Sobre el arte de editar e incurrir dichoso en las erratas, entre otros menesteres de los libros, su gozo, su hechura y algunos ensayos sobre variopintos temas.
Encuentro del todo oportuno y coherente esta atención a la tinta de impresión. Se me antoja que es un prodigio tecnológico poco reconocido ya que se suele exigir uniformidad, buena absorción y secado casi instantáneo, trió de virtudes poco compatibles con la extraordinaria velocidad a la que suelen trabajar las modernas imprentas.
El editor era tal en tanto que impresor, o bien aunque no poseyera una imprenta es el que decide qué y cuando y cuanto se imprime.
La "imprenta digital" ya no ofrece esa posibilidad de control, en tanto que tampoco es necesario, pues tras la primera copia el resto no supone riesgo ni coste en particular.
Las copias ya no son producto, digo la multiplicación y distribución de copias, tanto mas cuanto que el propio "consumidor" podría hacerlas el mismo.
Indicar lo que merece ser leído, incluso ayudar a que mejore su legibilidad, es una tarea que no ha periclitado, pero al no poseerse el control del acceso a la publicación no cabe tampoco basarse en la compra de la propiedad intelectual... salvo quizás si se vuelve del revés esto de Internet y el aparato mayoritario de acceso pasa a ser algo como un iPad.
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Encuentro del todo oportuno y coherente esta atención a la tinta de impresión. Se me antoja que es un prodigio tecnológico poco reconocido ya que se suele exigir uniformidad, buena absorción y secado casi instantáneo, trió de virtudes poco compatibles con la extraordinaria velocidad a la que suelen trabajar las modernas imprentas.
El editor era tal en tanto que impresor, o bien aunque no poseyera una imprenta es el que decide qué y cuando y cuanto se imprime.
La "imprenta digital" ya no ofrece esa posibilidad de control, en tanto que tampoco es necesario, pues tras la primera copia el resto no supone riesgo ni coste en particular.
Las copias ya no son producto, digo la multiplicación y distribución de copias, tanto mas cuanto que el propio "consumidor" podría hacerlas el mismo.
Indicar lo que merece ser leído, incluso ayudar a que mejore su legibilidad, es una tarea que no ha periclitado, pero al no poseerse el control del acceso a la publicación no cabe tampoco basarse en la compra de la propiedad intelectual... salvo quizás si se vuelve del revés esto de Internet y el aparato mayoritario de acceso pasa a ser algo como un iPad.
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