Veo dos maneras distintas de entender, de vivir, incluso, las ediciones digitales, sea impresión bajo demanda o de tirajes pequeños, una, sea libros electrónicos, otra. Digamos, a través de impresión de tiraje pequeño (tan pequeño como uno solo) o de archivos digitales para lectores digitales (computadoras, teléfonos, artilugios creados para ello y las variantes que vengan). Las dos maneras tienen que ver con el mercado, desde luego, esa institución tan civilizadora y tan barbarizadora, tan creativa y tan destructiva. Los hay quienes ven en las ediciones digitales una manera de ganar más dinero, es decir, de ampliar mercado y lograr una mayor penetración en el mismo, tan gráficos en sus propósitos. Otros, por el contrario, ven en las ediciones digitales una forma de liberarse de las limitaciones del mercado. La vieja diferencia, pues, entre fondo y forma. Para unos, lo importantes es que los libros (forma) puedan llegar a otros consumidores por otros medios, o puedan conservar consumidores por otros medios. Para otros, lo importante es que lo dicho por los libros (fondo) pueda llegar a más lectores, independientemente de las cadenas normales de distribución de los mercados, valga, que no sea necesario comprar un ejemplar ni pedirlo prestado a la biblioteca para leerlo.
Para unos, forma nueva de comercio. Para otros, nueva forma de conversación. La tensión, si la trasladamos a los autores, entre fama y reconocimiento, es decir, entre número de ejemplares vendidos y número de lectores. Mejor, entre cultura y espectáculo. (¿Cronopios y famas?)
Edición comercial y edición abierta parece ser la nueva diferencia, ya no edición comercial y edición independiente. Me aclara bastantes cosas. La edición académica debe ser abierta, pues intenta difundir el conocimiento. Las bibliotecas deben volverse editoriales abiertas (algunas ya lo hacen, y muy bien, como la Biblioteca Nacional de Francia, que surte sin problemas las páginas del libro que uno quiera o el libro completo en gallica Idiota de mí, pensé que la Bibliotecota, la Vasconcelos, sería una editora abierta para toda la red nacional de bibliotecas, y en verdad me entusiasmé. Ahora me queda claro que es un bodriote). Anagrama, por poner un ejemplo, pese a independiente, queda claro que es comercial, sin más, lo que se vuelve obvio a partir de que no permite leer ninguno de sus libros si no se le paga.
El expediente de poner a la vista los libros en Google es, entonces, una simple pose, es un anuncio, pues, es otra manera de hacer dinero, sea para la editorial (sólo para las grandes, en verdad) o sea para Google. Es como decir: dejo leer a cualquiera mis libros en las bibliotecas públicas. La editorial no hizo nada, pues la biblioteca le pagó el ejemplar o lo compró en librería. En Google uno les manda el libro, o lo toman de una biblioteca, y cualquiera lo puede leer en Google con ciertas restricciones, claro, de derechos de autor. Los libros antiguos en Google sí son edición abierta, ¡lo que convierte a Google en editor!
Queda claro entonces el asunto de los derechos de autor. Para unos lo importante es que sólo unos pocos ganen dinero, es decir, los editores y autores. Para otros es que quien quiera que gane dinero de un porcentaje. En un caso se busca controlar quién edita una obra: desde luego las nuevas, digamos Harry Potter, luego las heredadas que circulan, digamos Juan Rulfo, y por último las heredadas sin presencia, digamos Cansinos Assens. En el caso de Harry Potter el negocio es controlar quién edita, dónde edita y en qué idioma, todo el negocio depende de controlar esos derechos, y quién puede hacer una película, etc. En el caso de Juan Rulfo, también, pues se venden muchos ejemplares, por ello los herederos han pedido mayores adelantos para publicar la obra, que dejo de editar el Fondo de Cultura Económica para pasar a Planeta y luego a no sé quién, y edita otros en bolsillo, como Anagrama. Controlar quién edita amplía las ganancias. Cansinos Assens, quien escribió y editó tanto, es el otro extremo. Cuando se pide permiso de hacer ediciones de tirajes reducidos lo niega, pues quiere vender los derechos a editoriales grandes con mayores tirajes. Cansinos desaparece y sus lectores se refugian en las librerías de viejo. Control que desvanece la obra cada día más.
Y, para otros más, edición abierta y edición comercial pueden convivir por medio de las ediciones digitales, lo mejor de ambos mundos, como dice re.press, en cuyo proyecto se ve reflejado tan bien los anteriores temas. Edición comercial, para poder entrar a la maraña de la distribución tradicional (vender ejemplares en librerías) y edición abierta para darle la mayor salida posible al pensamiento que se encuentra en los libros. Apuesta interesantísima, que quizá debiera copiarse más.
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