jueves, enero 26, 2006

Vanidades rulfianas

Tomás Segovia, ganador del premio antes conocido como Juan Rulfo, elogió al autor de Pedro Páramo llamándolo algo así como natural, en el sentido mas llano del término: talento natural. Abundó: no era un conocedor. La familia de Rulfo leyó: ignorante y puso el grito, no en el cielo, sino en La Joranda (único medio al que mandó copia de la misiva entregada el Viernes 25 de noviembre al Conaculta y a quien hace unos días reiteró su decisión) y pidió el retiro del nombre de su pariente del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo. De hecho leyó, por medio de Víctor Jiménez, presidente de la fundación conocida como Juan Rulfo, algo muchísimo peor: “las estupideces que dijo Tomás Segovia”, se refirió el insigne presidente de la fundación a las palabras aludidas.
Pero en la decisión ronda la vanidad y la desproporción. Señalan, sus parientes, que en los dos últimos años no han sido tratados “con las consideraciones que se merecen” ni se les ha hecho partícipe de las decisiones del Jurado. Pero hagamos un poco de historia.
A la muerte de Juan Rulfo, sus parientes, decidieron negociar las condiciones de la publicación de El Llano en llamas y Pedro Páramo, publicados desde sus inicios, desde siempre, por el Fondo de Cultura Económica. Su argumento, muy parecido al actual, era que el FCE no daba el trato adecuado a los libros de Rulfo. Pidieron un millón de dólares de adelanto para firmar un nuevo contrato. En el fondo, la editorial deseaba continuar publicando los libros, pero no tenía dinero. Se lo hicieron saber a la familia y le pidieron los derechos sólo para México. En escena entró, sin aviso y después de muchas negativas por parte de la familia a responder las comunicaciones del FCE, la agencia literaria Carmen Balcells. Pidió, entonces, para los parientes de Rulfo, la cantidad de un millón de dólares para editarlo sólo en México, pues tenía, según su dicho, oferta por millón y medio para toda lengua española. Sabemos cómo acabó la historia. Le cedieron los derechos a Planeta, muchos, que no el Fondo, han podido publicar la obra, Anagrama entre ellos, y los parientes de Rulfo recibieron el trato que merecían, valuado en dólares. Después, desde luego, retiraron los derechos y los dieron a Random House Mondadori de quien, de nuevo, dicen que no dan el trato adecuado a los libros de Rulfo y lo mandan, después de otros cinco años y vencido el contrato, con otro editor. Imagino que así seguirán con cada vencimientos y dejando una estela de ediciones autorizadas/desautorizadas.
Ahora el problema es un elogio convertido en diatriba con mala intención. Y la falta de consideraciones. ¿Cuáles son esas consideraciones que merecen? Para saberlo, preguntemónos: ¿quienes ganaron en esos dos años afrentosos el premio antes conocido como Juan Rulfo? Tomás Segovia y Juan Goytisolo. ¿Y de dónde el enojo ante estos dos premiados? Por demás obvio, lo dicen ellos mismos, ganaron antes el premio Octavio Paz. Y deben darle el premio a quien no haya ganado el tal otro, para poner la memoria de Juan Rulfo a la altura de sus consideraciones. No sé si alguien les habrá explicado a los parientes de Juan Rulfo que heredaron la parte económica de su legado, es decir, el derecho a explotar comercialmente su obra, y a no ser que, en ese sentido comercial, hayan decidido crear a la muerte del escritor la marca Juan Rulfo®, no hay en su legado nada más que esos derechos patrimoniales por la venta de la obra. Pero esa potestad, no les da ningún derecho sobre la obra misma, no más, digamos, que la potestad que cualquier lector tiene sobre ella. Y la confusión donde se agitan es grave. El prestigio de un premio, de cualquier premio, proviene no de la alcurnia del nombre que lleva (el Príncipe de Asturias, por ejemplo) o de los merecimientos literarios de su nombre (Octavio Paz, si me permiten) sino de la lista de sus premiados. Así, Tomás Segovia, al igual que los anteriores catorce premiados, han dado lustre al nombre del premio. Y en eso, en nada desmerece el alto nombre del escritor Juan Rulfo, nombre grandioso por sus obras. Nada más, y nada menos, por sus obras. Nadie es culpable de la familia que tiene, o al menos, no del todo. Lástima de vanidades desmedidas. Sus dos libros son necesarios y definitivos, pero en Páramo no está contenida toda la literatura.
Por mí, si de algo sirve mi opinión, que le quiten el nombre y quede: Premio Tomás Segovia de Literatura Latinoamericana y del Caribe, antes conocido como “Juan Rulfo”. Las comillas, lógicamente, indican que el nombre se menciona, no se usa, y así todos en santas pascuas. Lo único lamentable, desde luego, es que estos pleitos en nada ayudan a la lectura ni de Rulfo ni de Segovia ni de nadie. Vanidad de vanidades, todo es vanidad...

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