo bonito que huelen, de cuánto gusto y contento entraña ir a las librerías, de las fantasías con las y los bibliotecarios, o con ambos, si a fantasías vamos de muchos, porque no pueden refutar lo importante: un libro está hecho de palabras. Sea la Biblia escrita a mano por Phillipe Patterson, sea la caligrafiada por Donald Jackson, sea la Biblia del proyecto gutenberg, o de las internet archive, o cualquiera para el Kindle, la Biblia está hecha de palabras. Y el valor de cada libro está en ser las palabras que es en el orden en que están. Nada más y nada menos. Alguien ordenó las palabras del Ulises del grande Joyce. Hizo un ejemplar con ese texto ordenado según su jerarquía alfabética. Así, el libro comenzaba con muchas a repetidas y seguí ya no recuerdo de cuál manera. Es posible, con la tecnología actual, reunir todas las palabras usadas en ese Ulises y escribir un nuevo libro que use todas y cada una de esas palabras sin que falte ninguna y que repita el mismo número de veces las que repite el original. Es decir, un programa que nos permitiera escribir con el vocabulario exacto, las comas exactas, los puntos exactos, del Ulises, pero en orden distinto. Ocioso, un tanto geek, pero no sería, ni de lejos, el mismo libro. Será mejor o seguramente peor, pero distinto. No es gratuito, para nuestra cultura, la elección de la Biblia. No se elige a Dante, ni a Homero ni a Joyce ni a Henry Miller, por citar a alguien que buscaba también lo sagrado. La Biblia es donde encuentra el libro la serenidad de lo sagrado. No queremos verlo. [En lo personal, me resistí como gato panza arriba, como dicen en mi pueblo. Me negué a leer en digital por necio, por malhora, por soberbio, por torpe, por ignorancia, vamos. Cuando leí algo en un Kindle prestado me sorprendí al extremo. Me resistí a comprarme uno, puse miles de excusas. Cuando lo obtuve comencé a leer más que antes. Es un instrumento poderoso, muy poderoso. Y seguimos reflexionando sobre el libro digital, sobre el futuro o los futuros del libro. Señores, señoras, niños y niñas editores y editoras, autores y autoras, libreros y libreras, etcéteras y etcéteros, dejemos de dar vueltas al asunto y comencemos. Hay mucho por hacer para tener los más libros electrónicos disponibles. Fin del paréntesis, se dice en estos casos]. No queremos verlo. El libro electrónico ha liberado a la palabra de lo sagrado, ha logrado, por fin, volverla mundana, fluida. Le ha quitado el peso de lo eterno. Sí, los libros perduran y es el problema precisamente. Somos editores, o libreros, o autores, no somos archivistas. Los archivos son fundamentales para la civilización y es labor de todos ayudar a la preservación, pero no es nuestro oficio. Mal cuando un editor edita para el futuro. Mal cuando un autor escribe para el futuro. Los libros han de dejado de estar bajo el yugo de la eternidad. Algo, como siempre, sobrevivirá, pero la mayoría, como ha sucedido, desaparecerá. ¿Qué siente al saber que la palabra ya no es sagrada? Nunca ha escuchado: ¿es que cualquiera publica ahora lo que sea? Yo sí. Y también: ¿eso no es un libro, yo podría hacer así muchos? Claro, lo dice quien no ha hecho nunca ninguno. Estamos en el paraíso, si se me permite el gracejo, nunca habíamos tenido tanto y tan bueno para leer lo que se nos dé la real y sagrada gana.
Las imágenes son el segundo paso a la espiritualidad del texto. No son ilustraciones en el sentido común del término, son meditaciones espirituales sobre el texto. La belleza es inevitable.
Trece años en producir el libro. Si alguien nos preguntara: ¿qué libro elegirías para hacer una edición caligrafiada e ilustrada?; la respuesta no sería, ni de lejos, sencilla. Es un gesto, curiosamente, muy contemporáneo. En la época de la reproducción digital la única forma de garantizar lo sagrado es por medios elementales, humanos hasta su última expresión. Escribir a mano permite recuperar lo sagrado. Es el mismo impulso con los libros objeto o con los libros alterados. Ante el evidente vacío de sacralidad, ante la más absoluta cosificación, objetivación, nadificación de los libros, intentamos transformarlos en otra cosa: arte, palabra sagrada, decoración en el caso mínimo. No queremos perder la veneración por lo libros. Al libro electrónico se le teme. Nos hablan de lo hermoso que es tocar los libros, de lo bonito que huelen, de cuánto gusto y contento entraña ir a las librerías, de las fantasías con las y los bibliotecarios, o con ambos, si a fantasías vamos de muchos, porque no pueden refutar lo importante: un libro está hecho de palabras. Sea la Biblia escrita a mano por Phillipe Patterson, sea la caligrafiada por Donald Jackson, sea la Biblia del proyecto gutenberg, o de las internet archive, o cualquiera para el Kindle, la Biblia está hecha de palabras. Y el valor de cada libro está en ser las palabras que es en el orden en que están. Nada más y nada menos. Alguien ordenó las palabras del Ulises del grande Joyce. Hizo un ejemplar con ese texto ordenado según su jerarquía alfabética. Así, el libro comenzaba con muchas a repetidas y seguí ya no recuerdo de cuál manera. Es posible, con la tecnología actual, reunir todas las palabras usadas en ese Ulises y escribir un nuevo libro que use todas y cada una de esas palabras sin que falte ninguna y que repita el mismo número de veces las que repite el original. Es decir, un programa que nos permitiera escribir con el vocabulario exacto, las comas exactas, los puntos exactos, del Ulises, pero en orden distinto. Ocioso, un tanto geek, pero no sería, ni de lejos, el mismo libro. Será mejor o seguramente peor, pero distinto. No es gratuito, para nuestra cultura, la elección de la Biblia. No se elige a Dante, ni a Homero ni a Joyce ni a Henry Miller, por citar a alguien que buscaba también lo sagrado. La Biblia es donde encuentra el libro la serenidad de lo sagrado. No queremos verlo. [En lo personal, me resistí como gato panza arriba, como dicen en mi pueblo. Me negué a leer en digital por necio, por malhora, por soberbio, por torpe, por ignorancia, vamos. Cuando leí algo en un Kindle prestado me sorprendí al extremo. Me resistí a comprarme uno, puse miles de excusas. Cuando lo obtuve comencé a leer más que antes. Es un instrumento poderoso, muy poderoso. Y seguimos reflexionando sobre el libro digital, sobre el futuro o los futuros del libro. Señores, señoras, niños y niñas editores y editoras, autores y autoras, libreros y libreras, etcéteras y etcéteros, dejemos de dar vueltas al asunto y comencemos. Hay mucho por hacer para tener los más libros electrónicos disponibles. Fin del paréntesis, se dice en estos casos]. No queremos verlo. El libro electrónico ha liberado a la palabra de lo sagrado, ha logrado, por fin, volverla mundana, fluida. Le ha quitado el peso de lo eterno. Sí, los libros perduran y es el problema precisamente. Somos editores, o libreros, o autores, no somos archivistas. Los archivos son fundamentales para la civilización y es labor de todos ayudar a la preservación, pero no es nuestro oficio. Mal cuando un editor edita para el futuro. Mal cuando un autor escribe para el futuro. Los libros han de dejado de estar bajo el yugo de la eternidad. Algo, como siempre, sobrevivirá, pero la mayoría, como ha sucedido, desaparecerá. ¿Qué siente al saber que la palabra ya no es sagrada? Nunca ha escuchado: ¿es que cualquiera publica ahora lo que sea? Yo sí. Y también: ¿eso no es un libro, yo podría hacer así muchos? Claro, lo dice quien no ha hecho nunca ninguno. Estamos en el paraíso, si se me permite el gracejo, nunca habíamos tenido tanto y tan bueno para leer lo que se nos dé la real y sagrada gana.
sábado, septiembre 17, 2011
Carta a las editoriales independientes de Heriberto Yépez
La copio íntegra:
Como comprador de libros mexicanos, sé que uds. —las editoriales independientes— dicen encargarse de los libros inteligentes.
Aldus, Alias, Almadía, Sexto Piso y Tumbona, por sólo nombrar cinco, tienen colecciones coleccionables. ¿Error gramatical? No: rareza editorial.
Un catálogo de riesgo como el de Joaquín Mortiz hace cuarenta años, hoy es impensable. La poesía y el ensayo no interesan ya a las transnacionales; sólo interesadas en cierta novela y obras de venta fácil. ¿Libros de arte? ¿Crítica? Vaya preguntas. Se wallmartizaron.
Pero un problema de las edit-independientes es que no distribuyen bien. ¿Falta de recursos, profesionalización, Depto. de Anti-Ventas?
Y escasa atención al cliente.
Hace tiempo casi tuve que rogar a Taller Ditoria para comprar un libro suyo.
Finalmente obtuve su cuenta bancaria, deposité mil pesos por libro y mensajería. Tardaron más de un mes en enviármelo. Sólo después de insistirles.
Casos similares atravesé con otras edit-independientes, ¡incluso cuando aclaraba que me interesaba comprar el libro para reseñarlo!
Su presencia en internet no es activa. No se han organizado para tener una web de venta de todos sus títulos.
Por suerte, ya realizan la Feria del Libro Independiente.
En Estados Unidos hay una distribuidora y alianza de pequeñas editoriales llamada Small Press Distribution (SPD), situada en San Francisco.
SPD es operada por escritores experimentales norteamericanos y voluntarios, y se orienta a vender libros alternativos, de izquierda, feministas, ecologistas e impopulares.
SPD, además, organiza foros, lecturas y promoción de obras y visiones literarias innovadoras y contra-hegemónicas.
SPD tiene un catálogo impreso y electrónico estacional, que nos entera de todos los títulos que han publicado las decenas de editoriales que vende.
Las editoriales independientes mexicanas desgraciadamente no tienen una política cultural tan intrépida ni una plataforma colectiva.
Las grandes editoriales ya tomaron su decisión: es comercialmente respetable. Y culturalmente desastrosa.
Uds., las editoriales independientes, en cambio, apuestan por la literatura.
Y como sin uds. casi no habría novedades literarias profesionales en géneros no-populares, se han vuelto estratégicas para nuestra cultura del libro.
Pero necesitamos que su apuesta sea completa. Los lectores queremos que nos permitan apoyarlas.
Queremos un catálogo completo de sus libros. Lo queremos en internet YA.
Queremos también que radicalicen sus catálogos. La crisis lo exige.
Queremos también que si reciben fondos públicos, abran convocatorias transparentes para publicar. Democratícense.
Pedimos lo difícil. Los lectores independientes lo merecemos.
El libro sobrevivirá por ediciones indie y bibliómanos.
Atte., sus únicos aliados: Nosotros, los Lectores Locos.
Heriberto Yépez • hyepez.blogspot.com
Como comprador de libros mexicanos, sé que uds. —las editoriales independientes— dicen encargarse de los libros inteligentes.
Aldus, Alias, Almadía, Sexto Piso y Tumbona, por sólo nombrar cinco, tienen colecciones coleccionables. ¿Error gramatical? No: rareza editorial.
Un catálogo de riesgo como el de Joaquín Mortiz hace cuarenta años, hoy es impensable. La poesía y el ensayo no interesan ya a las transnacionales; sólo interesadas en cierta novela y obras de venta fácil. ¿Libros de arte? ¿Crítica? Vaya preguntas. Se wallmartizaron.
Pero un problema de las edit-independientes es que no distribuyen bien. ¿Falta de recursos, profesionalización, Depto. de Anti-Ventas?
Y escasa atención al cliente.
Hace tiempo casi tuve que rogar a Taller Ditoria para comprar un libro suyo.
Finalmente obtuve su cuenta bancaria, deposité mil pesos por libro y mensajería. Tardaron más de un mes en enviármelo. Sólo después de insistirles.
Casos similares atravesé con otras edit-independientes, ¡incluso cuando aclaraba que me interesaba comprar el libro para reseñarlo!
Su presencia en internet no es activa. No se han organizado para tener una web de venta de todos sus títulos.
Por suerte, ya realizan la Feria del Libro Independiente.
En Estados Unidos hay una distribuidora y alianza de pequeñas editoriales llamada Small Press Distribution (SPD), situada en San Francisco.
SPD es operada por escritores experimentales norteamericanos y voluntarios, y se orienta a vender libros alternativos, de izquierda, feministas, ecologistas e impopulares.
SPD, además, organiza foros, lecturas y promoción de obras y visiones literarias innovadoras y contra-hegemónicas.
SPD tiene un catálogo impreso y electrónico estacional, que nos entera de todos los títulos que han publicado las decenas de editoriales que vende.
Las editoriales independientes mexicanas desgraciadamente no tienen una política cultural tan intrépida ni una plataforma colectiva.
Las grandes editoriales ya tomaron su decisión: es comercialmente respetable. Y culturalmente desastrosa.
Uds., las editoriales independientes, en cambio, apuestan por la literatura.
Y como sin uds. casi no habría novedades literarias profesionales en géneros no-populares, se han vuelto estratégicas para nuestra cultura del libro.
Pero necesitamos que su apuesta sea completa. Los lectores queremos que nos permitan apoyarlas.
Queremos un catálogo completo de sus libros. Lo queremos en internet YA.
Queremos también que radicalicen sus catálogos. La crisis lo exige.
Queremos también que si reciben fondos públicos, abran convocatorias transparentes para publicar. Democratícense.
Pedimos lo difícil. Los lectores independientes lo merecemos.
El libro sobrevivirá por ediciones indie y bibliómanos.
Atte., sus únicos aliados: Nosotros, los Lectores Locos.
Heriberto Yépez • hyepez.blogspot.com
viernes, septiembre 16, 2011
jueves, septiembre 15, 2011
Pasión por el papel
No sólo entre los lectores hay apasionados del papel, si se me permite el gracejo. El artista Jonathan Brand hizo una réplica a tamaño natural de un motor del Mustang 1969. Algo debe significar que muchos hacen en papel réplicas de objetos que nada han tenido que ver con la celulosa y muchos vuelven objetos, algunas veces harto torturados, de los libros de antes.
Libro alterado por Christa Joo Hyun D'Angelo. Ejemplar del libro Staging A Revolution: The Art Of Persuasion In The Islamic Republic Of Iran. Vía Boingboing y Dadanoias, respectivamente.
martes, septiembre 13, 2011
lunes, septiembre 12, 2011
La empresa Facsimile Dust Jackets vende impresiones bajo pedido de camisas de libros clásicos, para verdaderos coleccionistas.
viernes, septiembre 09, 2011
jueves, septiembre 08, 2011
Amazon es un competidor más.
Pilar Gallego, presidenta del Gremio de los Libreros de Madrid dice que Amazon es un competidor más.
Antonio María Ávila, de la Federación de Gremios de Editores de España dice que ni nos va a resolver la vida Amazon ni nos la va a complicar, porque van a tener que respetar el precio fijo.
[Aquí]
Libreros y editores, por lo que se ve, están listos para enfrentar el excelente servicio de Amazon, su amplitud de catálogo, su apuesta por los contenidos digitales, sus lectores y tabletas, su excelente motor de búsqueda, sus algoritmos sorprendentes y sus ganas de controlar el mercado en lengua española como controla el mercado en lengua inglesa.
La única esperanza es que ambos sean Zen: la única manera de ganar una batalla es no pelearla.
De otro modo, el desastre para unos y éxito para otro está por demás cantado.
Michael Stern Hart (1947-2011) y el silencio
Gutenberg imaginó con precisión la copia mecánica. Quiso, en un inicio, alcanzar la rapidez. No deseaba mucho, reducir a la mitad el tiempo empleado para hacer una copia hermosa y legible de cada libro, la Biblia, para el caso. Murió pobre y más o menos en el olvido. Nunca imaginó y nunca comprendió la magnitud de sus afanes. 1450 marcó el calendario. Cambió al mundo y nos llevó al reino de la copia mecánica. Nadie imaginó entonces la Ilustración, los derechos humanos, la democracia moderna, la alfabetización, las bibliotecas, la división de poderes, las novelas, los periódicos, las revistas...
Michael S. Hart murió el día de ayer y ningún periódico del mundo dedicó sus ocho columnas al duelo por esa muerte. No fue tema en las redes sociales, no motivó reflexiones, casi tan desconocido como Gutenberg, como llamó a su proyecto. Cuando algún historiador futuro imagine cómo habrá sido el año de 1971, nacimiento del primer libro digital y, para toda la eternidad, nacimiento del proyecto Gutenberg (¿estamos entonces en la versión gutenberg 2.0?) 521 años después del primero, no comprenderá que pasó casi inadvertido y que a la muerte de su creador casi nadie parece enterarse. En el año de 1971 nació, para efectos prácticos, la copia digital. Hart se dio cuenta, al no poder enviar el primer libro electrónicos a todos los entonces pocos habitantes de internet, que el valor de almacenarlo y dejar que cualquiera lo copiara, volvía eterno en verdad el libro, pues la copia digital no es de menor calidad que el original. Logró, pues, que de cada libro haya tantos ejemplares como se quiera idénticos todos a sí mismos. Todos los libros, entonces, pueden estar en todo lugar en todo momento. Después vino la tinta electrónica (que agradezco y me convirtió en lector digital), las peleas por los derechos de autor, las demandas, las quiebras, la desesperación, la desaparición y no tenemos idea del rumbo que tomará la sucesión de efectos y causas. Borges imaginó una biblioteca infinita, que no lo era, pues pese a ser muy, muy grande, en realidad es finita. No cabe en nuestro universo, de tan grande, pero es finita. Hart imaginó una biblioteca absoluta, replicante, con el número exacto de ejemplares como número de lectores de cada libro existan y existirán. Práctico, la puso en marcha y camina y es mucho mayor de lo imaginado. Murió Hart y casi nadie se enteró. Murió Hart y el silencio de su muerte es doloroso.
Estas líneas atestiguan mi tristeza...
domingo, septiembre 04, 2011
jueves, septiembre 01, 2011
Si en un determinado momento hubiera un cártel de editores
Si en un determinado momento hubiera un cártel de editores
o de los pepinos, los libros y la suprema corte...
Lo que sigue son fragmentos de las versiones taquigráficas de las sesiones del pleno de la suprema corte de justicia de la nación. 1, 2, 3, 4.]
Esto está tomado literalmente según se me informa de algo que se llama Wikipedia.
Que el fomento de la producción de los pepinos, por ejemplo, es una forma de fincar la salud de los mexicanos, porque tiene tal cúmulo de vitaminas, que es convenientísimo para la salud de los mexicanos.
El ejemplo de los pepinos era muy buen ejemplo.
Invocar el innegable valor cultural que tiene la cucurbitácea llamada “pepino”, una planta que desde luego determina la idiosincrasia de algunos pueblos que se dedican preponderantemente a su cultivo, era tan remoto por su innegable valor cultural.
El Ministro hasta donde yo sé no es agricultor y ayer nos hablaba de pepinos.
Me parece que venir a hablar de pepinos cuando estamos hablando de un mercado de libros, eso sí me parece digresiones.
Recordemos hace poco, se cierra en una frontera de Estados Unidos, atribuyéndole al pepino ser transportador de algún bicho.
A mí me parecería muy exagerado invocar al pepino y su influencia cultural en las regiones que viven y aprecian de eso como un valor cultural a considerar en atención al artículo 4°.
Don Gabriel Zaid, no lo sé, no es abogado, es editorialista –creo– no conozco la biografía de él.
Don Gabriel Zaid, un ingeniero mecánico administrador egresado del Tecnológico de Monterrey ––por cierto, por más respetable que
sea–– pienso que sus juicios jurídicos merecen un análisis más profundo.
Lo que traté de hacer, simple y sencillamente, es encontrar una descripción del mercado del libro, para no venir a contar aquí mis propias y personales experiencias, eso es todo para lo que a mí me sirvió del artículo de Gabriel Zaid,
Don Gabriel Said [sic].
Entonces, de verdad yo no ligo el tema precio único del libro con el impulso a la lectura, me cuesta mucho trabajo.
Yo digo que si vamos a impulsar la lectura impidiendo que los libros se vendan más baratos, no me casa[sic] en lógica de sentido común.
¿A qué nos lleva, hay mejor distribución de medicinas porque haya el precio máximo? No, es una garantía social de que el costo de la medicina guarde correspondencia con los gastos de investigación y de producción.
Añado, por computadora, por el IPad, por los lectores de libros electrónicos, uno puede bajar libros de cualquier parte del mundo, que no están sujetos a la ley de precios mexicana, y que con este motivo puede desalentar la industria nacional en la medida en que, quienes tenemos acceso a este tipo de adquisiciones, vayamos adquiriendo la preferencia por comprar los libros electrónicos, que además tienen la ventaja de que uno puede imprimirlos para los que gustan de sentir en las manos el papel y el olor a la tinta, no está reñido el libro electrónico con esta sensación.
Una primera pregunta es -así se implementó la reforma para el precio único de venta de los libros- ¿qué pasa si no cumple?
La ley es imperfecta, no hay una sanción y si no hay una sanción, nadie está obligado a la fijación de un precio de esta naturaleza,
Entonces, de alguna manera creo que el fomentar el precio único sí atenta contra la sana competencia y la libre concurrencia que son parte de nuestro sistema económico, o bueno, si ya vamos a cambiar el sistema económico, sí estaría en esa tesitura.
Lo que se pretende es que de todas maneras la ley de la oferta y la demanda aun en artículos de precio controlado como son estos, tengan la posibilidades de tener ¿qué? pues posibilidades de oferta y demanda, de descuentos
Si se estima que son de este tipo de productos, se viola el tercer párrafo del 28 constitucional porque entonces no tendría que fijarlo el particular sino tiene que fijarlo la autoridad, y nunca a precio único sino a precio máximo.
No quiero dar nombres de autores para no entrar en problemas.
Porque evidentemente no se está impidiendo que vendan los libros, pero se les están limitando sus facultades para que en un momento dado puedan obtener las ganancias lícitas que como vendedores o compradores pueden llegar a tener;
El mercado de libros no es un mercado perfecto, tiene restricciones muy importantes y condiciones monopólicas tanto por el autor como por el editor, y ahora lo voy a tratar de demostrar, primero.
Los editores pueden abusar de su monopolio de una manera sutil, con precios supuestamente rebajados en algunos puntos de venta,
Tienen que vender más caro para sacar sus gastos, ahí está el secreto de las grandes rebajas, no se trata de que los favoritos vendan más barato, sino que los otros vendan más caro, éste me parece el punto central del argumento.
Yo creo que confunde y no entiende lo que es un monopolio y lo confunde con un contrato atípico –hay muchos– que tienen como característica fundamental, la exclusividad y la exclusividad no significa monopolio
¿Qué no existe la posibilidad de dedicarse a la edición para cualquiera? ¿Qué no existe la posibilidad de que cualquier editor contrate con cualquier autor?
Qué impide que el editor, qué impide que el importador, comerciantes al fin, señalen un precio alto si lo van a hacer libremente
En nuestra fenomenología de educación actual en donde por desgracia persiste el analfabetismo y no existe la costumbre de leer
Los comerciantes también tienen derechos constitucionalmente garantizados.
¿Cuántas veces hemos visto ya, en lo personal, que hay librerías pequeñas que empiezan a desaparecer?
La Constitución permite al legislador dar bases para que se establezcan precios máximos, no precios mínimos, no precios únicos, más aún, yo no conozco en México ningún artículo sujeto a precio único.
Recordaba cuando oí invocaciones estadísticas del número de librerías que existen fuera de la ciudad de México, algo que se atribuye a Mark Twain, él decía: “Si tú tienes dos caballos y yo
ninguno, tenemos un caballo per cápita, pero yo sigo de peatón”, ésa es la estadística.
El hecho concreto de que se está privilegiando no la posición de los vendedores de los libros –o de ciertos vendedores de los libros sino la construcción de una red cultural.
¿Si en un determinado momento hubiera un cártel de editores, si éstos fijaran precios accesibles, esto es un problema de la PROFECO?
Yo creo que la libertad constitucional para ejercer una determinada actividad económica –en el caso, el comercio– no puede ser equiparada a la posibilidad de que al particular o a una empresa se le garantice rentabilidad financiera óptima.
No veo que esto pueda fomentarse cuando lo que se prohíbe es que se hagan descuentos
No veo qué tiene que ver el establecimiento de un precio único al libro con una afectación a la libertad de comercio.
Por mejores que hayan sido las intenciones, las que yo de veras aplaudo y anhelo que se den, esta ley no puede cumplir, bajo esta estructura con esa función.
El Código Civil Federal, que dice, es el artículo 2254: “El señalamiento del precio no puede dejarse al arbitrio de uno de los contratantes”.
No nos toca a nosotros, como jueces constitucionales, establecer si es mejor el precio único o es mejor la libertad de mercado.
No podemos renunciar en forma alguna a la razonabilidad como
puente para llegar a la constitucionalidad.
Hay una bella intención envuelta en los fundamentos de la bruma, pero en nada que se pueda anclar racionalmente.
Encuentro una descripción adecuada de cómo funciona un mercado de libros y por qué creo que hay una condición, como él la denomina, primero no creo que él estuviera haciendo una alusión jurídica, y en segundo lugar la propia Constitución determina la condición de los autores como no monopólica, ese es todo el efecto.
El precio único, efectivamente, puede tener un impacto en la capacidad de determinados distribuidores o vendedores para aplicar políticas de descuentos, etcétera, pero esto no quiere decir que se restrinja indebidamente la actividad de venta, esto es, la libertad de comercio.
Un libro tiene el mismo precio de venta al público en todo el territorio nacional, este precio es fijado libremente por el editor, lo cual lo aleja radicalmente de cualquier noción de precio controlado.
Entonces si se piensa que se puede estorbar la esencia del comercio diciendo que se permite el mismo y que esto no viola Constitución, me rindo.
Sí hay una diferencia, unos fijan el precio y otros venden al precio fijado.
No es lo relevante de la ley la fijación de un precio, es la fijación de las condiciones para estructurar un mercado de libro.
La justificación utilizada por el Legislador en su iniciativa, es incentivar la lectura, si esto es así, también debería restringirse al editor y al importador con un quantum de su utilidad, y esto no sucede, al contrario, se le da libertad de utilidad, se le excluye de la afectación.
A mí me parece que el establecimiento de un precio único no puede generar la desigualdad que se alega, simple y sencillamente porque los sujetos no están ubicados en un plano de igualdad.
Dos empresas que se dedican a vender libros al público en general dicen: La ley es inconstitucional porque me impide ofrecer descuentos a mis clientes, a mis consumidores.
La intención de la ley que fue plausible a ojos vistas, cree que este método va a lograr, en primer lugar un precio barato, y en segundo
lugar que a través de este precio barato que fije el importador o el editor, se acceda en forma masiva a la lectura.
¿Es inconstitucional el trato que se le da a los editores? Evidentemente no.
¿Es inconstitucional el trato que se les da a los vendedores de libros? Me parece que no, ¿por qué? Porque ese trato diferenciado que se le da a los vendedores de libros, es un trato que está constitucionalmente articulado.
Todos los individuos que intervienen en la cadena deben de pagar el rango de restricción a que se hacen acreedores, si no, la ley es desigual.
Donde iba a comprar un libro y el librero me daba razón e informe de su contenido, de su precio, me decía que lo meditara en función de la argumentación del libro, o de la trama del libro y que cuando estuviera seguro regresara a comprarlo, estos libreros ya no existen.
No señala con claridad y precisión la manera y los lineamientos bajo los cuales los editores e importadores fijarán libremente el precio de
venta al público, lo que la coloca en un completo estado de inseguridad por dejarle al gobernado y no a la autoridad el fijar dicho precio, restringiéndole con ello las ganancias derivadas de la operación de la venta del libro.
Cabe señalar que actualmente en nuestro país existen diversos productos, periódicos, revistas, medicamentos, etcétera,
que se rigen bajo este sistema de precio único; es decir, se venden al mismo precio en todos los puntos de venta, sin que ello afecte ni
el principio de legalidad ni el principio de seguridad jurídica ni tampoco afecte al libre mercado.
Todos los individuos que entran a la cadena hasta llegar al lector son sujetos diferentes, hasta las bibliotecas y los bibliotecarios que los propician, me imagino que en horarios cómodos y de buen modo, pero todos son diferentes.
Me acuerdo muy bien de un librero apreciadísimo por mí, en mi Guadalajara, que ya no existe, aquel, previo al tapatío “Un Millón”
Hago honor mediante este recuerdo a mi librero Casarrubias que no sé si viva, puede ser que no.
Si se toma en cuenta que un libro es un bien prescindible, dado que el lector de ningún modo se encuentra obligado a adquirirlo, pues en un momento dado puede tener acceso a él en las bibliotecas o incluso a través de algún préstamo de otro particular, sería atentatorio en contra de los propios editores o importadores el no fijar un precio razonable para la comercialización de su producto.
La fijación del precio único por parte de los editores o importadores desde el momento en que ofrecen su producción al mercado del libro, garantiza a todos los distribuidores y vendedores en el país el acceso al libro en las mismas condiciones sin concesiones diferenciadas.
Ediciones Hera México [sic].
No se debe perder de vista, que una de las características más importantes del mercado del libro, es el derecho de explotación exclusiva de un texto, que un editor tiene a través de los derechos de autor, así, tal disposición limita la competencia monopólica en el mercado editorial y evita la desaparición de títulos de más difícil rotación, asegurando la variedad de la oferta editorial.
Sobre esto debo argumentar lo siguiente: El precio único del libro, de acuerdo con la ley, lo determina el editor y si el editor dice este libro vale cien pesos se lo va a dar al distribuidor a setenta pesos, quiero simplemente ejemplificar, a setenta pesos entregado en la Ciudad de México y a ¿Cómo se lo va a dar al distribuidor de un pequeño pueblo? ¿Quién va a pagar el transporte de los libros, objetos culturales, de donde se producen al lugar donde se van a expender? El editor no lo va a pagar, para él su precio de venta mayorista son setenta pesos.
Se dice también que en los pequeños pueblos no hay librerías y que esto es porque no hay una buen política de precios en los libros, yo
no lo veo así, los tirajes de edición nacionales de libros culturales andan en un rango de mil quinientos a dos mil ejemplares, la Corte es editora y nuestros tirajes andan en esos rangos, un tiraje excepcional para obra cultural, serían tres mil libros, tenemos dos mil cuatrocientos cincuenta y seis Municipios, si mandamos un libro a cada Municipio ahí agotamos la edición.
Pero, sinceramente pienso que el libro no es un artículo, producto necesario para la economía nacional y menos para el consumo
popular, yo creo que es prescindible el libro; entonces, por eso no creo que esté el proyecto en contra de la literalidad de la
Constitución.
De tal suerte, que no podemos decir: El libro es algo ajeno a la cultura.
o de los pepinos, los libros y la suprema corte...
Lo que sigue son fragmentos de las versiones taquigráficas de las sesiones del pleno de la suprema corte de justicia de la nación. 1, 2, 3, 4.]
Esto está tomado literalmente según se me informa de algo que se llama Wikipedia.
Que el fomento de la producción de los pepinos, por ejemplo, es una forma de fincar la salud de los mexicanos, porque tiene tal cúmulo de vitaminas, que es convenientísimo para la salud de los mexicanos.
El ejemplo de los pepinos era muy buen ejemplo.
Invocar el innegable valor cultural que tiene la cucurbitácea llamada “pepino”, una planta que desde luego determina la idiosincrasia de algunos pueblos que se dedican preponderantemente a su cultivo, era tan remoto por su innegable valor cultural.
El Ministro hasta donde yo sé no es agricultor y ayer nos hablaba de pepinos.
Me parece que venir a hablar de pepinos cuando estamos hablando de un mercado de libros, eso sí me parece digresiones.
Recordemos hace poco, se cierra en una frontera de Estados Unidos, atribuyéndole al pepino ser transportador de algún bicho.
A mí me parecería muy exagerado invocar al pepino y su influencia cultural en las regiones que viven y aprecian de eso como un valor cultural a considerar en atención al artículo 4°.
Don Gabriel Zaid, no lo sé, no es abogado, es editorialista –creo– no conozco la biografía de él.
Don Gabriel Zaid, un ingeniero mecánico administrador egresado del Tecnológico de Monterrey ––por cierto, por más respetable que
sea–– pienso que sus juicios jurídicos merecen un análisis más profundo.
Lo que traté de hacer, simple y sencillamente, es encontrar una descripción del mercado del libro, para no venir a contar aquí mis propias y personales experiencias, eso es todo para lo que a mí me sirvió del artículo de Gabriel Zaid,
Don Gabriel Said [sic].
Entonces, de verdad yo no ligo el tema precio único del libro con el impulso a la lectura, me cuesta mucho trabajo.
Yo digo que si vamos a impulsar la lectura impidiendo que los libros se vendan más baratos, no me casa[sic] en lógica de sentido común.
¿A qué nos lleva, hay mejor distribución de medicinas porque haya el precio máximo? No, es una garantía social de que el costo de la medicina guarde correspondencia con los gastos de investigación y de producción.
Añado, por computadora, por el IPad, por los lectores de libros electrónicos, uno puede bajar libros de cualquier parte del mundo, que no están sujetos a la ley de precios mexicana, y que con este motivo puede desalentar la industria nacional en la medida en que, quienes tenemos acceso a este tipo de adquisiciones, vayamos adquiriendo la preferencia por comprar los libros electrónicos, que además tienen la ventaja de que uno puede imprimirlos para los que gustan de sentir en las manos el papel y el olor a la tinta, no está reñido el libro electrónico con esta sensación.
Una primera pregunta es -así se implementó la reforma para el precio único de venta de los libros- ¿qué pasa si no cumple?
La ley es imperfecta, no hay una sanción y si no hay una sanción, nadie está obligado a la fijación de un precio de esta naturaleza,
Entonces, de alguna manera creo que el fomentar el precio único sí atenta contra la sana competencia y la libre concurrencia que son parte de nuestro sistema económico, o bueno, si ya vamos a cambiar el sistema económico, sí estaría en esa tesitura.
Lo que se pretende es que de todas maneras la ley de la oferta y la demanda aun en artículos de precio controlado como son estos, tengan la posibilidades de tener ¿qué? pues posibilidades de oferta y demanda, de descuentos
Si se estima que son de este tipo de productos, se viola el tercer párrafo del 28 constitucional porque entonces no tendría que fijarlo el particular sino tiene que fijarlo la autoridad, y nunca a precio único sino a precio máximo.
No quiero dar nombres de autores para no entrar en problemas.
Porque evidentemente no se está impidiendo que vendan los libros, pero se les están limitando sus facultades para que en un momento dado puedan obtener las ganancias lícitas que como vendedores o compradores pueden llegar a tener;
El mercado de libros no es un mercado perfecto, tiene restricciones muy importantes y condiciones monopólicas tanto por el autor como por el editor, y ahora lo voy a tratar de demostrar, primero.
Los editores pueden abusar de su monopolio de una manera sutil, con precios supuestamente rebajados en algunos puntos de venta,
Tienen que vender más caro para sacar sus gastos, ahí está el secreto de las grandes rebajas, no se trata de que los favoritos vendan más barato, sino que los otros vendan más caro, éste me parece el punto central del argumento.
Yo creo que confunde y no entiende lo que es un monopolio y lo confunde con un contrato atípico –hay muchos– que tienen como característica fundamental, la exclusividad y la exclusividad no significa monopolio
¿Qué no existe la posibilidad de dedicarse a la edición para cualquiera? ¿Qué no existe la posibilidad de que cualquier editor contrate con cualquier autor?
Qué impide que el editor, qué impide que el importador, comerciantes al fin, señalen un precio alto si lo van a hacer libremente
En nuestra fenomenología de educación actual en donde por desgracia persiste el analfabetismo y no existe la costumbre de leer
Los comerciantes también tienen derechos constitucionalmente garantizados.
¿Cuántas veces hemos visto ya, en lo personal, que hay librerías pequeñas que empiezan a desaparecer?
La Constitución permite al legislador dar bases para que se establezcan precios máximos, no precios mínimos, no precios únicos, más aún, yo no conozco en México ningún artículo sujeto a precio único.
Recordaba cuando oí invocaciones estadísticas del número de librerías que existen fuera de la ciudad de México, algo que se atribuye a Mark Twain, él decía: “Si tú tienes dos caballos y yo
ninguno, tenemos un caballo per cápita, pero yo sigo de peatón”, ésa es la estadística.
El hecho concreto de que se está privilegiando no la posición de los vendedores de los libros –o de ciertos vendedores de los libros sino la construcción de una red cultural.
¿Si en un determinado momento hubiera un cártel de editores, si éstos fijaran precios accesibles, esto es un problema de la PROFECO?
Yo creo que la libertad constitucional para ejercer una determinada actividad económica –en el caso, el comercio– no puede ser equiparada a la posibilidad de que al particular o a una empresa se le garantice rentabilidad financiera óptima.
No veo que esto pueda fomentarse cuando lo que se prohíbe es que se hagan descuentos
No veo qué tiene que ver el establecimiento de un precio único al libro con una afectación a la libertad de comercio.
Por mejores que hayan sido las intenciones, las que yo de veras aplaudo y anhelo que se den, esta ley no puede cumplir, bajo esta estructura con esa función.
El Código Civil Federal, que dice, es el artículo 2254: “El señalamiento del precio no puede dejarse al arbitrio de uno de los contratantes”.
No nos toca a nosotros, como jueces constitucionales, establecer si es mejor el precio único o es mejor la libertad de mercado.
No podemos renunciar en forma alguna a la razonabilidad como
puente para llegar a la constitucionalidad.
Hay una bella intención envuelta en los fundamentos de la bruma, pero en nada que se pueda anclar racionalmente.
Encuentro una descripción adecuada de cómo funciona un mercado de libros y por qué creo que hay una condición, como él la denomina, primero no creo que él estuviera haciendo una alusión jurídica, y en segundo lugar la propia Constitución determina la condición de los autores como no monopólica, ese es todo el efecto.
El precio único, efectivamente, puede tener un impacto en la capacidad de determinados distribuidores o vendedores para aplicar políticas de descuentos, etcétera, pero esto no quiere decir que se restrinja indebidamente la actividad de venta, esto es, la libertad de comercio.
Un libro tiene el mismo precio de venta al público en todo el territorio nacional, este precio es fijado libremente por el editor, lo cual lo aleja radicalmente de cualquier noción de precio controlado.
Entonces si se piensa que se puede estorbar la esencia del comercio diciendo que se permite el mismo y que esto no viola Constitución, me rindo.
Sí hay una diferencia, unos fijan el precio y otros venden al precio fijado.
No es lo relevante de la ley la fijación de un precio, es la fijación de las condiciones para estructurar un mercado de libro.
La justificación utilizada por el Legislador en su iniciativa, es incentivar la lectura, si esto es así, también debería restringirse al editor y al importador con un quantum de su utilidad, y esto no sucede, al contrario, se le da libertad de utilidad, se le excluye de la afectación.
A mí me parece que el establecimiento de un precio único no puede generar la desigualdad que se alega, simple y sencillamente porque los sujetos no están ubicados en un plano de igualdad.
Dos empresas que se dedican a vender libros al público en general dicen: La ley es inconstitucional porque me impide ofrecer descuentos a mis clientes, a mis consumidores.
La intención de la ley que fue plausible a ojos vistas, cree que este método va a lograr, en primer lugar un precio barato, y en segundo
lugar que a través de este precio barato que fije el importador o el editor, se acceda en forma masiva a la lectura.
¿Es inconstitucional el trato que se le da a los editores? Evidentemente no.
¿Es inconstitucional el trato que se les da a los vendedores de libros? Me parece que no, ¿por qué? Porque ese trato diferenciado que se le da a los vendedores de libros, es un trato que está constitucionalmente articulado.
Todos los individuos que intervienen en la cadena deben de pagar el rango de restricción a que se hacen acreedores, si no, la ley es desigual.
Donde iba a comprar un libro y el librero me daba razón e informe de su contenido, de su precio, me decía que lo meditara en función de la argumentación del libro, o de la trama del libro y que cuando estuviera seguro regresara a comprarlo, estos libreros ya no existen.
No señala con claridad y precisión la manera y los lineamientos bajo los cuales los editores e importadores fijarán libremente el precio de
venta al público, lo que la coloca en un completo estado de inseguridad por dejarle al gobernado y no a la autoridad el fijar dicho precio, restringiéndole con ello las ganancias derivadas de la operación de la venta del libro.
Cabe señalar que actualmente en nuestro país existen diversos productos, periódicos, revistas, medicamentos, etcétera,
que se rigen bajo este sistema de precio único; es decir, se venden al mismo precio en todos los puntos de venta, sin que ello afecte ni
el principio de legalidad ni el principio de seguridad jurídica ni tampoco afecte al libre mercado.
Todos los individuos que entran a la cadena hasta llegar al lector son sujetos diferentes, hasta las bibliotecas y los bibliotecarios que los propician, me imagino que en horarios cómodos y de buen modo, pero todos son diferentes.
Me acuerdo muy bien de un librero apreciadísimo por mí, en mi Guadalajara, que ya no existe, aquel, previo al tapatío “Un Millón”
Hago honor mediante este recuerdo a mi librero Casarrubias que no sé si viva, puede ser que no.
Si se toma en cuenta que un libro es un bien prescindible, dado que el lector de ningún modo se encuentra obligado a adquirirlo, pues en un momento dado puede tener acceso a él en las bibliotecas o incluso a través de algún préstamo de otro particular, sería atentatorio en contra de los propios editores o importadores el no fijar un precio razonable para la comercialización de su producto.
La fijación del precio único por parte de los editores o importadores desde el momento en que ofrecen su producción al mercado del libro, garantiza a todos los distribuidores y vendedores en el país el acceso al libro en las mismas condiciones sin concesiones diferenciadas.
Ediciones Hera México [sic].
No se debe perder de vista, que una de las características más importantes del mercado del libro, es el derecho de explotación exclusiva de un texto, que un editor tiene a través de los derechos de autor, así, tal disposición limita la competencia monopólica en el mercado editorial y evita la desaparición de títulos de más difícil rotación, asegurando la variedad de la oferta editorial.
Sobre esto debo argumentar lo siguiente: El precio único del libro, de acuerdo con la ley, lo determina el editor y si el editor dice este libro vale cien pesos se lo va a dar al distribuidor a setenta pesos, quiero simplemente ejemplificar, a setenta pesos entregado en la Ciudad de México y a ¿Cómo se lo va a dar al distribuidor de un pequeño pueblo? ¿Quién va a pagar el transporte de los libros, objetos culturales, de donde se producen al lugar donde se van a expender? El editor no lo va a pagar, para él su precio de venta mayorista son setenta pesos.
Se dice también que en los pequeños pueblos no hay librerías y que esto es porque no hay una buen política de precios en los libros, yo
no lo veo así, los tirajes de edición nacionales de libros culturales andan en un rango de mil quinientos a dos mil ejemplares, la Corte es editora y nuestros tirajes andan en esos rangos, un tiraje excepcional para obra cultural, serían tres mil libros, tenemos dos mil cuatrocientos cincuenta y seis Municipios, si mandamos un libro a cada Municipio ahí agotamos la edición.
Pero, sinceramente pienso que el libro no es un artículo, producto necesario para la economía nacional y menos para el consumo
popular, yo creo que es prescindible el libro; entonces, por eso no creo que esté el proyecto en contra de la literalidad de la
Constitución.
De tal suerte, que no podemos decir: El libro es algo ajeno a la cultura.
lunes, agosto 29, 2011
domingo, agosto 28, 2011
domingo, agosto 21, 2011
sábado, agosto 20, 2011
Historia del diseño gráfico en México 1910-2010
jueves, agosto 18, 2011
La ley de Muphry
La ley de Muphry es el caso editorial de la tan conocida ley de Murphy y reza así:
1. Si escribes criticando la edición o la corrección habrá una errata en lo que hayas escrito.
2. Si un autor te agradece en el libro la edición o la corrección, habrá erratas en el libro.
3. Cuanta mayor pasión en 1 y 2, mayor el número de erratas.
4. Todo libro que verse sobre la edición o el estilo será inconsistente.
La ley de Murphry establece que si la errata es tan obvia como la la nariz en tu cara, todos la verán excepto tú. Tus lectores siempre notarán las erratas en los encabezados, en el primer párrafo y en la línea inicial de una nueva página. Lugares todos donde más les place equivocarse a los autores, editores y correctores.
[Vía Boingboing vía La sociedad de editores de Canberra]
1. Si escribes criticando la edición o la corrección habrá una errata en lo que hayas escrito.
2. Si un autor te agradece en el libro la edición o la corrección, habrá erratas en el libro.
3. Cuanta mayor pasión en 1 y 2, mayor el número de erratas.
4. Todo libro que verse sobre la edición o el estilo será inconsistente.
La ley de Murphry establece que si la errata es tan obvia como la la nariz en tu cara, todos la verán excepto tú. Tus lectores siempre notarán las erratas en los encabezados, en el primer párrafo y en la línea inicial de una nueva página. Lugares todos donde más les place equivocarse a los autores, editores y correctores.
[Vía Boingboing vía La sociedad de editores de Canberra]
viernes, agosto 12, 2011
sábado, julio 23, 2011
Errar es humano
Errar es humano… Pero echarle la culpa a otro, es más humano todavía.
Les Luthiers
[Vía Microsiervos]
Les Luthiers
[Vía Microsiervos]
jueves, julio 21, 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)