Sobre el arte de editar e incurrir dichoso en las erratas, entre otros menesteres de los libros, su gozo, su hechura y algunos ensayos sobre variopintos temas.
sábado, enero 28, 2006
La mano de la buena fortuna
¿Qué seduce tanto de La mano de la buena fortuna? ¿Qué nos lleva a leerla con gozo y de corrido, como si no quisiéramos salir de su morada? Primero, quizá, el contarnos una historia de manera no realista, aunque mucho hay de la historia de ese país ahora inexistente. La metáfora que le da existencia es bella: quienes leemos nos encontramos en los libros que leemos. Además que esos encuentros piden, casi exigen, una historia de amor, de un encuentro mejor, digamos. Y tenemos dos, vividas bajo la especie de la metáfora lectora. Es un libro hermoso de los que ya no abundan. Tengo un solo reparo, cuando leen ciertos periódicos se encuentra Anastas Branica, el personaje central, con lectores futuros de ese periódico, lo que lleva a suponer que la lectura simultánea se da cuando cualquiera en cualquier momento lee el libro o periódico, pero cuando en París la costurera le da periódicos viejos para leer se alegra de no encontrar a casi nadie en su lectura, pues todos se han ido a los periódicos nuevos, como si la lectura tuviera que darse simultáneamente en el tiempo, no en la lectura. Pero es un reparo menor.