Sobre el arte de editar e incurrir dichoso en las erratas, entre otros menesteres de los libros, su gozo, su hechura y algunos ensayos sobre variopintos temas.
lunes, enero 05, 2009
Los elementos del estilo tipográfico
Sobra decir que ninguna lista de lo mejor y lo peor del año fenecido incluyó Los elementos del estilo tipográfico, libro absoluto si lo hay, pues quiere ser una totalidad sobre su materia y termina convertido en una moral. Se deja ver desde el formato mismo, que violenta la colección donde se le edita ahora traducido, hasta ciertas notas al margen, la falta de universalidad de las propuestas. Y esa falta de universalidad lo vuelve absoluto por moral. Caprichoso en muchos casos, obsceno en otros (casi gritan algunas notas al margen: así no se puede en español). Moral pues toda estética es moral, la belleza, a la que aspira la tipografía, es un asunto más de bonhomía que de economía o, si a esas vamos, de industria o destreza. La tipografía debiera ser, ay!, una disciplina empírica (ya avanza, pues avanza el estudio de cómo leemos), pero todavía no lo es. Empírica por artesanal. Por todo ello, precisamente, el libro es magnífico, absoluto, insisto, primero porque el autor no tiene miedo de decir lo que realmente piensa, lo cual se agradece en un manual. (Como los libros de Tufte, maravillosos, absolutos y obscenos en su mejores partes). Segundo, porque no teme condenar lo condenable para su punto de vista. Tercero, porque nunca deja de tener argumentos para sus convicciones. Ve la tipografía, lee la tipografía, piensa la tipografía, mide la tipografía, reflexiona la tipografía, lo que se agradece harto. Un tanto demodé, pues la tipografía lo es en ese sentido moral del que hablaba. No entra a la pantalla tipográfica, como casi nadie de quienes se dedican a los libros. Sí cata con perfección la diferencia entre la letra dentro del papel impresa por medio de golpe certero y cierto y la pintada en su rasposa superficie, la cual es de nuestra época. La traducción y adaptación son, a vuela pájaro, exactas. Libro extraordinario, en verdad, que no recibió mención alguna como uno de los mejores libros editados en el 2008 ni merecerá premio alguno al mérito editorial, ni al diseño, ni a nada, pues no tiene monitos ni colores, criterios fundamentales para quienes otorgan los dichos premios. Libro personalísimo, del cual se aprende mucho y bien, pues apuesta por la belleza. Todo manual debiera ser tanto un modo de hacer algo (lo que sea) como una moral de ese hacer algo, pues ese hacer algo debe ser absoluto, como nos recuerda a cada paso Robert Bringhurst. Arte práctico, pues, artesanía, que tan olvidada la tenemos en su sentido vital, moral. Recuerdo el libro de Toshio Odate sobre las herramientas de carpintería japonesas, absoluto, también, y humilde hasta la médula.
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