Tiene sentido presentar una película, ¿de otro modo cómo verla? Tiene sentido presentar a las personas unas con otras, tiene sentido, para algunos, presentar a los hijos o a las hijas. ¿pero los libros? ¿Cuándo comenzó esa extraña costumbre de presentar los libros? Lo ignoro. Varios autores me reclaman, entre airados y energúmenos, que desde hace mucho en la editorial nos hemos negado a presentar ningún libro y a participar en presentación alguna, ni rueda de prensa, ni desayuno, ni fiesta, ni nada que se le parezca. La razón es simple, es del todo inútil y, si democráticos, nos quitaría demasiado tiempo y, si selectivos, sería una tontería.
Las presentaciones no sirven para nada, el asunto es que editores y autores no quieren enfrentar los datos. Si México edita 10 000 novedades por año, y España unas 60 000, cito de memoria (invento, pues), estadísticamente es imposible, habría que presentar, al menos, 300 libros por día hábil. Lo mismo la prensa. Hace años hice el seguimiento de la relación, si alguna, entre notas de prensa y ventas o, siquiera, entre notas de prensa y exposición en librerías. No había ninguna en nuestro caso. El libro más reseñado en las historia de la editorial es uno de los peor exhibidos y de los peor vendidos. El de reseñas más elogiosas, poco vendido y, por el contrario, los más vendidos, en el espacio y en el tiempo, es decir, de golpe cuando salen y a través de los años, no reciben casi ningún comentario.
El primer gran libro de cierto autor pedía, según él, presentación. Le dije: organiza una fiesta y a la entrada vende los libros en parejas, es decir, dos por tantos pesos. Vendió casi 200 ejemplares, de 600 editados.
Las presentaciones, ay, inflan los egos de autores y editores, lo mismo que las notas de prensa. Todos nos quejamos de la crítica, excepto cuando nos elogian, Todos nos quejamos de las librerías, excepto cuando nos exhiben nuestros libros.
Perdí hace tiempo un libro de poesía realmente bueno, segundo enviado por su autora a la editorial, pues el primero no se lo publicamos y quería sacar la espina. Me entusiasmó. Convenimos en editarlo, pero lo retiró al enterarse de que no hacíamos presentaciones. Sentenció: un libro sin presentación es como si no se hubiese publicado.
¿Cuánto gastas en las presentaciones? Esa es la pregunta que un día me hice y la respondí con pesos y centavos, tanto en personal, como en invitaciones y mensajería, en vinos y mantelerías, en cortesías, y el costo rebasa con mucho los supuestos beneficios.
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