domingo, diciembre 07, 2008

Guadalajara era una fiesta

De los ritos editoriales, Guadalajara es [¿era?] uno de los mejores. A Francfort la gente de libro va a comprar. Quienes alquilan su stand van a vender, o al menos tienen la esperanza de hacerlo. A Guadalajara se va a la fiesta. Conocer a las directoras de derechos y a las agentes literarias, y algunos directores de derechos y agentes literarios. A conocer autores, autoras, editores, editoras, poquísimos impresores, ninguna impresora me fue dado conocer, directores de apoyos financieros de muchos lares, lectores de a pie, lectores profesionales, lectores con limusina, en fin, la fauna y alguna flora de los asuntos editoriales. Tengo para mí que internet mató a las ferias en su sentido más importante. Ahora son parte de la mercadotecnia, hay concursos de quién tiene el más bonito y más grande stand, algunas distribuidoras contratan edecanes rusas a las cuales, no exagero, rifan, al menos en tono legal, pues dicen que rifan una cena con la edecán número tal. O rifan a todas. Regalan cantidades generosas de Tequila, hay concursos informales de Baile en el famoso Veracruz, se cierran tratos a la vieja escuela, es decir, con alto contenido alcohólico en el torrente sanguíneo, hay algunos encuentros amorosos, los menos, [más Same time, next year que L'année dernière a Marienbad], mucho de vacaciones y paseo, muchos esculapios llevados en camiones para que conozcan los libros, imagino, gente comprando, gente vendiendo, buenos restaurantes, buenas pláticas y muchos, muchos, libros. No faltan, desde luego, los reclamos, los desaires, los malos entendidos y las muchas confusiones. Hay mucha gente y muchos, repito, muchos libros.

Claro, es bueno conocer gente y es agradable platicar y fabular, pero la naturaleza de las cosas editoriales, digamos, está lejos de ese ambiente tan festivo.

Primero, dice bien Enrique G. Gallegos: Es importante, sí, pero para Guadalajara. La proposición en la frase es fundamental. Comparada con la Feria del Libro del Palacio de Minería (que también resulta internacional; de hecho la mayoría de las ferias así se ostentan), es posible que la tapatía tenga mayor movimiento de capitales (con todo lo que presupone); pero en términos de buenos libros y de existencia física, deja que desear con respecto a la primera. [nota completa]

Segundo, las cifras no son nada buenas. La producción de la industria editorial mexicana registró una disminución tanto en la producción como en la venta de ejemplares. Las cifras son claras. 46% de los libros mexicanos los hacen las editoriales privadas, lo que significa que el 54% los hace el estado. Pero si le restamos a los libros privados los casi 38 millones de libros comprados por el estado para las bibliotecas escolares, la cifra baja a 32.8% Con todo lo que significa el número, de cada tres libros mexicanos, sólo uno está hecho por empresas privadas. Y de esos libros hechos por las privadas se vende la mitad en una sola ciudad, la capital.

Tercero, la buena noticia es que el estado gastará el próximo año 161 millones de pesos para bibliotecas escolares. Con la baja, segura, en ventas, con trabajos llegaremos al 30% editado por empresas privadas.

Cuarto. El dólar ronda los 14 pesos. Rondaba el año anterior los 10 pesos. Este año rondaba los 12. Para efectos prácticos todo ha subido 20%. El cartón, el papel, el pegamento, las tintas, las computadoras, los programas, la tipografía, los adelantos de derechos. Es decir, los libros aumentarán de precio el próximo año. En cuanto a las importaciones, las grandes librerías ya no le ponen precio a los libros españoles, pues se vuelven obsoletos. Y, entonces, se venderá menos, estadísticamente.

Quinto. Y porque se vende menos se editan más títulos distintos. Es el destino de la industria editorial, es el destino, de hecho, de todo lo que implique compradores. En televisión un éxito tenía 60 puntos de audiencia, ahora con 12 es muy, pero muy bueno. Los cines albergaban miles de espectadores, ahora acaso un par de cientos. Claro, antes donde había una sala, ahora hay un complejo de 12 cines. Con los libros pasa igual. Con todo, no hay mucha oferta pertinente.

Sexto. Cuando se habla de corrupción nos viene a la mente los viajes a Las Vegas de jefes de compras pagados por proveedores de gobierno, pero no paramos mientes en las muchas invitaciones a comer pagadas por editoriales a jefes de compras de librerías, los muchos litros de vino comprados por muchas editoriales para esos mismos y mismas jefes, las visitas, en el caso de algunas editoriales, a ciertos otros lugares corpóreos, digamos. Nadie habla de ello y todo entra dentro de los gastos de representación. Nunca he pagado comida ni bebida alguna a ningún jefe de compras o socio de ninguna librería [mis ventas, incluso, lo atestiguan] y nunca pienso hacerlo. ¿Y yo qué voy a ganar?, preguntan algunos jefes de compras. El agradecimiento de los lectores no parece figurar. En algunos casos son funcionarios públicos, en otros parece ser parte de sus prestaciones. No es la regla, pero hay casos. Algunas librerías, incluso, han estado al borde de la quiebra por esas compras agradecidas. Pero algo es claro, hay mucha tolerancia hacia esos regalos, legales o no.

Séptimo. He debido demandar judicialmente a dos distribuidores pequeños que manejaban áreas específicas o puntos específicos. Porque después de dos años no pagaban. Llevo un año en las lides judiciales y no tenga todavía posibilidad alguna de cobrar. Pasará, al menos, otro año, el próximo, cuando los juzgados estarán llenos de pleitos para cobrar. Alentador, en verdad. La deuda, en total, equivale a un año completo de facturación en librerías. Uno de los varios motivos por los cuales casi quebramos el año anterior.

Sí, Guadalajara era [¿es?] una fiesta. Tengo tres años de no asistir y, supongo, pasarán más para volver. La razón, para mí, es harto sencilla: no tengo nada que festejar...

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