Cuenta Alejandro Jodorowsky, en su autobiografía, la siguiente anécdota anfibológica:
Llega el joven Julio Castillo y le dice: Maestro, quisiera saber de la iluminación. Como Jodorowsky había hablado y hablado con Ejo Takata, el maestro zen venido de lejos a México y había llegada a un punto donde, por medios poéticos, disolvía, aunque no comprendía, los koanes maravillosos de la tradición zen, comenzó por darle a don Julio Castillo, entonces joven, una larga perorata sobre la ilusión del yo, el camino de la meditación y el arte de resolver los koanes. El muchacho Castillo le respondió: maestro, le agradezco mucho sus enseñanzas, pero no quiero que me salve el alma, quiero que me enseñe a iluminar un escenario...
Jodorowsky nunca olvidó esa enseñanza...
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