Contra casi todos los supuestos, redactar una fe de erratas debe volver más legible el libro al cual se añade. Digamos, como principio:
2. La legibilidad del libro debe aumentar con la fe de erratas, no disminuir. Es decir, la legibilidad del libro debe ser inversamente proporcional a la longitud de la fe de erratas.
No es cuestión, como muchos editores y escritores piensan, de mostrar que se dieron cuenta de los errores, pues de haberse dado cuenta, no existirían, ni demostrar que son inteligentes, pues de serlo, lo son a destiempo. La legibilidad es el objetivo de la edición. Si un par de páginas salen en orden inverso, por algún azar malévolo, no es un error grave, basta señalarlo.
Viene el siguiente principio, wittgensteniano a más no poder:
3. Lo que pueda el lector, déjaselo a él.
Cuántos autores y editores tratan a sus lectores como débiles mentales o como asnos.
4. Si las erratas son insoportables, destruye la edición e imprime una nueva.
Claro, insoportables para la lectura, no para el ego del escritor, o del editor, o del redactor.
5. Recuerda siempre que la buena prosa y la buena cadencia de las ideas aumenta el producto interno bruto de un país, al evitarles a quienes leen desperdiciar el tiempo en desciframientos. Si de un vistazo a vuela pájaro no se entiende la fe de erratas, es mala.
Luego sigo...
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