Dice María Kodama:
Nunca quise alejar a Borges de nadie, fue el comportamiento de sus amigos lo que alejó a Borges de ellos. Bioy, en ese diario que van a publicar muestra también cómo lo envidiaba, como lo utilizaba. Quizás sea cierto que le tuvo mucho afecto, pero también es cierto que era muy egoísta. Un día Borges me dijo: "Adolfito sólo viene o me invita a comer cuando quiere leer o que yo corrija cosas de él. Pero nunca me invita al campo." Yo le insistí: "Pero, Borges, a usted no le gusta el campo." Y él me contestó: "Eso no importa. El debe proponérmelo y yo, en todo caso, decir que no." Borges era tímido pero, como todas las personas introvertidas, muy observador de la personalidad y del alma del otro. ¿Por qué no iba yo a querer a sus amigos? Yo soy oriental y no soy celosa. Los celos son amor propio, no amor al otro. [via apostillas]
Alacranear, por citar a Borges...
Sobre el arte de editar e incurrir dichoso en las erratas, entre otros menesteres de los libros, su gozo, su hechura y algunos ensayos sobre variopintos temas.
domingo, febrero 18, 2007
jueves, febrero 15, 2007
sábado, febrero 10, 2007
Sigo con las respuestas
¿Qué condiciones ponen las librerías para vender los libros de una editorial independiente?
En principio, las mismas para todas las editoriales (con muchos asegunes, pero partamos de esta idea). Para una librería lo importante es que el libro se venda en un plazo de tiempo razonable. El problema ahora es que lo razonable se ha vuelto inmediato. La librería quiere que máximo en 90 días haya vendido varias veces los ejemplares solicitados como servicio de novedades. Valga, cuando aparece un libro se le envían a la librería una cantidad estimada de común acuerdo. La idea es que cada semana se repongan los ejemplares vendidos para mantener esa cantidad igual a lo largo de los 90 días de exhibición en mesa de novedades para, después, tener un mínimo (entre 10 y 2 ejemplares) en estantería temática (poesía o novela o biografía). La realidad para una editorial pequeña es que aceptan pocos ejemplares (de 5 a 10) y sólo por 60 días en el mejor de los casos, de los cuales se venden, con trabajos, uno o dos en esos 60 días. El librero piensa como servicio a ciertos clientes esos libros.
Veamos el caso de un libro, digamos Poemas insuperables, de Napomuceno Marangos, editado por Ciruela y pasa y puesto a la venta en la librería El libro es una herida y distribuido por Distribuciones yo quería ser poeta. (Nombres todos ficcticios, si nomina alguno, no es mi culpa...)
Ciruela y pasa invierte varios miles de pesos para publicar el libro y lo manda a la distribuidora, pese a la mejor opinión de la distribuidora, ciruela y pasa hizo mil ejemplares, de los cuales mandó 800 al distribuidor, que por algo quería ser poeta. El libro debe caminar los pasos necesarios para llegar a la librería, es decir, el dsitribuidor debe etiquetarlo, clasificarlo y hacer algún plan, aunque sea el más elemental de "debemos venderlo". El vendedor lleva un ejemplar de muestra a la librería donde lo deja para su "alta", es decir, que capturen todos los datos que ya capturo la distribuidora en el sistema de la libreía y el comprador evalúe la cantidad. Este proceso completo lleva en algunos casos unos minutos, en otros dos meses, aunque parezca broma. Luego de ese asunto, donde el vendedor, desde luego, lleva varios otros libros para levantar pedidos, se obtiene un pedido de 10 ejemplares, después de múltiples ruegos. El vendedor lleva el pedido a la distribuidora y alamacén o logística manda los libros, proceso que tarda entre 24 horas, en casos venerandos, a un mes, en muchos otros. En el mejor de los casos, pues, el libro está una semana después de que lo mando la editorial. En el peor, tres meses.
Mientras, Napomuceno va todos los días a preguntar por su libro. Las librerías odian en verdad que un autor pregunte por su libro sólo para ver si está listado. Claro, Napomucene habla a Ciruela y pasa para quejarse, quienes hablan al distribuidor para lo mismo, a quien le gustaría, en verdad, ser poeta. Cuando distribuía a varias editoriales, las llamadas eran constante para reclamar que cierto libro no estaba en ciertas librerías. Harto, pues cierto autor conducía un programa de radio y mandaba, según él, a todos quienes le llamaban a comprar el libro en cierta librería, pese a mi lista de todas donde sí se encontraba, puse un ultimátum: que me llamaran directamente a mí y les regalaba el libro a todos los escuchas. Desde luego, nadie llamó. A veces son las tías (es que mi tía quiere comprar el libro) o la abuelita, o la novia. Y hay autores o editores que han dicho: "pinche naca" a encargadas de librerías o compradoras.
Con tales interferencia, o sin ellas, el libro está por fin en mesa de novedades, donde pelea cenímetro a centímetro con otros libros. Todos los días, en verdad, todos los días llegan nuevos libros a la librería, por lo que se reacomoda la mesa de novedades. Y el libro de Napomuceno cada día queda más escondido. Pasados 60 días, devuelven 8, porque se vendío uno (que compró, a lo mejor, Napomuceno porque, fetichista, al fin, le gusta tener su libro con etiquetas de todas las librerías que él conoce) y uno por si alguien lo pide.
Así con casi todas las librerías. El problema es que distribuir los libros cuesta. Digamos que ingresar un libro a la distribuidora y mandarlo a la librería cuesta 6 pesos otros tantos recogerlo. La consignación de 10 libros costó 60 pesos de ida y 48 de vuelta. Digamos, 108 pesos. Si el libro vale, seamos generosos, 200 pesos, la distribuidora facturó 100 pesos de dos libros, ya con descuento, de esos 100 pesos, debe pagarle 70 a la editorial, así le quedan 30, menos los 108 pesos, perdió 78 pesos. Si no factura nada, perdió 108 pesos. En suma, si distribuyo 500 ejemplares y logró vender el 20%, le costó 5 400 pesos distribuir de ida y vuelta los libros, facturó 10 000, de los cuales paga 3 000 a la editorial y se queda con 2000 para pagar los 5 400. Es decir, perdió 3 400 pesos.
Por otra parte, si hubiera recibido 100 ejemplares y hubiera vendido 70, las cuentas serían harto distintas. Hubiera invertido 780 en la distribución de ida y vuelta, hubiera facturado 7 000 pesos, pagado 4 900, con un ingreso de 2 100 pesos para la distribuidora y una utilidad (seamos generosos y pensémoslo) de 1 320 pesos.
Para todos las pérdidas están en no vender, desde luego. El problema es el ego, tanto del autor, como del editor, como del distribuidor, como del librero.
Lo anterior es el secreto menos guardado de la editorial, a quien nos quiere escuchar se lo decimos, el problema es que pocos escuchan.
Pasemos al asunto de las coediciones:
¿Qué implica la coedición y cómo se establece?
La coedición se hace para compartir costos. Hay dos formas típicas de coeditar. La primera es hacer un presupuesto total de la edición del libro, desde traducción y revisión hasta impresión y promoción, en los casos en que amerite cada asunto, y dividir ese total entre los coeditores. Vale para libros costosos y es preferible entre tres o más coeditores. Los pequeños, para entrar en esas coediciones, ponen en especie, pagan con trabajo (con cuerpo tipográfico).
La siguiente variación es vender por anticipado una cierta cantidad de ejemplares a quien coedita, en general un alma generosa o alguna dependencia de gobierno. Pueden ser 100 o 1000 ejemplares, depende de la generosidad y del libro. Lo normal es vender por anticipado el 20% del tiraje total y se pague por adelantado, sobre todo para las pequeñas.
Sobre esas dos formas, compratir gastos o compra anticipada, giran todas las coediciones. Lo mejor, desde luego, es que cada quien se queda con sus ejemplares y los venda, pues de otro modo se lograr dolores de cabeza. Según mi experiencia, lo mejor es limitar la distribuición de cada uno a sus reales posibilidades (te pueden dejar Oceanía, pero ¿para qué?). Las dependencias venden en ferias y las editoriales en librerías.
¿Qué se necesita para ser socio de la AEMI y cuáles son las obligaciones y los beneficios? (por cierto, ¿todavía no abren su librería?) Luego transformada en: ¿Por qué no pertenecen a la AEMI (Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes? Luego precisada: (Y aquí volvemos a la AEMI: las librerías del FCE tienen un espacio destinado a la venta de algunos títulos de algunos de sus asociados, entre los que destaca ediciones Sin Nombre) ¿bajo qué condiciones?
La pregunta del millón. No pertenezco a la Alianza porque me pareció, y me parece, que equivocaron el objetivo. Quisieron hacer una alianza en el mejor estilo corporativo, con lo cual no estoy de acuerdo. Comenzaré por el asunto del FCE. Me parece una ingenuidad vender como le venden al Fondo. Digamos, la alianza habla con la directora del Fondo y le plantea el problema de que necesitan mejor exhibición para tener mejores ventas, la directora del fondo accede de inmediato, pues permite boletín de prensa y declaraciones políticamente correctas. Si algo tiene el FCE es espacio, pues están abriendo librerías. Luego, le dan un espacio a la Alianza y, de hecho, le compran en firme al principio, con lo cual todos contentos. El problema es que no venden, por lo cual deben mandar más libros a cuenta de los que ya compraron, que tampoco venden, y así sucesivamente. El problema, como en el caso también de Educal que les ha hecho comprar políticamente correctas, es que en nada ayuda a las ventas y en nada ayuda a las editoriales independientes. Claro, si volvemos al asunto de los egos, todos felices. Se exhiben los libros, los autores cuentan que están ahí, pero lo importante es tratar de crear medios efectivos de distribución, no sólo de exhibición.
Además, cuando en definitiva desistí de la Alianza fue, primero, cuando uno de los editores propuso rentar una casa en la condesa como sede de la Alianza y, segundo, cuando se negaron a aceptar distribuidores y libreros en ella. Entonces, ¿para qué? Hice propuestas específicas para exportar y los resultados saltan a la vista...
¿Cuáles son los requisitos para entrar? Ser propuesto por dos editores miembros de la Alianza. Su página es www.aemi.com.mx pide ahora contraseña. La fundaron Ácrono, Ediciones Arlequín, Ediciones del Ermitaño/Solar, Ediciones El Milagro, Ediciones El Tucán de Virginia, Ediciones Sin Nombre, Editorial Aldus, Editorial Colibrí, Editorial Corunda, Ficticia Editorial, Libros del Umbral, Literalia Editores, Mantis Editores y Trilce Ediciones.
Y finalmente, ¿Qué lugares me sugiere para presentar los libros en el DF?
De nuevo, las presentaciones sirven para los egos. En sólo dos casos he tenido presentaciones rentables. Además, ¿a quién le interesan? De los muchos mitos de la comercialización de libros, los dos más penosos son las presentaciones y las cortesías a prensa. Si es para ayudar a la venta, olvídalo, no sirve para nada. Ni una cosa ni otra. Lo mejor es hacer una fiesta de presntación, donde nadie hable, todo mucho festeje, y en la entrada, para entrar, precisamente, compren dos libros. Es rentable y mucho más divertido. Claro, hay que organizarlo. Sólo un autor lo ha hecho en la editorial y vendió cerca de 200 ejemplares en la fiesta.
Espero sirva lo dicho.
Saludos y parabienes
En principio, las mismas para todas las editoriales (con muchos asegunes, pero partamos de esta idea). Para una librería lo importante es que el libro se venda en un plazo de tiempo razonable. El problema ahora es que lo razonable se ha vuelto inmediato. La librería quiere que máximo en 90 días haya vendido varias veces los ejemplares solicitados como servicio de novedades. Valga, cuando aparece un libro se le envían a la librería una cantidad estimada de común acuerdo. La idea es que cada semana se repongan los ejemplares vendidos para mantener esa cantidad igual a lo largo de los 90 días de exhibición en mesa de novedades para, después, tener un mínimo (entre 10 y 2 ejemplares) en estantería temática (poesía o novela o biografía). La realidad para una editorial pequeña es que aceptan pocos ejemplares (de 5 a 10) y sólo por 60 días en el mejor de los casos, de los cuales se venden, con trabajos, uno o dos en esos 60 días. El librero piensa como servicio a ciertos clientes esos libros.
Veamos el caso de un libro, digamos Poemas insuperables, de Napomuceno Marangos, editado por Ciruela y pasa y puesto a la venta en la librería El libro es una herida y distribuido por Distribuciones yo quería ser poeta. (Nombres todos ficcticios, si nomina alguno, no es mi culpa...)
Ciruela y pasa invierte varios miles de pesos para publicar el libro y lo manda a la distribuidora, pese a la mejor opinión de la distribuidora, ciruela y pasa hizo mil ejemplares, de los cuales mandó 800 al distribuidor, que por algo quería ser poeta. El libro debe caminar los pasos necesarios para llegar a la librería, es decir, el dsitribuidor debe etiquetarlo, clasificarlo y hacer algún plan, aunque sea el más elemental de "debemos venderlo". El vendedor lleva un ejemplar de muestra a la librería donde lo deja para su "alta", es decir, que capturen todos los datos que ya capturo la distribuidora en el sistema de la libreía y el comprador evalúe la cantidad. Este proceso completo lleva en algunos casos unos minutos, en otros dos meses, aunque parezca broma. Luego de ese asunto, donde el vendedor, desde luego, lleva varios otros libros para levantar pedidos, se obtiene un pedido de 10 ejemplares, después de múltiples ruegos. El vendedor lleva el pedido a la distribuidora y alamacén o logística manda los libros, proceso que tarda entre 24 horas, en casos venerandos, a un mes, en muchos otros. En el mejor de los casos, pues, el libro está una semana después de que lo mando la editorial. En el peor, tres meses.
Mientras, Napomuceno va todos los días a preguntar por su libro. Las librerías odian en verdad que un autor pregunte por su libro sólo para ver si está listado. Claro, Napomucene habla a Ciruela y pasa para quejarse, quienes hablan al distribuidor para lo mismo, a quien le gustaría, en verdad, ser poeta. Cuando distribuía a varias editoriales, las llamadas eran constante para reclamar que cierto libro no estaba en ciertas librerías. Harto, pues cierto autor conducía un programa de radio y mandaba, según él, a todos quienes le llamaban a comprar el libro en cierta librería, pese a mi lista de todas donde sí se encontraba, puse un ultimátum: que me llamaran directamente a mí y les regalaba el libro a todos los escuchas. Desde luego, nadie llamó. A veces son las tías (es que mi tía quiere comprar el libro) o la abuelita, o la novia. Y hay autores o editores que han dicho: "pinche naca" a encargadas de librerías o compradoras.
Con tales interferencia, o sin ellas, el libro está por fin en mesa de novedades, donde pelea cenímetro a centímetro con otros libros. Todos los días, en verdad, todos los días llegan nuevos libros a la librería, por lo que se reacomoda la mesa de novedades. Y el libro de Napomuceno cada día queda más escondido. Pasados 60 días, devuelven 8, porque se vendío uno (que compró, a lo mejor, Napomuceno porque, fetichista, al fin, le gusta tener su libro con etiquetas de todas las librerías que él conoce) y uno por si alguien lo pide.
Así con casi todas las librerías. El problema es que distribuir los libros cuesta. Digamos que ingresar un libro a la distribuidora y mandarlo a la librería cuesta 6 pesos otros tantos recogerlo. La consignación de 10 libros costó 60 pesos de ida y 48 de vuelta. Digamos, 108 pesos. Si el libro vale, seamos generosos, 200 pesos, la distribuidora facturó 100 pesos de dos libros, ya con descuento, de esos 100 pesos, debe pagarle 70 a la editorial, así le quedan 30, menos los 108 pesos, perdió 78 pesos. Si no factura nada, perdió 108 pesos. En suma, si distribuyo 500 ejemplares y logró vender el 20%, le costó 5 400 pesos distribuir de ida y vuelta los libros, facturó 10 000, de los cuales paga 3 000 a la editorial y se queda con 2000 para pagar los 5 400. Es decir, perdió 3 400 pesos.
Por otra parte, si hubiera recibido 100 ejemplares y hubiera vendido 70, las cuentas serían harto distintas. Hubiera invertido 780 en la distribución de ida y vuelta, hubiera facturado 7 000 pesos, pagado 4 900, con un ingreso de 2 100 pesos para la distribuidora y una utilidad (seamos generosos y pensémoslo) de 1 320 pesos.
Para todos las pérdidas están en no vender, desde luego. El problema es el ego, tanto del autor, como del editor, como del distribuidor, como del librero.
Lo anterior es el secreto menos guardado de la editorial, a quien nos quiere escuchar se lo decimos, el problema es que pocos escuchan.
Pasemos al asunto de las coediciones:
¿Qué implica la coedición y cómo se establece?
La coedición se hace para compartir costos. Hay dos formas típicas de coeditar. La primera es hacer un presupuesto total de la edición del libro, desde traducción y revisión hasta impresión y promoción, en los casos en que amerite cada asunto, y dividir ese total entre los coeditores. Vale para libros costosos y es preferible entre tres o más coeditores. Los pequeños, para entrar en esas coediciones, ponen en especie, pagan con trabajo (con cuerpo tipográfico).
La siguiente variación es vender por anticipado una cierta cantidad de ejemplares a quien coedita, en general un alma generosa o alguna dependencia de gobierno. Pueden ser 100 o 1000 ejemplares, depende de la generosidad y del libro. Lo normal es vender por anticipado el 20% del tiraje total y se pague por adelantado, sobre todo para las pequeñas.
Sobre esas dos formas, compratir gastos o compra anticipada, giran todas las coediciones. Lo mejor, desde luego, es que cada quien se queda con sus ejemplares y los venda, pues de otro modo se lograr dolores de cabeza. Según mi experiencia, lo mejor es limitar la distribuición de cada uno a sus reales posibilidades (te pueden dejar Oceanía, pero ¿para qué?). Las dependencias venden en ferias y las editoriales en librerías.
¿Qué se necesita para ser socio de la AEMI y cuáles son las obligaciones y los beneficios? (por cierto, ¿todavía no abren su librería?) Luego transformada en: ¿Por qué no pertenecen a la AEMI (Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes? Luego precisada: (Y aquí volvemos a la AEMI: las librerías del FCE tienen un espacio destinado a la venta de algunos títulos de algunos de sus asociados, entre los que destaca ediciones Sin Nombre) ¿bajo qué condiciones?
La pregunta del millón. No pertenezco a la Alianza porque me pareció, y me parece, que equivocaron el objetivo. Quisieron hacer una alianza en el mejor estilo corporativo, con lo cual no estoy de acuerdo. Comenzaré por el asunto del FCE. Me parece una ingenuidad vender como le venden al Fondo. Digamos, la alianza habla con la directora del Fondo y le plantea el problema de que necesitan mejor exhibición para tener mejores ventas, la directora del fondo accede de inmediato, pues permite boletín de prensa y declaraciones políticamente correctas. Si algo tiene el FCE es espacio, pues están abriendo librerías. Luego, le dan un espacio a la Alianza y, de hecho, le compran en firme al principio, con lo cual todos contentos. El problema es que no venden, por lo cual deben mandar más libros a cuenta de los que ya compraron, que tampoco venden, y así sucesivamente. El problema, como en el caso también de Educal que les ha hecho comprar políticamente correctas, es que en nada ayuda a las ventas y en nada ayuda a las editoriales independientes. Claro, si volvemos al asunto de los egos, todos felices. Se exhiben los libros, los autores cuentan que están ahí, pero lo importante es tratar de crear medios efectivos de distribución, no sólo de exhibición.
Además, cuando en definitiva desistí de la Alianza fue, primero, cuando uno de los editores propuso rentar una casa en la condesa como sede de la Alianza y, segundo, cuando se negaron a aceptar distribuidores y libreros en ella. Entonces, ¿para qué? Hice propuestas específicas para exportar y los resultados saltan a la vista...
¿Cuáles son los requisitos para entrar? Ser propuesto por dos editores miembros de la Alianza. Su página es www.aemi.com.mx pide ahora contraseña. La fundaron Ácrono, Ediciones Arlequín, Ediciones del Ermitaño/Solar, Ediciones El Milagro, Ediciones El Tucán de Virginia, Ediciones Sin Nombre, Editorial Aldus, Editorial Colibrí, Editorial Corunda, Ficticia Editorial, Libros del Umbral, Literalia Editores, Mantis Editores y Trilce Ediciones.
Y finalmente, ¿Qué lugares me sugiere para presentar los libros en el DF?
De nuevo, las presentaciones sirven para los egos. En sólo dos casos he tenido presentaciones rentables. Además, ¿a quién le interesan? De los muchos mitos de la comercialización de libros, los dos más penosos son las presentaciones y las cortesías a prensa. Si es para ayudar a la venta, olvídalo, no sirve para nada. Ni una cosa ni otra. Lo mejor es hacer una fiesta de presntación, donde nadie hable, todo mucho festeje, y en la entrada, para entrar, precisamente, compren dos libros. Es rentable y mucho más divertido. Claro, hay que organizarlo. Sólo un autor lo ha hecho en la editorial y vendió cerca de 200 ejemplares en la fiesta.
Espero sirva lo dicho.
Saludos y parabienes
lunes, febrero 05, 2007
Will Eisner, Portrait of a sequential artist
Prepara Montilla Picures un documental sobre Will Eisner, cuyo adelanto pueden ver aquí. ¿Alguien recuerda a Lynd Ward, de quien es la imagen y pertenece a God’s Man, novela sin palabras?
Nunca ha dejado de soprenderme, por cierto, la edición de Porrúa de La familia Burrón. Pocas veces reflexionamos en México sobre la importancia de Porrúa y en el hecho de que es la editorial más antigua, y veneranda, desde luego, del país. ¿Quién, en México, publicaría a León Hebreo? Claro, no sale en la tele ni en los periódicos, pues nadie parece reparar en ella. Claro, también, algunos de sus libros son engendres (como los infantiles). Porrúa fue, también, quien más cerca estuvo de publicar a Felipe Alfau, esperemos que El acantilado lo rescate...
¿Qué distribuidoras me recomienda para que los libros circulen en el DF y el resto del país, y cuál es el trato en este caso?
Sigo con las respuestas:
De recomendar, no recomiendo a nadie. Comencemos por los tratos y maltratos. Las librerías en este país han adoptado el modelo de precio y desprecio. Venden precio, desprecian el servicio. Las políticas gubernamentales de apoyo a las librerías son, también, de absoluto desprecio. Cuando María Rojo presidía la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, hace algunos abriles, me invitaron a participar en los foros de estudio sobre la ley de libro, la que ahora está vigente. Cuando pregunté a quiénes habían invitado de distribuidores y libreros, me dijeron que a nadie, pues no querían apoyar a quienes comerciaban con la cultura. Así nos ha ido, desde luego. Considerar que los distribuidores y libreros no son parte sustantiva de la cultura de una país hace que nos olvidemos de la nervadura, por decirlo así. Un país es culto (y por ello, habitable) en la medida en que tenga una nervadura cultural, lo que significa editoriales, museos, galerías, cafés, librerías, filatelistas, cederías, devederías, páginas que vendan todo lo anterior, grabados, serigrafías, pinturas, obra gráfica, fotografía, catálogos, timbres, libros, cedes, dvds, ex libris, postales... El precio es importante, desde luego, pero no lo es todo, como demuestran amazon, alibris, ebay o deviantart (todos puntocom). Intenta comprar la poesía completa de Mariano Brull o de Lezama Lima o un libro de logística en el ejército de Alejandro Magno. Debes irte a internet, porque no hay, en México, quien lo surta, ni en otros muchos países, pero existe internet. El problema, entonces, es que las condiciones de mercado, es decir, el entramado de leyes, reglamentos, apoyos y obstáculos junto con esas costumbres inveteradas de todos nosotros de ir o no a cierto lugares y ceder las más veces a la moda, además de nuestros billetes ganados o no con sudor o con denuesto, da igual, hacen que distribuir en México libros mexicanos sea muy poco rentable. La razón, simple. La librería te pide, al menos el 40% de descuento sobre el precio de venta, pero maneja el 50% en realidad para dar descuento al lector. Entonces ¿qué gana el distribuidor? Entre un 10 y un 15%. Así, el distribuidor pide entre el 60 y el 65% al editor, que debe conformarse entonces con el 40 o 35%. Si el libro cuesta el 20% y el autor recibe el 10%, el editor se queda con el 5% de una supuesta utilidad (si se venden todos los ejemplares en poco tiempo). Resultado: se inflan los precios para que ese porcentaje alcance. ¿Qué pasa con un libro de poesía? Que vende poco y lento. Digamos, de 200 ejemplares los más vendidos a 10 los menos vendidos. Así, no hay posibilidad de rentabilidad. Los editores usamericanos crearon SPD, Small Press Distribution, una asociación sin fines de lucro que busca distribuir los libros de editoriales pequeñas. En México dirían: ¿para qué subsidiar una distribuidora de libros que no se venden? Nadie entiende el problema de la disponibilidad, desde luego. Fíjate en El Acantilado, está rescatando de los antiguos catálogos de los grandes libros como El regreso de los dioses o autores como Buzzatti y Danilo Kis. ¿Por qué? Porque para los grandes no son rentables y para los pequeños sí. ¿Cómo? Expectativas de venta, desde luego: tiraje y nervadura. No es asunto de no editar lo que no ser vende sino de vender lo que sí editas. ¿A quiénes les interesa? Si es poesía, a pocos, pero lo importante es llegar a esos pocos. ¿Cómo? Por medio de una red, que en México no existe (ya platicaré más cuando hable de mis razones para no pertenecer a la Alianza). Dicho de otro modo, si los libros ocupan un lugar en el espacio, alguien debe cargarlos, asunto que muchos editores olvidan. Entonces, antes de preguntar quién llevará los libros a las librerías, es importante saber a quiénes quieres llegar para saber qué librerías frecuentan, así de sencillo. Volvemos al asunto del plan y volvemos al asunto de la identidad. Hace tiempo una editora montó en cólera cuando le dije que no tenía un problema de distribución sino de identidad, no sabía para quién editaba. Distribuí algunas revistas, por ejemplo, con un fracaso total. Me ofrecieron Replicante y me ofrecieron Literal. Rechacé ambas, desde luego, porque no era el distribuidor ideal para revistas. Recomendé, en ambos casos, algún distribuidor que manejará Sanborns, pues las revistas de mediano tiraje es donde se venden, así de sencillo, piensa en Algarabía, un fenómeno editorial bastante extraño. En resumen, el distribuidor te pedirá entre el 60 y el 65 de descuento sobre el precio de venta al público, es decir, te pagará entre 35 y 40% de ese precio por ejemplar vendido y todo lo que no se venda te lo devolverá, así de sencillo.
PD. Trompo a la uña, decíamos en mis tiempo: ¿qué debe hacer un distribuidor con un libro malo? ¿Mentir, guardarlo? Intentaré responder después...
De recomendar, no recomiendo a nadie. Comencemos por los tratos y maltratos. Las librerías en este país han adoptado el modelo de precio y desprecio. Venden precio, desprecian el servicio. Las políticas gubernamentales de apoyo a las librerías son, también, de absoluto desprecio. Cuando María Rojo presidía la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, hace algunos abriles, me invitaron a participar en los foros de estudio sobre la ley de libro, la que ahora está vigente. Cuando pregunté a quiénes habían invitado de distribuidores y libreros, me dijeron que a nadie, pues no querían apoyar a quienes comerciaban con la cultura. Así nos ha ido, desde luego. Considerar que los distribuidores y libreros no son parte sustantiva de la cultura de una país hace que nos olvidemos de la nervadura, por decirlo así. Un país es culto (y por ello, habitable) en la medida en que tenga una nervadura cultural, lo que significa editoriales, museos, galerías, cafés, librerías, filatelistas, cederías, devederías, páginas que vendan todo lo anterior, grabados, serigrafías, pinturas, obra gráfica, fotografía, catálogos, timbres, libros, cedes, dvds, ex libris, postales... El precio es importante, desde luego, pero no lo es todo, como demuestran amazon, alibris, ebay o deviantart (todos puntocom). Intenta comprar la poesía completa de Mariano Brull o de Lezama Lima o un libro de logística en el ejército de Alejandro Magno. Debes irte a internet, porque no hay, en México, quien lo surta, ni en otros muchos países, pero existe internet. El problema, entonces, es que las condiciones de mercado, es decir, el entramado de leyes, reglamentos, apoyos y obstáculos junto con esas costumbres inveteradas de todos nosotros de ir o no a cierto lugares y ceder las más veces a la moda, además de nuestros billetes ganados o no con sudor o con denuesto, da igual, hacen que distribuir en México libros mexicanos sea muy poco rentable. La razón, simple. La librería te pide, al menos el 40% de descuento sobre el precio de venta, pero maneja el 50% en realidad para dar descuento al lector. Entonces ¿qué gana el distribuidor? Entre un 10 y un 15%. Así, el distribuidor pide entre el 60 y el 65% al editor, que debe conformarse entonces con el 40 o 35%. Si el libro cuesta el 20% y el autor recibe el 10%, el editor se queda con el 5% de una supuesta utilidad (si se venden todos los ejemplares en poco tiempo). Resultado: se inflan los precios para que ese porcentaje alcance. ¿Qué pasa con un libro de poesía? Que vende poco y lento. Digamos, de 200 ejemplares los más vendidos a 10 los menos vendidos. Así, no hay posibilidad de rentabilidad. Los editores usamericanos crearon SPD, Small Press Distribution, una asociación sin fines de lucro que busca distribuir los libros de editoriales pequeñas. En México dirían: ¿para qué subsidiar una distribuidora de libros que no se venden? Nadie entiende el problema de la disponibilidad, desde luego. Fíjate en El Acantilado, está rescatando de los antiguos catálogos de los grandes libros como El regreso de los dioses o autores como Buzzatti y Danilo Kis. ¿Por qué? Porque para los grandes no son rentables y para los pequeños sí. ¿Cómo? Expectativas de venta, desde luego: tiraje y nervadura. No es asunto de no editar lo que no ser vende sino de vender lo que sí editas. ¿A quiénes les interesa? Si es poesía, a pocos, pero lo importante es llegar a esos pocos. ¿Cómo? Por medio de una red, que en México no existe (ya platicaré más cuando hable de mis razones para no pertenecer a la Alianza). Dicho de otro modo, si los libros ocupan un lugar en el espacio, alguien debe cargarlos, asunto que muchos editores olvidan. Entonces, antes de preguntar quién llevará los libros a las librerías, es importante saber a quiénes quieres llegar para saber qué librerías frecuentan, así de sencillo. Volvemos al asunto del plan y volvemos al asunto de la identidad. Hace tiempo una editora montó en cólera cuando le dije que no tenía un problema de distribución sino de identidad, no sabía para quién editaba. Distribuí algunas revistas, por ejemplo, con un fracaso total. Me ofrecieron Replicante y me ofrecieron Literal. Rechacé ambas, desde luego, porque no era el distribuidor ideal para revistas. Recomendé, en ambos casos, algún distribuidor que manejará Sanborns, pues las revistas de mediano tiraje es donde se venden, así de sencillo, piensa en Algarabía, un fenómeno editorial bastante extraño. En resumen, el distribuidor te pedirá entre el 60 y el 65 de descuento sobre el precio de venta al público, es decir, te pagará entre 35 y 40% de ese precio por ejemplar vendido y todo lo que no se venda te lo devolverá, así de sencillo.
PD. Trompo a la uña, decíamos en mis tiempo: ¿qué debe hacer un distribuidor con un libro malo? ¿Mentir, guardarlo? Intentaré responder después...
sábado, febrero 03, 2007
¿Qué se siente ser un blog?
Comencé en diciembre, pero lo borré varias veces. El acta de nacimiento, pues, dice 18 de enero y yo, tan distraído, que ni me enteré del primer año de este artefacto pirotécnico y malhablado, por escrito, digo, aunque digital. ¿Qué se siente ser un blog?, llamaron ciertos estudiantes de filosofía al suyo, paráfrasis del ¿Qué se siente ser murciélago? de Thomas Nagel. Ser un blog es harto relajante, digamos. A diferencia de la solemnidad y la supuesta permanencia de la palabra impresa, la palabra digital puede cambiarse a gusto de quien la escribe, puede lanzarse al ruedo de manera inmediata y llega quizás a los mismos quince que llegaba antes, pero más rápido y más repartidos. Vean en Tutubo la mesa sobre ¿Hacia dónde va la blogósfera?, de la que me entero, desde luego, por Marta Peirano, de quien me enteré, de cierto, por medio de Dadanoias; lean este artículo, del cual me entero por Libro de notas, para estar de acuerdo o no sobre el asunto: no es tanto cuestión de qué tanto se parecen o no los blogs a la palabra impresa, sino qué hacen los blogs de distinto de la palabra impresa. Y, desde luego, en español, desde Alaska a la Patagonia y en toda la gorda España y en todo el mundo completo, hasta Andorra, pues, escribir ha querido ser asunto solemne, serio y engorroso. Como si el estilo le diera majestad al tema, cuando casi siempre lo entorpece. Encomendémonos, pues, al santo menor Wittgenstein, pues sólo por medio de hechos puede haablarse de hechos y llenemos nuestros blogs de palabras digitales para hacerlas distintas de las impresas. ¿Qué se siente ser un blog? A saber...
De las formas de la felicidad
De las formas de la felicidad, la edición no se menciona con frecuencia. ¿Lectura sublimada? ¿Escritura? Gozo, en cualquier caso.
jueves, febrero 01, 2007
Espíritu de Miguel de Cervantes
Me encanta el título de un librillo, en segunda edición, del cual soy, al menos por ahora, orgulloso propietario, pero me gusta más ser su lector:
Espíritu de Miguel de Cervantes Saavedra o filosofía de este singular ingenio, presentada en máximas, reflexiones, moralidades, sentencias y agudezas sobre los asuntos más importantes para el gobierno civil y moral del hombre, sacadas de todas sus obras y distribuidas por orden alfabético en materias por el nuevo editor [Romero & Martínez, el anterior] e ilustrada de sus obras escogidas.
Al pie: Segunda edición corregida y considerablemente aumentada, París. Imprenta de Gaultier-Laguionie, 1827.
El libro llegó morado, sin metáfora, en tan mal estado o en tan bueno herrumbroso, oxidado al máximo, que casi ya no podía leerse. Un simple y sencillo lavado lo dejó inmejorable. La encuadernación original era ya casi inexistente. Seguro la batea despostillada, ¿qué más en papel de algodón tan bueno?
* * *
Paso en unos días al tema de la distribución...
Espíritu de Miguel de Cervantes Saavedra o filosofía de este singular ingenio, presentada en máximas, reflexiones, moralidades, sentencias y agudezas sobre los asuntos más importantes para el gobierno civil y moral del hombre, sacadas de todas sus obras y distribuidas por orden alfabético en materias por el nuevo editor [Romero & Martínez, el anterior] e ilustrada de sus obras escogidas.
Al pie: Segunda edición corregida y considerablemente aumentada, París. Imprenta de Gaultier-Laguionie, 1827.
El libro llegó morado, sin metáfora, en tan mal estado o en tan bueno herrumbroso, oxidado al máximo, que casi ya no podía leerse. Un simple y sencillo lavado lo dejó inmejorable. La encuadernación original era ya casi inexistente. Seguro la batea despostillada, ¿qué más en papel de algodón tan bueno?
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Paso en unos días al tema de la distribución...
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