El bolsillo manda, nos cuenta la nota publicada por El país. Dos hechos de mención. El primero, la enorme importancia del precio en los libros (¿productos editoriales?). El segundo, la importancia mayúscula de esta parte enorme de habla española: Latinoamérica.
Crece cierto malestar por estos lares por la falta de reciprocidad en España hacia los editores latinoamericanos. Quieren comerse todo el mercado de lengua española, sin tener claro que no pueden hacerlo sin latinoamérica. Publican el 90% de las novedades y a cambio no comparten el 10% de su mercado interno. No compran nada para sus bibliotecas de libros latinoamericanos, no tienen proyectos de coinversión interesantes y son responsables, a ciencia cierta, del cierre de muchas de las librerías latinoamericanas. Es mucho más rentable vender libros españoles, desde luego, pero no sólo por la variedad, también por el alto precio. Sin darse cuenta, con el bolsillo, terminarán por eliminar su propio modo de comercializar.
Recuerdo pláticas con algunos vendedores de distribuidoras de libros españoles cuando, como ahora, se acerca el verano: híjole, decían, ya vienen los españoles y necesito tener mesas en las librerías. En parte también responsables del acomodo tan extraño de nuestras librerías, por editoriales. Hasta la nueva del FCE cayó en la tentación y, curioso, coedita con Turner, Siruela, Pre-Textos a quienes, desde luego, les da mesa.
Por fin en México se paran mientes en la importancia de la cadena del libro y el papel fundamental desempeñado por las librerías. Parece de ficción, pero los editores españoles debieran ser los más interesado en crear una red profesional y culta de librerías en toda latinoamérica, su futuro depende de ello.
De continuar la tendencia de presionar con los precios, se estarán compitiendo con ellos mismos. Es triste, en verdad triste, ver a la nueva librería del FCE con una pared completa, que bien serán sus treinta metros, dedicada a los libros de bolsillo. Como es triste ver mesas en librerías importante dedidacal al mismo tipo de libros. Y cada libro de bolsillo que venden significa que dejan de vender uno de sus libros tradicionales. Y, como vemos en la nota, los tirajes son ridículos, son los tirajes que debieran existir en sus ediciones noramles. Desde luego, al competir con los grandes, perderán estrepitosamente. Su apuesta debiera ser otra, pero al parecer poco les importa.
Cuando a Televisa le indicaron que debía vender sus inversiones en arte para cotizar en la bolsa de valores norteamericana con posibilidades de ganar, no dudó un instante en deshacerse del museo de arte contemporáneo. Si le pidieran a los grandes grupos mediáticos vender las pmuy poco resntables inversiones en medios impresos o en medios librescos, no lo dudarían un solo día y vendrían la catástrofe para muchos.
Platicaba con un amigo hace poco sobre la veneranda Gandhi. Su perfil de lector ha cambiado dramáticamente, drásticamente, pero no parecen haberse percatado, pues las ventas, nos imaginamos, siguen gordas y cachetonas. Pero, digamos, el público reflexivio, lectores de contenidos, dejó de comprar en Gandhi. Se pasó a Péndulo, por ejemplo, y se pasó a Amazon. ¿Qué sentido tiene esperar la traducción española de cierto libro si puedo comprarlo directo y mucho más barato en Amazon? ¿Qué sentido tiene esperar a que nadie traduzca ciertos libros si puedo comprar traducciones al inglés? Las novedades en Gandhi pueden tardar mes y medio en registrarse, pues las compras las han centralizado. Ojalá y el precio único les beneficie y todo marche bien con las franquicias.
Un ejemplo casi al azar. El libro de Virgilio Piñera Presiones y diamentes fue editado en México hace no demasiado por Lectorum. Casi imposible encontrarlo en librerías. De casualidad lo compré en Sanborns. Si todo sigue su marcha actual, encontraremos libros por casualidad, nada más. Quizás sólo: primeras ediciones de novelas románticas o de chick lit, obras de enredo para treintañeras profesionales.
Quizás.
1 comentario:
Hola, por azar llego hasta esta columna. No estoy en disposición de comentar su contenido, sino, más bien me ha hecho pensar en algo que me pregunto desde hace cierto tiempo trabajando como correctora de libros editados aquí en España y vendidos -con el agravio que describes- en Latinoamérica. Últimamente, para mi trabajo, recibo enormes listas de palabras que no deben aparecer para que los lectores latinoamericanos no tengan problemas de comprensión. Mi pregunta en realidad es ¿tan difícil es de entender, en Latinoamérica, el español de España? ¿O es que se vive como un deje imperialista que no se adapten los términos?
Gracias, y saludos desde BCN.
Clara B
http://corrertraslagacela.blogspot.com
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