Transcribo las respuestas enviadas a
Ana Gabriela González.
¿Cuál es tu relación con El Colegio de México?Fui gozoso usuario de su biblioteca hace muchos años. La única que tenía obra de Benjamin Lee Whorf en ese entonces o ejemplares de los Cuadernos del viento. Hace algunos años participé como ponente en la mesa final de uno de los encuentros internacionales de traductores, dando las opiniones de un editor. No tengo, a mi entender, ninguna otra.
¿Por qué tanto interés en saber de que va el fondo patrimonial de donaciones y los contratos de Garciadiego y otros directivos?El tema de los contratos da para muchas páginas. En realidad el colegio se ha dedicado a negar que tenga información sobre el fondo patrimonial. Lina Gryj es la directora de desarrollo patrimonial del fondo, pedí su contrato y me dijeron que no lo tienen. Entonces pedí contrato de otro funcionario, me dijeron que tampoco lo tienen. Como para entender esas respuestas un poco estrañas para mí, pedí los contratos de casi todos los funcionarios. De todos, declararon la inexistencia, es decir, ni siquiera de Garcíadiego tienen contrato alguno, sólo nombramiento. Lo cual, ahora que lo sé, me lleva al asunto del nombramiento de Lina Gryj, quien trabaja ahora en el fondo patrimonial, pero trabajó en el colegio y, pese a ello, dicen no tener documento alguno.
Pero, a fin de cuentas, todo el asunto de los contratos nació de buscar un hilo para allegarme datos sobre el fondo patrimonial.
Ignoraba la existencia del fondo patrimonial. Hace tres años, más o menos, la fundación Lya y Luis Cardoza y Aragón cedió su patrimonio al colegio para que el colegio siguiera otorgando el premio Lya Kostakowsky de ensayo literario, al menos eso decían las notas periodísticas. Pregunté sobre el tema de esa donación y me respondieron que el colegio no fue a quien donaron el patrimonio de la fundación, sino al fondo patrimonial. A partir de ahí, toda ha sido cuesta arriba. ¿Qué donaron? No lo saben. Pero, si la condición para donar fue que otorgaran el premio Lya Kostakowsky, ¿se firmó algún convenio? Me dicen que no. Terminé por pedir el acta constitutiva del fondo patrimonial, me dijeron que no la tenían, y acabo de descubrir que está catalogada en la biblioteca Cosío Villegas¨:
f/378.72
E374f
por si quieres buscarla, pero a mí me dicen que siempre está en préstamo. Lo grave es que declararon inexistencia de esa acta, luego en el recurso de revisión se les impidió declarar de nuevo inexistencia del documento y lo volvieron a hacer. Lujambio, presidente del IFAI, mandó el año pasado una carta para señalar presuntas irregularidades. En las cartas que ya están disponibles, Lujambio dice con claridad que se felicita por la página del fondo patrimonial, pero que siguen sin cumplir con el recurso. ¡Y está en la biblioteca el tan declarado inexistente documento!
El Colegio dice que no tiene relación alguna con el fondo patrimonial, pues es una asociación civil de carácter privado. ¿Cómo entonces, si no tiene nada que ver, tiene sus oficinas en el colegio? ¿Por qué los recibos del fondo patrimonial los firma el director de finanzas del colegio si son independientes? ¿Por qué Garcíadiego preside también la asamblea del fondo patrimonial? En el informe anual de 2007 se dice que firmaron convenio del fondo patrimonial, el colegio y el colegio de posgraduados. Pido el tal convenio y me dicen que no existe. Presento recurso ante el IFAI y el propio IFAI no entiende cómo en un informe anual se afirma existencia y al dar respuesta a una solicitud de información se declara inexistencia. En ese recurso de revisión se dio vista al órgano interno de control para que investigue posible conductas irregulares. Pedí la documentación sobre el derecho al uso del nombre Lya Kostakowsky, tampoco existe dicen ellos. Acaba el IFAI de dar vista también al órgano interno de control, pues ¿cómo puede continuarse otorgando un premio sin permiso?
Pedí boletos de avión y los reservaron como confidenciales, otorgaron acceso después del recurso ante el IFAI. Pedí el expediente de Octavio Paz, quien fue becario, declararon inexistencia.
Es decir, por un lado sigo sin tener acceso a la información del donativo de la fundación Lya y Luis Cardoza y Aragón y, por el otro, me he enfrentado a una vocación sistemática de no dar respuesta y argumentar de cualquier manera.
¿Cuál es tu sospecha sobre las operaciones de este fondo?Tengo sospechas ignorantes, si puedo decirlo así, porque no tengo datos, de donde nace el problema. Cuando descubrí el fondo patrimonial el último estado financiero en la página del colegio era de 2005. Después de la carta de Lujambio está la información hasta 2008. Excelente, tenemos datos iniciales, pero nada más.
Hace cuatro años el fondo patrimonial prestó 10 millones de pesos al colegio, después se volvió donativo ese préstamo, el problema es que ese dinero fue para gasto corriente. ¿Si tiene subsidio federal, para qué le da más dinero el fondo patrimonial? Grave, porque fue para un programa de estímulos al personal académico. Si te fijas en los informes anuales, el colegio dejó de retener el impuesto sobre la renta a la parte del ingreso por beca de los académicos. Lo hizo casi siete años, hacienda, desde luego, pidió cuentas y, en un caso digno de mejores causas, hacienda le otorgó más presupuesto para pagar esos impuestos. ¿Por qué pagar impuestos de ingresos de trabajadores con dinero público? No lo sé. En el caso de los diputados a todos indigna. ¿Ese dinero del fondo patrimonial fue para pagar salarios de los cuales no se enteró el impuesto sobre la renta? No lo sé todavía, pero me parecería muy grave.
El problema, entonces, es que el dinero del fondo patrimonial pueda usarse en gasto corriente. Viajes, banquetes, estímulos, becas, premios, salarios y bonos, de los cuales el colegio no tiene que informar bajo su argumento de que el fondo patrimonial es privado.
¿En qué te afecta a ti o sientes que afecta a otros la forma de operar de este fondo o de El Colegio de México?La transparencia es un bien público. En el caso de las universidades, lo es más, debiera serlo. Las universidades deben ser transparentes porque tienen demasiada importancia. Saber de quién reciben dinero, cómo lo gastan, qué hacen con él, cómo lo invierten, más aún, cómo deciden quién ingresa, quién enseña. cómo garantizan objetividad en las evaluaciones, etc. No hay deseo de control, hay deseo de información. La transparencia nos permite asegurar que son autónomas, realmente autónomas. Su misión es demasiado importante como para quedar en manos de ellas mismas, así de sencillo. Sabia o zafiamente, afirma
Dan Greenberg, tenemos mucha, demasiada fe en las universidades. Digamos, mandamos a nuestros hijos a estudiar en ellas, le damos cantidades enormes de dinero público y, cada vez más, privado. Confiamos en los médicos que nos curan porque estudiaron en una universidad, confiamos en nuestro abogado o nuestro contador por lo mismo. Suponemos que un funcionario público será mejor si estudió en un lugar de excelencia. Les pedimos que auditen el PREP, que controlen el cumplimiento de acuerdos sobre seguridad, que nos digan si los segundos pisos son seguros, que imaginen nuevas maneras para extraer petróleo, que hagan un diccionario del español usual de México... ¿No debiera el colegio estar a la vanguardia, para señalar rumbos en la cosa pública? Creo que sí, y actúo en consecuencia.
Lo más importante de la nota del universal es que comienza, lentamente, la discusión. Quisiera que el IFAI nunca me diera la razón en mis recursos a las respuestas del colegio, quisiera que no debiera presentar recursos, en el extremo, quisiera no precisar hacer solicitud alguna pues toda la información esté en internet, toda. Más todavía, como señaló Jacqueline Peschard en una audiencia a la que asistí, lo ideal es que no hubiera necesidad de que existiera el IFAI. Por desgracia, la realidad parece el reverso exacto de esos deseos.
No tengo nada contra el colegio, nada contra ninguno de sus funcionarios, nada contra ninguno de sus académicos, nada contra ninguno de sus trabajadores, nada contra ninguno de sus becarios y es lamentable que deba aclararlo.
No tengo relación alguna con Adriana Ortiz, a quien no conozco. Y es doblemente lamentable que deba aclararlo.
No tengo idea, como escribió un furibundo académico del colegio, de lo que es el colegio, ni de cómo se toman las decisiones. Y porque no lo sé, pregunto. Entre más transparentes los procedimientos y los gastos, más confianza podemos tenerle. Lo cual me asegura la repugnancia de ese furibundo académico. Lo que no es lamentable, es patético.
Te dejo, para terminar, datos anecdóticos. A muchas universidades públicas federales les hice la misma pregunta: ¿cuánto gastan en alcohol? El día que hice la solicitud habían transcurrido 285 días del pasado año.
La respuesta del colegio me permitió extraer los siguientes totales:
1015 botellas de vino tinto Costa Pacifico Cabernet Sauvignon
200 botellas de Tequila 7 leguas
182 botellas de vino blanco Costa Pacifico Chardonnay
97 botellas de Cava Freixenet
85 botellas de Whisky Chivas Regal
2 botellas de Vodka
2 Botellas de Brandy
Todas de 750 ml, excepto las de tequila, que son de un litro.
El monto total asciende a: 249,701.62 pesos en 285 días. (día de la solicitud)
Es decir, 1583 botellas, 1237 litros.
El precio promedio por litros es de 201,86
El precio promedio por botella 157,73
4,34 litros por día
5,55 botellas por día
Pemex, en 13 meses (de noviembre de 2006 a diciembre de 2007) gastó un millón 345 mil pesos. También pedí el dato para comparar.
El Institito Mora no compró una sola botella, como tampoco El Colegio de Michoacán.
¿Es legal esa compra? ¿Es realmente necesaria?
Espero tus comentario, feliz de discurrir sobre estos menesteres. Disculparás la extensión, pero todo lo que te comento es apenas el inicio...
Saludos y parabienes
Alfredo