En el reino de los fines, decía el buen Kant, todo tiene un precio o una dignidad. Precio, si es intercambiable. Dignidad, si no. Hay quien sostiene que el papel celuloso de los libros tiene dignidad, no precio. Valga, que es un fin en sí mismo. Entiende, pues, el libro electrónico como una cosa material, asunto de mundanidades, estofa de comercio, ágora de los poco iluminados: cosa para ganar dinero.
La dignidad, la muy alta misión de los libros, está en el papel. Superior moral del libro intangible.
Como siempre el problema es que la dignidad supuesta la venden cara. My cara a veces. Quiere decir:
1. Los libros no pueden ser tan baratos.
2. No cualquiera debiera estar en posibilidad de publicar un libro.
3. No cualquiera debiera estar en posibilidad de vender un libro.
4. Los libros escolares deben estar sancionados.
5. La educación a partir de los libros de texto es la única posible.
6. Deben existir fronteras para los libros.
7. La rentabilidad es fundamental para los libros.
8. El acceso absoluto elimina el valor.
9. El cobro de regalías debe establecerse para todo libro publicado.
10. La gratuidad mata la creatividad.
La dignidad, pues, tiene precio. Ensayaré sobre cada punto en el futuro por la sola razón de que hay demasiado ruido que no me deja entender. No creo en superioridad moral alguna del papel. No creo, tampoco, en la superioridad moral de la lectura. Así como lo que representaba el libro dejó de morar en los libros impresos en papel (e incluso en los electrónicos) lo que representa la lectura dejó de estar en la lectura misma: no todo debe leerse…
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