miércoles, noviembre 19, 2008

Instituto por el futuro del libro

Por medio de Fantástica descubro el Institute for the Future of the Book y el proyecto de lectura compartida de The Golden Notebook. ¿Se imaginan una lectura compartida de la ahora tan cumpleañera La región más transparente? O cualquie otra, Cien años de soledad.

Imaginar es lo difícil.

Claro, lo decía Hellen Keller, a la gente no le gusta pensar, porque pensar permite sacar conclusiones y las conclusiones casi nunca son placenteras.

Como le acaeció a la inteligentísima Gillian Rose. En sus dos últimas obras love‘s work a reckoning with lige y Paradiso, llegó a una conclusión terrible, sólo la certeza total de su muerte (por cáncer) le permitió dejar de ocultarse en el pensamiento, es decir, dejar de pensar para no enfrentar su realidad, sino pensar para enfrentarse a sí misma.

No hacemos nada por el futuro del libro, enfrentémoslo, nos preocupa mucho más su pasado y muy poco, pero muy poco, inventar y crearle un futuro. Nos preocupamos por nosotros mismos (más apoyos, por favor, más apoyos se escucha casi siempre) y muy poco por los lectores.

Ya he comentado la entrevista a una fotógrada inteligente y joven, en la cual le preguntan sobre las diferencias que percibe entre la fotografía digital y la fotografía tradicional y el cuarto obscuro. Responde contundente: nunca he tomado una fotografía con rollo, nunca he entrado a un cuarto obscuro, para mí la fotografía es digital y el trabajo es el retoque en computadora. Un nuevo universo, un proceso nuevo que permite muchas veces mejores resultados.

Así con el libro. Nunca, nunca, lo repito, nunca, me había sido tan fácil leer como en los último años. Encontrar libros ahora es muy sencillo. En muchos casos no cuesta más allá de lo pagado por internet (compu y acceso) en los casos de Google y la biblioteca nacional de Francia. En otros, es caro el envío (18.99 dólares a México desde Estados Unidos por libro en Alibris, un poco menos en Amazon si se piden varios) pero se consigue todo, casi todo.

Con todos mis compadres editores me sucede lo mismo, yo vivo entusiasmado por las nuevas posibilidades, ellos viven en la queja permanente. Tenemos los mismos problemas, no me cabe duda, pero no buscamos las mismas soluciones. El consuelo es, quizá, la certeza de nuestra desaparición. La editoriales casi nunca durán más de 100 años, y me refiero a las exitosas. ¿Cuántas editoriales en el mundo han cumplido 200 años?

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