miércoles, enero 25, 2006

Libro más o libro menos

Oliveira y La Maga, contrarios y afines, como siempre, sostienen en el capítulo cuarto de su casa, Rayuela, dos teorías, no por contrarias, menos ciertas y propositivas. Para La Maga todo libro es libro menos, un libro menos por leer. Para Oliveira todo libro es libro más, un libro más leído. Y casi todas las formas de promover la lectura sostienen, en grados distintos y con entusiasmos variopintos, alguna de las dos teorías. Que la lectura sirva a propósito alguno distinto del placer y la ociosidad más pura, que ciertos libros o ciertos autores o ciertos temas han de leerse para el bienestar del lector, del educador, del político o al menos del autor son el enemigo mayor de la lectura. No hay razón alguna por la cual debamos leer. No hay, pues, posibilidad alguna de que la lectura se promueva a partir del libro menos. Por ello, la teoría de La Maga, a cuyo resguardo no pocos planes de promoción de la lectura han sido pergeñados, es punto menos que nefasta. Cuando a una lectura hermosa le sigue un cuestionario de comprensión de lectura, el crimen se ha consumado. Leer es bueno, debemos sostener, aun cuando no entienda uno nada. La lectura no debe tener fin alguno. Cuando tratamos de medir la lectura o su promoción, ya la hemos asesinado. Porque la lectura no hace a nadie mejor, ni da más armas para la vida, ni le permite a nadie enamorarse mejor ni tener mejores notas ni moverse con mejores modos por la vida. Leer es una de las actividades más inútiles y menos mensurables del mundo, leer es tan sólo el abandono a las letras en cuyo decurso se vive por mor del vivirse mismo entre sus letras. Porque toda lectura es una lectura más para nada más que la lectura misma. Un viejo proverbio chino dice que quien sabe leer y no lee es como el analfabeto. Porque leer es un don y un don precioso. Podemos, desde luego, no amar la lectura y sus tesoros maravillosos, podemos obliterar sus mundos y submundos, podemos sustraernos del encanto de sus mareas sosegadas, pero sería, desde luego, un desperdicio. Bien decía Luis Rius, no podemos vivir como si la belleza no existiera. Y todas las frases hermosas, todas las combinaciones exactas de palabras, toda la dicha dicha en palabras, toda la tristeza misteriosa contada en miles de letras y palabras, todo eso, no es nada, si nadie lee esas sus manches descifrables. Porque leer se parece más a escuchar que a comprender, a recibir más que a recabar, a querer más que a intentar. Porque la lectura tiene más de amistad que de inversión, más gozo y nada de quebranto. Porque todo plan de promoción de la lectura no debe sino dar los elementos para que todos quienes quieran leer puedan hacerlo, sin importar el lugar donde residan, la cantidad de ingresos que tengan, la años que lleven en este mundo o la actividad a la cual se dedican. Todos los libros que lean serán libros más siempre y cuando existan libros al alcance de la mano y tengan noticia de su existencia y gozo. Si deseamos promover la lectura, nada tan simple como leer gratuita y sin otra intención que el gozo mismo, en voz alta, a quien lo desee. Mucho cambiaría este país si se creara, a la manera de los profesores de educación física, lectores para todas las primarias del país, a donde fueran a leerles libros completos en voz alta y lograran que una generación completa se volviera adicta a la lectura. Y los costos, que preocupa tanto a los políticos, serían mínimos. Que todo libro sea un libro más, así de sencillo.

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