Sobre el arte de editar e incurrir dichoso en las erratas, entre otros menesteres de los libros, su gozo, su hechura y algunos ensayos sobre variopintos temas.
sábado, febrero 03, 2007
¿Qué se siente ser un blog?
Comencé en diciembre, pero lo borré varias veces. El acta de nacimiento, pues, dice 18 de enero y yo, tan distraído, que ni me enteré del primer año de este artefacto pirotécnico y malhablado, por escrito, digo, aunque digital. ¿Qué se siente ser un blog?, llamaron ciertos estudiantes de filosofía al suyo, paráfrasis del ¿Qué se siente ser murciélago? de Thomas Nagel. Ser un blog es harto relajante, digamos. A diferencia de la solemnidad y la supuesta permanencia de la palabra impresa, la palabra digital puede cambiarse a gusto de quien la escribe, puede lanzarse al ruedo de manera inmediata y llega quizás a los mismos quince que llegaba antes, pero más rápido y más repartidos. Vean en Tutubo la mesa sobre ¿Hacia dónde va la blogósfera?, de la que me entero, desde luego, por Marta Peirano, de quien me enteré, de cierto, por medio de Dadanoias; lean este artículo, del cual me entero por Libro de notas, para estar de acuerdo o no sobre el asunto: no es tanto cuestión de qué tanto se parecen o no los blogs a la palabra impresa, sino qué hacen los blogs de distinto de la palabra impresa. Y, desde luego, en español, desde Alaska a la Patagonia y en toda la gorda España y en todo el mundo completo, hasta Andorra, pues, escribir ha querido ser asunto solemne, serio y engorroso. Como si el estilo le diera majestad al tema, cuando casi siempre lo entorpece. Encomendémonos, pues, al santo menor Wittgenstein, pues sólo por medio de hechos puede haablarse de hechos y llenemos nuestros blogs de palabras digitales para hacerlas distintas de las impresas. ¿Qué se siente ser un blog? A saber...
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