Curiosas, extrañas, extremas posturas. Bien dice René, consumidores, no lectores, pero en esa tensión radica todo el problema. Bien económico y bien cultural. Muchos más de quienes imaginamos no están de acuerdo, muchos menos de quienes debieran, la defienden. Si no hay acuerdo, es suicida. Transcribo el artículo:
Heriberto Cortés Vélez/Cambio de Michoacán
Martes 5 de Septiembre de 2006
«Por única vez Fox le atinó, aunque fue por ignorante y por estar en contra de la ley», expresó el escritor moreliano José Ramón Méndez Estrada, respecto al veto que dio el presidente de la República a la iniciativa de ley del precio único del libro.
En esto coincidieron algunos encargados de las librerías morelianas, aunque no todos, ya que para Omar Jasso Esparza, responsable de la librería de Conaculta-Morelia, «la propuesta de ley era muy buena, con un precio único todos tendríamos ventas, a nosotros no nos conviene cuando abaratan los precios».
Además señaló que en su librería no realizan descuentos, sino que tienen un precio fijo oficial, por lo que dijo «abaratar precios no nos conviene».
El director general de las librerías Hidalgo, Gerardo Díaz Figueroa, apuntó que «la ley del precio único busca que resulte beneficiado el consumidor, yo tengo quince años en este negocio, antes a muchos libros se les hacía un sobreprecio, por el transporte, pero ahora ya no es necesario, nosotros tenemos los mismos precios que las librerías del Distrito Federal, en zonas de Yucatán o Tijuana sí hay un incremento del 20 o 25 por ciento».
Gerardo Díaz explicó que cada editor le pone precio a sus libros incluyendo el salario del autor, el costo de la publicidad, el transporte y la producción.
Sin embargo, reconoció que «estamos en un país en el que el poder adquisitivo es muy bajo, y el gusto por la lectura no es muy alto, para nosotros ha sido mejor que no se aprobara esta ley.
«La realidad es que, en el caso de las librerías, vivimos de las personas que tienen que comprar el libro por obligación, porque es una lectura obligada, porque realmente lo tienen que comprar y no les queda de otra, nosotros ofertamos descuentos, o damos tarjetas de descuentos con los que la gente ya sabe que siempre tendrán el quince por ciento menos, a los lectores eso les conviene», señaló Gerardo Díaz.
Rafael Romero Martínez, dueño de las librerías Luz más Luz, que comercian libros usados, señaló: «No estamos preparados para el precio único del libro, yo que vendo libros usados y saldos, cómo podría manejar eso, tendrían que hacer un apartado especial para mí, hay un gran mercado de libros de segunda, los saldos que maneja Ghandi, por ejemplo».
«Quienes intentan hacer estas leyes están soñando, son inaplicables, si no vigilan que se cumpla el precio de los alimentos básicos, tendrían que crear una instancia que se encargara de vigilar esto, pero la realidad es otra, ya no podríamos hacer descuentos, es como querer aplicar el comunismo en México, suena muy bien, pero la realidad es que aquí todos queremos ganar lana», agregó Rafael Romero.
El escritor José Ramón Méndez, autor de libros como Tzitzilini y otras lecciones del lado moridor o el Segundo curso de tesoros y aparecidos, que actualmente escribe como becario del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico, dijo respecto al veto del presidente de la República que «por única vez, Fox le atinó, aunque fue por ignorante y no porque sepa lo que hizo, por estar en contra de la ley.
«Fox le atinó por ignorancia, pero con esto beneficia a los lectores, porque muchas librerías dan descuentos, además de que los libros tienen precios muy altos».
En contraste, el también escritor moreliano Humberto Luis Valdivia Calvillo, expresó: «Estoy muy enojado, él (Vicente Fox) como tiene tanto dinero no le importa, los libros son una fuente de la inteligencia, son el vínculo más preciso que hay entre la ignorancia y la inteligencia, se le está poniendo un precio alto a la inteligencia.
«En los países socialistas los libros son muy baratos, ediciones económicas, pero en los países ricos hacen ediciones de lujo, la idea sería que todo el mundo debería poder comprarlos, al gobierno sólo le interesa satisfacer sus ambiciones».
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