Siempre he deseado fundar dos disciplinas por demás interesantes: la economía ficción y la estadística deseante.
La primera, propia del razonamiento económico que no toma en cuenta la realidad. Digamos, no es rentable hacer tirajes pequeños. Muchos editores creen a pie juntillas que necesitan imprimir un número x de ejemplares para volver rentable una edición. Si llamamos v al número de ejemplares vendidos, lo que vuelve 100% rentable una edición es que x = v. Así de sencillo. Lo demás es economía ficción. v - x es el número de ejemplares que permanecerán en bodega. Con la edición sobre pedido [bajo demanda, les dicen otros], ningún libro debe salir de mercado y se puede disponer de un año como tiempo recomendable para desplazar el 100% de la primera edición, pero de acuerdo a un estimado correcto.
La segunda, son las estadísticas falsas hechas para expresar cómo deseamos que se comporten las personas. Hace poco decía una persona en una película: En el transcurso de la hora feliz se suicidan el doble de personas que en cualquiero otra hora del día. ¿Eso es cierto?, le preguntan. Debería serlo, responde. Cuando escucho o leo que en México se lee medio libro al año, o que en Barcelona hay más librerías que en todo el país no puedo dejar de pensar en la estadística deseante. Contra todo sentido común, no existe en México ningún censo de librerías, ni siquiera la asociación nacional de libreros lo ha hecho, mucho menos la cámara de la industria editorial.
Hace poco conversaba con un editor con veinticinco años en el mercado y le decía que hay libros de poesía cuyo tiraje debiera bajarlo a 100 ejemplares. No es rentable, me dijo, aun cuando tiene desde hace muchos años ediciones casi completas en su bodega. Al señalárselo me dijo, la bodega no me cuesta. ¿Alguien te paga por almacenar tus libros? Lo paga su otra empresa, pero no logra ver que subsidia todo el asunto sin ningún objetivo, sólo el de tener los libros guardados.
Así, dada la economía deseante y la estadística ficción sobran mucho libros y cada día se edita más con la esperanza de disminuir las pérdidas, cuando todo indica que la demanda baja y, si no interpreto mal la realidad, al bajar la demanda habrá menos ejemplares comprados, así de sencillo.
Todos vemos que en México los libros muy baratos se desplazan bien y los libros muy caros se venden muy poco. ¿Qué hacemos los editores? Subimos los precios. Quizá hay que inventar otra nueva disciplina, la administración kamikaze...
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