Contratar otra vez cada determinado tiempo, digamos cinco o siete años, los libros publicados, parece, en principio, bueno para el autor, pues recibe, de nuevo, un adelanto por sus regalías, pero en realidad es parte de la crisis editorial en la que vivimos. La defensa del cobro de regalías es buena, pero no a costa de condenar al olvido muchos libros. Según el bueno de Pareto, en realidad del doctor Juran, y su principio 80/20, regla casi religiosa para la venta de libros, se dice que el 20 por ciento del catálogo genera el 80 por ciento de las ventas. Lo que, en buen cristiano, significa que el 80 por ciento del catálogo genera el otro 20 por ciento. Todo, antes de internet (ai, para otros, ay!). Asintóticamente, sobre el eje del tiempo la venta de los libros tiende a cero. Ni modo. Pero al darle término a ese tiempo, cinco o siete años, lo no vendido debe convertirse en cero, y el único modo es el saldo, vender los libros a precio de costo, o incluso por debajo. Todo lo cual ha llevado a la pésima costumbre de querer vender rápido. No son, por desgracia, los autores quienes ganar, son los intermediaros (agentes literarios, les llaman en mi pueblo). Es como en el cine, a cambio de que algunos, muy pocos, ganen muchísimo, muchísimos se entusiasman con la posibilidad e intentan ingresar a las filas del cine, lo que logran muy pocos, para que uns pocos ganen muchísimo... La consecuencia es, de hecho, la poca o nula disponibilidad de viejos títulos, en general los mejores.
[Cambio detalles, andaba cantinflesco, bueno, más de lo normal]
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