Sobre el arte de editar e incurrir dichoso en las erratas, entre otros menesteres de los libros, su gozo, su hechura y algunos ensayos sobre variopintos temas.
domingo, junio 10, 2007
El caballero de los domingos
Irving Wallace tituló así alguno de sus libros. Leí todos los libros de Wallace en mi adolescencia, pues todos estuvieron a mi alcance. Orfebre entretenido, previsible en gran medida. Como, en México, Luis Spota, a quien también leí, también casi completo, en esa época. Recordé el título del libro porque, me doy cuenta, me torno ese caballero de los domingos con respecto al blog. Recuerdo el libro de su hija sobre Carlos Castaneda. Cuenta una costumbre de Castaneda bastante tierna. Al final de su vida, Castaneda ya no leí libros, pues según él ya no lo necesitaba, y no lo necesitaba no porque supiera demasiado, lo cual seguro creía, sino porque ya no necesitaba el proceso mismo de leer. Con sólo dormir junto al libro podía hacerse de su contenido. ¡Eso es fetichismo por la letra impresa!
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