No vivimos, de cierto, en el mejor de los mundo posibles en cuanto a la distribución de los libros. Pero tampoco en el peor. Cada día entiendo menos lo que debiera entender. Sólo tengo dudas.
¿Es tan terrible la guerra de descuentos? Estados Unidos y Japón son dos de los países con industrias editoriales fuertes y diversas y con economías sanas. Pero no tienen los mismos parámetros para la venta de libros. En uno, el más puro y salvaje libre mercado. En otro, el precio regulado al máximo. No sé cómo explicarlo.
Algo se escapa en el debate. Ambos sostienen las ventajas de los precios bajos. El precio único baja el precio, según todos quienes lo defienden. El libre mercado también y más salvajemente. Se supone que los libros baratos hacen que la gente lea. No conozco datos.
Mis hábitos de consumo, válganos el señor, en cuanto a libros han cambiado radicalmente. Visito pocas librerías con ánimo comprador, prefiero internet. Y en cuanto a internet, la lengua española está muy, pero muy a la retaguardia. Muchos de los libros en español termino comprándolos en alguna librería de Miami o Nueva York. Intenten encontrar La huaracha del Macho Camacho para que me entiendan. La compré a precio bastante accesible, junto con el envío, en Miami. El libro de Trapiello no he podido conseguirlo. Hace un par de años tuve que pedirle a una amiga viajera me comprara la poesía completa de Mariano Brull en la edición de Cátedra cuando viajara a España, en México, supongo, no ha llegado nunca ejemplar de ese libro.
De las bibliotecas mejor ni hablo.
Hasta donde comprendo, el precio único es la mejor apuesta para crear librerías en un país donde casi no existen, y sin librerías no hay manera de responder al interés de los lectores, de responder a la demanda.
Hay que seguir con los días nuestros, la política es el reino de lo práctico y de los equilibrios por contrapesos. La Comisión de competencia impugnará cualquier ley que incluya el precio único. No es sólo que la considere inconstitucional, digo, porque la venta de pilas o baterías en México es inconstitucional, pues la carta magna, como la mientan, reserva la generación de electricidad al estado, y no señala voltaje ni amperaje alguno, dice que toda. Y tan discrecional la ley, entonces, ya está cantado el camino. Y tan pronto llegue a la suprema corte la controversia constitucional, podemos esperar otros años.
Necesitamos imaginación, no quejas ni análisis sobre lo que hizo Fox o dejor de hacer o hará. Mucho menos quejarnos de la comisión. Podemos quejarnos de que Plutón ya no es un planeta, pero de poco sirve.
Hay comentarios. Tomás Granados Salinas habla de la Diferencia específica. Rolando Cordera Campos se une a las quejas con El libro en peligro y Ciro Murayama nos habla de la Economía y [el] precio del libro.
Señalan que La guerra de descuentos influyó en la debacle de la industria editorial, pero seamos honestos, más influyó la muerte de Franco y el fin de los Videlas y Pinochetes. Válganos, que las democracias no le han hecho nada bien al libro en México, pero nadie pide (¿o sí?) la reinstauración de dictaduras...
Para gozo, dos sellos postales [timbres, les dicen en mi pueblo]:
Por cierto, los timbres son los únicos impresos donde las erratas aumentan el valor, lo cual no deja de ser harto interesante...
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