El martes próximo inauguran la nueva biblioteca Vasconcelos. La bibliotecota. La invitación que mandaron, al menos, es grandielocuente. La idea de la megabiblioteca es excelente, hace falta una verdadera biblioteca nacional. México es el único lugar del mundo donde un instituto de investigaciones bibliográficas tiene a su disposición una biblioteca nacional. Y, como nadie hace ahí el trabajo que debiera hacer, hay un centro universitario de investigación catalográfica que realiza el trabajo que debiera hacer la biblioteca por medio del instituto que debiera depender de ella.
Pero millón y medio de libros futuros, pues ahora tendrá nada más medio millón, son ridículamente pocos. La biblioteca del congreso norteamericano tiene 29 millones de ejemplares. Es, quizá, la mejor del mundo. Hasta donde he podido enterarme las compras las realiza Educal, lo cual no deja de ser un despropósito, pero quizá sólo es quien hace las compras, en sentido literal, no quien planea el catálogo. Quiero pensar que así es. Tanto en bibliotecas como en librerías se desprecia el trabajo más importante, el de quien decide lo que habrá o no habrá entre sus paredes. Una biblioteca es el cúmulo de decisiones de quien adquiere o quienes adquieren los libros y, si no son los mejores, el resultado es lamentable, como en muchas de nuestras librerías y en muchas de nuestras bibliotecas y bibliotequitas.
Es festejable la gran cantidad de recursos destinados a la creación de infraestructura bibliotecaria y desarrollo de catálogo, tanto dentro de bibliotecas públicas como de bibliotecas de aula y escolares. Pocas veces se había gastado tanto dinero en la compra de libros por parte del estado. Es bueno, pese a tener detalles y existir desacuerdos, es bueno. Porque los libros hacen la diferencia, se nos olvida tantas veces. Disponer de buenos libros es fundamental para encontrar caminos y despertar de tantos sueños dogmáticos. Leer es trascender, leer es salir, leer es levantar la vista a otros lugares, a otros pensamientos, a otros sentimientos, a los otros todos en general. A veces es, bueno, para muchos la mayoría de las veces es un gozo mayor, pero también es un dolor, y una angustia, y un descubrimiento. Se nos atrofia la imaginación y el pensamiento sin los libros.
El riesgo, desde luego, es el abandono, como abandonadas han estado desde hace mucho la biblioteca nacional y la propia biblioteca Vasconcelos.
Ya veremos sus colecciones, ya veremos sus catálogo, ya veremos su servicio.
Por ahora festejemos que en un lugar de la ciudad habrá pronto millón y medio de libros para que quien lo desee los lea, es, a todas luces, una excelente noticia.
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