Confieso mi gozo y adicción por los deícticos desa y dese. A veces, ostensivos, permiten la explicación perfecta. Otras, gestuales, permiten describir con todo rigor lo que no sabemos.
Pásame el dese...
Está encima de la desa...
La desa que me ofreciste el otro día..
La desa que gobierna el alma...
Claro, falta mucho para que sea norma en el lenguaje escrito, pero en el habla parlanchina es del todo comprensible.
¿Pero qué tal cuando se encuentra uno frente a una palabra como indexical en vez de deíctico? ¿No hubiera sido mejor decir los desos?
Amo, pues, los deícticos, con su carga ella tan solipsística y ocasional...
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